barrio31

Capitula 4 ¿Salvar o no salvar?

**Dentro del restaurante:**

Tras sentarse, Pato pidió un **menú de parrillada para tres**, una **sopa paraguaya** por persona y una botella de whisky barato.

—No te preocupes por ahorrar, pide más —dijo Pablo con falsa generosidad.

—Aún no cobras tu primer sueldo. Esto es suficiente —respondió Pato, frotándose las manos resecas por el frío—. ¿Es cierto que vienes de las **zonas caóticas**?

—Sí —asintió Pablo.

—Debe ser duro allá —comentó Pato.
—Sobrevivir es lo que importa. Sin carne, comes pan —respondió Pablo con pragmatismo.
—Tienes razón —asintió Pato.

Los tres, jóvenes y de mentalidad abierta, conectaron rápidamente. Pato y Pablo, ambos bromistas y extrovertidos, se llevaron bien desde el inicio. Sin embargo, Pablo notó que David **parecía esforzarse por caerle bien a Pato**.

Mientras masticaba una carne dura y sin sabor, Pablo reflexionó: antes del desastre, la carne de las **Pampas** era famosa mundialmente. Ahora, ni sabía cuánto tiempo llevaba congelada esa carne cara e insípida. Alzando su copa, propuso un brindis:
—El encuentro es destino. A partir de hoy, nos cuidamos mutuamente.

—"Cuidarnos" es una palabra grande. En esta época, si tienes habilidades, comes y bebes bien; si no, ni Dios te salva —dijo Pato con crudeza, alzando su copa—. Pero mantengamos el contacto. El hecho de que te hayas enfrentado a Leo ya merece mi respeto.

—Ja, ¡salud! —rió Pablo.
—¡Salud!
—¡Salud!

Los tres brindaron y vaciaron sus copas de un trago.

—Te sirvo más —David tomó la botella y llenó la copa de Pato—. Oye, ¿alguna novedad sobre mi traslado a administración?

—Eres un zorro —bromeó Pato, cortando su carne con cuchillo y tenedor—. Pablo paga la cena, y tú pides favores.

—Es que no tengo plata —se rascó la cabeza David.
—¿Cuándo la has tenido? —Pato frunció el ceño mientras masticaba—. Ya pregunté, pero no hay vacantes en administración. Y sin dinero... tendrás que esperar.

Pablo, curioso, intervino:
—¿Por qué quieres ir a administración?

—Tiene miedo de morir —respondió Pato sin rodeos—. El año pasado, el informe interno decía que **20 colegas murieron en seis meses**. La seguridad está hecha mierda. Quiere un escritorio seguro.

—Ah, entiendo —asintió Pablo sin sorpresa. Comparado con las zonas caóticas, CABA era un paraíso.

Pato miró a David con tono paternalista:
—David, la sociedad es **ley del más fuerte**. Si no luchas, ¿cómo ascenderás? Incluso en administración, sin contactos, te echarán. Mira al hermano de Hugo: antes del desastre, era un pandillero cualquiera. Ahora, nadie se mete con él en **Constitución**. ¿Quién lo ayudó? Se abrió paso a puñetazos.

—¿Cómo puedo compararme con él? —David sonrió débilmente—. Solo quiero vivir en paz y cuidar de mi madre y mi hermana.

Pato, con un tono de reproche, añadió:
—Te metí en el equipo de investigación pensando que aprovecharías las oportunidades. Pero mírate, lavándole la ropa a los demás y dejándote pisotear.

David bajó la cabeza en silencio.

—Basta, dejemos esto —intervino Pablo.

La conversación derivó en temas más ligeros, y el tiempo pasó volando.

Cerca de las 21:00, David miró otro mensaje en su móvil y anunció:
—Tengo un asunto en casa. Nos vemos mañana.

—¿Otra copa? —preguntó Pablo.
—No, debo irme —dijo David, saliendo apresurado.

Pablo y Pato continuaron bebiendo.

—Pato, fuiste muy duro con David. Le heriste —dijo Pablo.
—Es mi único amigo aquí. Me frustra verlo así. Cuando te acostumbras a arrastrarte, olvidas cómo pararte. Solo quiero que despierte —explicó Pato, agitado—. Pero dejemos eso. Tengo un asunto importante que atender.

—¿Qué asunto? —preguntó Pablo, confundido.

—Analicé a esa chica. No creo que esté con esos cuatro tipos —susurró Pato—. Mi primavera ha llegado.

—¿Qué chica? —preguntó Pablo.
—La que bajó de la jeep —dijo Pato, con una sonrisa de enamorado—. Alta, piernas largas, como una estrella.

—papá, ten cuidado. La seguridad está fatal —advirtió Pablo, incómodo.

—No te preocupes. Voy a intentarlo —dijo Pato, levantándose con una sonrisa pícara y caminando con confianza hacia la mesa.

**Afuera del restaurante:**

David, de pie en la acera, inhaló profundamente su cigarrillo electrónico. Aún guardaba los *Redpoint* que Pablo le regaló, demasiado valiosos para fumarlos ahora. Después de dudar un rato, sacó su móvil manda un mensaje a Pablo. El mensaje anterior era de un colega advirtiéndole que **Leo estaba buscando a Pablo**.

**Dentro del restaurante:**

Pato se alisó el cabello con saliva y se acercó a la mesa de la joven. Con una sonrisa deslumbrante, dijo:
—Hola, ¿cenando con la familia?

La chica, que parecía inquieta y absorta en sus pensamientos, levantó la vista:
—¿Ocurre algo?

—Soy productor de un programa de entretenimiento —improvisó Pato—. Creo que tienes el perfil perfecto para participar. ¿Te interesa saber más?

Al otro lado de la mesa, el **"duende"** murmuró en guaraní a su compañero:
—¿Es el que entrega el paquete?

El compañero estudió a Pato y frunció el ceño:
—No usa el código correcto.

Mientras los dos hablaban, la joven sonrió entusiasmada:
—¡En serio! ¡Qué coincidencia! Estudio comunicación y quiero ser presentadora.

Pato, sorprendido por su suerte, brilló de emoción:
—¡Perfecto! ¿Tienes un número donde contactarte? Podemos coordinar una reunión.

Mientras hablaba, ya le tendía su móvil personal (no el obligatorio de la policía). La joven lo tomó y comenzó a ingresar su número.

El **"duende"** agarró el brazo de la joven:
—Devuélvele el móvil.

Pato, manteniendo la sonrisa, insistió:
—De verdad soy de la televisión. No hay mala intención.

La joven dudó un instante antes de devolver el teléfono:
—Mejor no, gracias.




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