Barreras del pecado (precuela)

Capítulo 4: Soberbia.

—Escucha, yo no necesito que nadie me proteja de absolutamente ninguna criatura, menos tú —dije separándome de él, su aroma es embriagador.

—Entonces, ¿estás decidida a matarme? —me observa cariñosamente— No creo que puedas.

—¡No me tientes! No tienes idea de quién soy.

—Sé quien eres, tú eres la vampiresa más hermosa del planeta y tienes un carácter muy complicado. Cuando nos conocimos me salvaste, ahora luego de cinco años deseas matarme —suspira y comienza a caminar sin alejarse mucho.

—En aquel entonces eras inocente.

—Continúo siendo inocente. Por más que me hubiese gustado acabar con la vida de ese vampiro, no fui yo quien se llevó el mérito sino mi padre.

—Nadie puede saber que te perdoné la vida en aquel entonces. ¿No lo entiendes? ¡Puedo perderlo todo!

—Te dije que te protegería.

—Y yo dejé claro que no necesito que lo hagas. ¡Eres un lobo! ¡¿Qué puedes hacer tú?! Tu especie es inferior a la mía.

—Te veo muy equivocada, no hay un superior ni un inferior entre nuestras especies.

—Si lo hay, nosotros acabamos a nuestros enemigos solos y ustedes en manada. Son cobardes y débiles.

—Oye Vampi, cálmate. Te veo exaltada, entiende mi punto, tú no me vas a matar porque sabes como yo que...

—¿Qué cosa sé? —lo interrumpo— Te dejé vivir porque me diste lástima.

—Pon tu soberbia a un lado y dime con sinceridad, ¿te arrepientes?

—Ahora sí —bajo la vista, estoy mintiendo descaradamente.

No me arrepiento, hago todo esto por honor y tal vez por soberbia. No quiero que un simple lobito me diga que me va a proteger, ni se crea con el derecho de hacerlo. Tampoco me gusta la forma calmada a la que me trata. ¡Debería estar aterrorizado con mi presencia!

—¿Cómo te llamas? —pregunta sacándome de mis pensamientos.

—No te interesa —respondo bruscamente.

—Has cambiado, veo que estos cinco años te han hecho mucho daño.

—Esta soy yo y basta de charlas. Vine a matarte.

—¿Por qué no acabas de hacerlo? Quien está hablando eres tú.

—¡Idiota!

—Imagino que debes tener muchos años, pero sigues teniendo una actitud infantil.

—¡No soy infantil! ¿Qué sabes? Eres un niño, un cachorrito de lobo que se atreve a desafiar a una vampiresa como yo.

—Los Solvant son unos cobardes... Te envían a ti porque aparentas ser fuerte... Ellos no dan la cara.

—Ella llegará pronto y te tragarás tus palabras. Y por lo visto, yo también seré castigada.

—¿Por qué no dejas esa vida, Vampi? Noté que no eres común, evitas lastimar a los humanos.

—Soy como todos, en estos cinco años he asesinado más humanos de los que puedo contar.

—Probablemente se lo buscaron —se encoge de hombros y se agacha. Comienza a jugar con la tierra.

—Ahh —grito frustrada.

Él está ahí, agachado, indefenso ante mí y no puedo atacarlo. Tiene razón, ¡soy una débil! Valeria no es así, esto se saldrá de control si no hago algo. El olor de varios lobos llama mi atención y el chico se pone de pie. Se coloca frente a mí en una posición protectora y desafiante, espera a que la manada llegue.

—¡Robert! —grita un hombre, se parece al chico en sus rasgos. Como está ubicado en la posición principal de la manada debe ser el Alfa.

—¡Señor! —responde el aludido con fuerza.

—Aléjate de ella.

—Señor, ella me salvó hace cinco años. Le debo mi vida, perdonémosle la de ella, por favor —esta última frase la dijo en tono de súplica.

Estoy impresionada, paralizada por la valentía de este chico. ¿Se enfrenta a su manada para protegerme cuando sabe que somos enemigos y que ellos no me dejaran ir aunque le haya salvado la vida?

—Muy bien —exclama el alfa. Abro la boca impresionada— Que se vaya, igual la persona que esperábamos está llegando.

Se refiere a Valeria, comienzo a temblar cuando identifico su olor entre los árboles. ¡Mi hermana me va a matar! De eso no hay duda.

—¿Qué esperas? —susurra el chico— Vete. ¡Ahora!

—No puedo —susurro yo también.

—Esa que viene por ahí es una Solvant.

—Te llamas Roberth, ¿cierto?

—Sí.

—Pues te informo que yo soy...

—¡Victoria! —el grito de Valeria me interrumpió y volteé a mirarla.

Sus ojos están completamente negros, lo que indican que está enojada. Bléiser se encuentra a su lado, como siempre, parece su sombra.

—¿Eres Victoria Solvant? —chilla el lobo a mi lado—. A quien van a matar es a mí por protegerte.

—Hey, ¡yo te dije que no lo hicieras! —me quejo.

—Bien, estamos acorralados. Como bien sabes tu hermana no te dejará ir cuando descubra que me dejaste vivir y mi padre tampoco.

—¿Qué sugieres?

—¿Eres rápida?

—No me viste hace cinco años.

—¡Pues corre! —grita y me hala por el brazo.

Ambos corremos a toda velocidad por el bosque. Tanto la manada, como mi hermana y su prometido nos persiguen. ¡Debo haberme vuelto loca!

Sigo corriendo y a medio camino el chico agarra con una mano un conejo en el aire. ¡Qué agilidad!

—Los siento —susurra y sin parar de correr clava sus garras en el interior del animal.

El olor de la sangre me domina, se lo arrebato de las manos. Sigo corriendo, pero absorbo hasta la última gota del pequeño animalito. Él me sonríe y vuelve a agarrar mi mano. Su toque cálido es muy satisfactorio. Siento la brisa golpear mi rostro y no me importa. Estoy siendo perseguida y me siento libre. ¿Este joven será el causante de todos estos sentimientos?

—¿Tienes idea de hacia dónde corremos? —pregunto curiosa.

—Obvio. No te hubiera arrastrado conmigo si no supiera.

Llegamos a un acantilado, me mira con complicidad y lo entiendo, vamos a saltar. Para un humano hacerlo sería un suicidio, pero somos criaturas sobrenaturales, por lo tanto solo será una sobredosis de adrenalina.

—¿Listo? —pregunto retándolo.

—¡Siempre! —grita y saltamos.

En el fondo hay agua, nadamos unos metros hasta que pierdo el contacto con el olor de los persecutores, nos han perdido el rastro. Sonrió, feliz.




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