barrio31

Capitulo 5 fanfarronear

Pablo no había prestado atención al grupo de cuatro hombres y la chica, pero tras las palabras de Pato, los observó detenidamente. Los cuatro vestían **chaquetas de cuero gruesas**, jeans y botas viejas, con las manos enrojecidas y agrietadas por el frío.

—No parecen de aca —susurró Pablo, inclinándose hacia Pato.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Pato, curioso.
—El abrigo es excesivo para DABA, y tienen **sabañones** en las manos —explicó Pablo—. Parecen mafiosos de las **zonas caóticas**.
—¿Son peligrosos?
—Prefieren el dinero a su vida —respondió Pablo—. ¿Traes tu **arma reglamentaria**?
—Siempre la cargo —asintió Pato.
—Yo también —dijo Pablo, decidiéndose a actuar.

Mientras hablaban en rápidos susurros, los cuatro hombres ya pagaban y se preparaban para salir con la joven.

—¡Mierda, se van! —murmuró Pato, sudando—. ¿Los enfrentamos?
—Cuidado, podrían estar armados. Yo avanzo primero, tú cubreme —ordenó Pablo, levantándose hacia la salida.

*(Nota mental: Pato, aunque agente de la Tercera Unidad de Investigación, rara vez enfrentaba **casos peligrosos**. Su "experiencia" se limitaba a papeleo; su arma de su cuerpo se usaba más que la de su cinturón. Aun así, el instinto de salvar a la chica lo impulsaba.)*

Al no vestir uniforme (estaban fuera de servicio), Pablo sacó su **nueva placa policial** y bloqueó el camino al grupo:
—**Policía de DABA**. Muéstrenme sus documentos de residencia.

Los cuatro hombres se detuvieron y volvieron lentamente la cabeza hacia Pablo, sus rostros impasibles. La joven, atrapada entre ellos, temblaba con las manos crispadas y el rostro empapado en sudor frío.

—¡Les hablo a ustedes! ¡**Documentos de residencia**, ahora! —exigió Pablo con voz cortante.

El **"duende"** respondió en un español áspero:
—Somos de otra región, comprando suministros. No tenemos permiso de residencia.

—Entonces muestren el **pase de tránsito interzonal** —ordenó Pablo, extendiendo la mano.

—Como ordene —el **"duende"** bajó la mano hacia su bolsillo.

Pablo, con años de instinto de supervivencia en las **zonas caóticas**, retrocedió un paso disimuladamente. Su mano derecha se deslizó hacia atrás, fingiendo ajustarse el cinturón mientras buscaba su pistola.

En el instante en que el **"duende"** tocó su bolsillo, la joven gritó desgarradora:
—¡Sálvenme! ¡Me secuestraron!

—¡**Nadie se mueva!** —rugió Pablo.

Un hombre corpulento a la izquierda del **"duende"** levantó bruscamente la mano, revelando una **granada de fragmentación** sin seguro:
—El pin ya está fuera. Si morimos, **todos morimos**.

—¡Aaah! —gritó alguien entre la multitud.

En segundos, los comensales se arrastraron bajo mesas o corrieron hacia las salidas. **El caos se apoderó del lugar.**

El **"duende"** arrastró a la joven hacia atrás, ordenando con calma glacial:
—Cubridme. Salgo por la cocina.

Pablo, con sudor frío en la frente y la mano derecha en la pistola, gritó al hombre de la granada:
—¡Tranquilo, hermano! ¡Baja eso!

***¡Pum!***

El hombre, al ver que el **"duende"** escapaba, lanzó la granada hacia el grupo de civiles con una sonrisa despiadada.

***¡BOOM!***

Una explosión sacudió el local. Polvo, ladrillos y astras de madera volaron. Tres clientes gritaban, ensangrentados por esquirlas.

Pablo se arrastró hacia Pato, quien ya había volcado una mesa como barricada.
—¿Estás bien? —preguntó Pablo, empuñando su arma con manos estables.
—¡Vivos! —tosió Pato, sacudiendo el polvo de su cabello—. ¡Estos cabrones no juegan!

**Acción táctica:**
Pablo, con reflejos pulidos en las **zonas caóticas**, liberó el cargador de su pistola, lo inspeccionó, lo reinsertó y montó el cerrojo en un solo movimiento fluido.
—¡Cubre mi avance! —ordenó.

Pato disparó rápidamente hacia la posición enemiga. Pablo, agachado, se desplazó lateralmente para ganar ángulo y disparó **dos tiros precisos** al lanzador de granadas.

***¡Pum! ¡Pum!***

El hombre cayó con el cráneo destrozado. **Elección calculada:** Pablo priorizó eliminar la amenaza letal sobre herir.

Al instante, Pablo se replegó tras una columna.

***¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!***

Una ráfaga de balas impactó cerca. Los dos restantes, coordinados, usaron fuego de supresión mientras uno saltaba por una ventana rota. **Evitaron la puerta** —objetivo predecible—, optando por la sorpresa de la ruta lateral.

Al ver que los dos huían, Pablo no los persiguió. En su lugar, empuñó su arma y corrió por las escaleras hacia la parte trasera del segundo piso, seguido de cerca por Pato.

Desde la ventana trasera del segundo piso, Pablo miró hacia abajo y vio al **"duende"** arrastrando a la joven a través de la calle, metiéndose en un callejón entre edificios residenciales.

—¡Pato, llama refuerzos! ¡Yo rescato a la chica! —gritó Pablo mientras abría la ventana y saltaba al frío viento nocturno. Al aterrizar, desplegó una **agilidad sobrehumana**, cruzando la calle en menos de tres segundos. Se plantó solo en la entrada del callejón y disparó al aire.

***¡Pum!***

El **"duende"**, al oír el disparo, arrastró a la joven contra una pared cercana.

—¿Colegas de las **zonas caóticas**? —vociferó Pablo.

El **"duende"** sacó una pistola:
—Sí. Allí nos moríamos de hambre. Vinimos a buscar algo mejor. ¿Cómo nos rastreaste?

—Pura coincidencia —respondió Pablo con honestidad.

—¿Me dejas ir? Tengo dinero. Si aceptas, es tuyo —rogó el **"duende"**.
—La vida es dura allá, lo sé. Pero soy policía. Quiero a la chica, no al dinero —replicó Pablo.

—¡Tengo billetes *y* un lingote de oro! Llévatelo todo, déjame llevarme a la chica —insistió el **"duende"**.
—¡No!

—Bueno… Tómala —el **"duende"** empujó a la chica hacia adelante—. Camina lento. Si te desvías, te vuelo la cabeza.




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