barrio31

Capítulo 6: El regreso de Hugo

Sala de interrogatorios de la Primera Unidad de Investigación Criminal.

Pablo giraba un bolígrafo en su mano derecha mientras preguntaba con suavidad a la mujer frente a él:
—¿Te sientes mejor?

—Mm… —María López se alisó el cabello con dedos temblorosos. Sus ojos aún reflejaban el trauma reciente, y vaciló un instante antes de asentir.

Al notar su estado, Pablo se levantó para servirle un vaso de agua:
—Toma. Si necesitas atención médica, podemos llevarte al hospital.

—Gracias, pero no estoy herida —respondió María, tomando un sorbo corto. Tras una inhalación profunda, añadió—: Puede empezar.

—Bien, comencemos —Pablo se sentó de nuevo, abriendo el protocolo de interrogatorio—:
Datos básicos:
—¿Nombre completo?
—María López.
—¿Edad?
—22.
—¿Sexo?
—¿? —María arqueó una ceja— ¿No es obvio?
—Protocolo por la cámara de registro —explicó Pablo con una sonrisa profesional—. Debo preguntar.
—Femenino.
—¿Domicilio actual?
—… —María dudó visiblemente— Ciudad del Este.
—¿Motivo de tu visita a DABA? ¿Trabajo o residencia?

Pablo, aunque novato, seguía meticulosamente el formulario del protocolo. Cada pregunta buscaba precisión, evitando errores en su primer caso importante.

—Trabajo.

Tras confirmar la información básica, Pablo abordó el núcleo del caso:
—¿Dónde ocurrió el secuestro? ¿Sabes quiénes eran ellos?

—Yo… —María comenzó a responder cuando la puerta de la oficina se abrió de golpe. Hernán, el comisario, entró seguido de Pato, cuya mirada se clavó en María con intensidad sospechosa.

Pablo se volvió al escuchar la entrada y se puso de pie rápidamente:
—Comisario.

—¿En plena labor? —preguntó Hernán con tono neutro.
—Sí, verificando datos básicos del caso —respondió Pablo.

Hernán asintió hacia Pablo antes de extender la mano a María con una sonrisa diplomática:
—Hola, María. Soy Hernán, comisario de esta unidad.

—Hola —María estrechó su mano con educación, aunque su postura seguía tensa.

—Alguien ha venido a recogerte. Puedes irte —anunció Hernán—. Nos encargaremos del caso. Ya hay orden de captura para los fugitivos.

Pablo observó con discreta suspicacia. Hernán no había estado en la escena del crimen, pero conocía el nombre de María y ahora la liberaba sin completar el interrogatorio. Su mirada analizó a la joven: 1.70 metros de estatura, figura esbelta, rostro de rasgos delicados ocultos bajo el polvo y el cabello desordenado. *En esta era de escasez, ¿qué familia podría mantener ese nivel de cuidado?*

Mientras Pato murmuraba sobre "suertudo" y "piel de porcelana", Hernán guió a todos hacia la salida.

En la calle:
Un coche eléctrico con el logotipo de la Oficina de Prensa de DABAesperaba. Varios funcionarios de mediana edad hablaron brevemente con Hernán antes de llevarse a María.

—Espérenme en mi oficina —ordenó Hernán a Pablo y Pato, alejándose para hacer una llamada.

—¿Qué diablos pasa aquí? —susurró Pablo a Pato.

—Tienes la suerte de Midas, novato —sonrió Pato con envidia—. Rescatar a una diosa vinculada al gobierno en tu primer caso... Pero bueno, el talento brilla incluso en el barro.

Pablo respiró aliviado, aunque una pregunta ardía en su mente:
¿Quién es realmente María López?

Minutos después. Oficina del Comisario Hernán.

Hernán palmeó el hombro de Pablo con orgullo:
—¡Prometí ver tus resultados para fin de año, pero me has sorprendido antes de tiempo!

—Tuve suerte —respondió Pablo con modestia.

—¡Excelente, simplemente excelente! —Hernán paseó por la oficina, las manos entrelazadas a la espalda—. El difunto enano se llamaba José Martínez. ¡Un pez gordo con décadas de crímenes! La Policía Federal llevaba años intentando cazarlo en las zonas caóticas. ¿Y quién lo elimina al pisar DABA? ¡Tú! —rió, encendiendo un *Redpoint* que Pablo le regaló—. Mañana en la reunión federal, ¡por fin podré frotárselo en la cara a esos buitres de barrio31!

Pablo escuchó en silencio, analizando cada palabra.

—Pero… —Hernán se desplomó en su sillón, exhalando humo con frustración—. Por protocolo, este caso te ascendería de oficial de tercera a primera clase, incluso a líder de equipo. Pero… —hizo una pausa dramática—. Tu expediente lleva menos de 24 horas en el sistema. Ascenderte ahora causaría… envidias.

Pato intervino bruscamente:
—¡El mérito es de Pablo! ¿Quién persiguió a José? ¿Quién salvó a María? ¡Hechos, no política de oficina! Si temes a los chismes, ¿quién arriesgará su vida por ti después?

—¡Cuidado cómo me hablas, carajo! —Hernán golpeó el escritorio, ruborizado ante Pablo—. ¡Sal de aquí si no puedes controlar esa lengua!

Pato alzó las manos en gesto de paz y guardó silencio.

—Pablito —Hernán recuperó su tono paternal—, el mérito es tuyo. Pero en esta institución… —sus ojos se endurecieron—, las balas vuelan más lento que los rumores. Ascenderte ahora te pondría en la mira. Paciencia.

—Comisario, ya ha hecho mucho por mí. Estoy agradecido —dijo Pablo con una sonrisa humilde.

Hernán reflexionó un momento antes de continuar:
—En un mes, te ascenderé de oficial en prácticas a oficial de tercera clase. Mañana redactaré el informe del caso para la Policía Federal. Con suerte, obtendrás una Medalla al Mérito de Tercer Grado, lo que allanará tu ascenso a oficial de segunda clase a fin de año. —Hizo una pausa estratégica—. Como líder de equipo… aún no estás listo. Necesitas ganar aliados aquí. Por ahora, hablaré con Hugo para nombrarte subjefe interino. No será oficial en el sistema, pero si demuestras capacidad, lo haremos permanente. Además, recibirás 3,000 dólares de bonificación por este caso.

—¡Gracias, comisario! —Pablo hizo un saludo militar perfecto, ocultando su satisfacción bajo una máscara de modestia.

—Retírense —dijo Hernán con un gesto de despedida—. Mañana más.




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