Barreras del pecado (precuela)

Capítulo 2: Envidia

En el fondo, muy en el fondo, quería que alguno de ellos me detuviera, pero estaban muy concentrados mirándose y devorándose con los ojos que me ignoraron. Es increíble lo que puede suceder cuando dos personas conectan. Espera, ¿he dicho conectan? ¡¿Valeria y Bléiser han conectado?! Me detengo en seco a un paso de entrar en mi habitación.

 

Si ellos realmente conectaron, ella se marchara con él. ¡Me dejará sola! Cuando le dije que no tenía que ser mi madre, hablaba en serio, pero necesito que continúe siendo mi hermana. Sin ella mi vida será un calvario. Papá querrá que me case inmediatamente con algún sangre pura asqueroso y no podré encontrar a mi chispa. ¡Como Valeria se atreve a arrebatarme mi chispa!

 

Desvío el tema de mis pensamientos, sueno como una persona egoísta y envidiosa. Debo pensar que mi hermana será feliz, claro que sí, ¿por qué no habría de serlo?

 

Me desvío hacia la biblioteca para concentrarme en otra cosa, avancé hasta el librero más cercano y extraje algo para entretenerme, leer novelas de humanos me fascina. Paso horas leyendo, lo bueno de ser vampiro es que no necesito dormir.

 

Mi paz concluyó cuando un olor delicioso se coló por mis fosas nasales haciéndome perder cualquier concentración en la historia. Uno que identifique inmediatamente como el de un lobo, pero diferente, huele bien y no da asco. Su sangre es caliente, dulce, fascinante. ¿Será porque tengo hambre? ¿Desde cuándo los lobos huelen bien?

 

Agudizo mis sentidos y siento que está corriendo. Puedo sentir su corazón palpitar. ¡Se está acercando! ¡¿Qué diablos hace un lobo cerca de la mansión Solvant?! Dejo el libro sobre una mesa y me acerco a la ventana. Así como yo lo sentí, el resto debió hacerlo.

 

Sin pensarlo dos veces, me lanzo por la ventana. Aunque estoy en el segundo piso, saltar sin hacer ruidos ni levantar sospechas es mi habilidad especial. He escapado cientos de veces a cazar animales porque si Valeria me ve, le da algo. Sigo mis instintos hacia el lobo que cada vez está más cerca.

 

Entre los tupidos árboles lo veo, él presiente que estoy cerca y aminora la marcha. Ambos nos rodeamos sigilosamente. Es un niño de no más de doce años, su cuerpo es definido para ser tan pequeño; su pelo castaño, alborotado y corto; sus ojos, ¡oh sus ojos! Son de color miel, hipnóticos para mí. Viste una camiseta rasgada y sucia; un par de jeans de mezclilla, no usa zapatos y sus pies se ven un poco maltratados por las ramas de los árboles y piedras del camino.

 

—¿Quién eres? —susurro y sé que me escucha, él no responde— ¿Por qué estas en mi territorio?

 

—Soy Robert, miembro del clan Novolune.

 

Este niño es del clan que asesinó a mi madre. Si Valeria lo atrapa no podrá escapar. ¿Por qué habrá venido? ¡Qué lindo es! Niego con la cabeza ante ese último pensamiento.

 

—¡Debes irte ahora! —alzo la voz en tono dominante.

 

—Me iré cuando acabe con la familia Solvant.

 

—¿Un pequeño como tú quiere acabar con la familia de vampiros sangre pura más poderosa y reconocida del mundo?

 

—Sí —responde el pequeño con total seguridad.

 

—¿Sabes cómo lucen los Solvant?

 

—Eh, no, pero los retaré.

 

—Pequeño —avanzo hasta él, no se inmuta—, porque no creces otro poco antes de retar a seres tan poderosos. ¿Dónde está tu manada?

 

—No saben que vine, hoy será el fin de esa familia.

 

—Por favor —insisto cuando siento a Valeria y Bléiser acercarse—, ahora debes correr de regreso a casa. Voy a perseguirte dándote espacio para que escapes.

 

—¡¿Por qué debo hacer eso?!

 

—Porque te lo estoy pidiendo con mi alma al descubierto. ¿Lo sientes?

 

Dejo al descubierto mis intenciones transmitiéndole seguridad para que confíe en mí. El niño asiente con la cabeza y sale corriendo en sentido contrario a la mansión. Lo sigo, dándole espacio entre los árboles. Bléiser es el primero en llegar a mi lado.

 

—¿Cazando? —pregunta divertido.

 

—Es mío lárgate —rugí y él sonrió, detuvo a Valeria y esperaron mi regreso.

 

En los límites del territorio alcanzo al chico que sostiene un enorme ciervo entre sus manos, un poco más grande que él.

 

—Sigue corriendo —ordeno.

 

—Luces hambrienta, disfruta tu cena —me dedica una sonrisa tierna y deja al ciervo sobre la tierra.

 

Saca de su bolsillo una navaja y hace un pequeño piquete en su mano. ¡¿Qué diablos hace?! Estoy hambrienta y su sangre huele maravilloso. Se acerca a mí y yo retrocedo, lucho contra mi instinto por no matarlo, él se pega demasiado, limpia en mi cachete su sangre. Ese olor es delicioso, lucho internamente con mis instintos.

 

—¿Por qué? ¡Vete! —grito desenfrenada, casi no aguanto.

 

—El olor de mi sangre disfrazará la del ciervo y ellos pensarán que me mataste.

 

«Es un niño inteligente» pienso mientras él corre y se pierde entre los árboles. Mi sed comienza dominarme, ya no aguanto más, extraigo hasta la última gota de sangre del animal. Regreso, no estoy llena, pero por lo menos tengo fuerza para aguantar otra semana.

 

—Buena cacería —dice Valeria sonriente de la mano con Bléiser.

 

—Entonces, ¿ustedes? —pregunté tontamente porque ya sé la respuesta. Ambos sonríen y se miran como cómplices de un romance.

 

Ojalá yo pudiese encontrar a mi hombre perfecto y largarme de esta cárcel como ella. Ojalá yo hubiese encontrado al correcto antes que ella. Un extraño sentimiento se apodera de mí, un enojo casi incontrolable, ¿serán celos? ¿Envidia?

 

¿Realmente soy capaz de desear la infelicidad de mi hermana solo porque no tengo la mía? Me avergüenzo y bajo la cabeza, ellos no lo notan.

 

Me retiro a la biblioteca a terminar de leer. Sentimientos así son pecado y debo erradicarlos de mi ser. Soy buena, o eso quiero creer. Una buena persona no envidiaría lo que otros tienen, una buena persona buscaría su propia felicidad y no desearía la de los demás.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.