barrio31

Capitulo 13 Tu... pareja también está aquí?

Belgrano 66

Pato observaba las ventanas oscuras del tercer piso:
—¿Tan tarde y Maria sigue sin llegar?

Pablo, impaciente, lo jaló del brazo:
—Vamos arriba. ¿Viniste a admirar fachadas o a ayudarme?

—Ya voy, ya voy —rezongó el visitante, decepcionado por la ausencia femenina—. Es un departamento alquilado, no pretendes convertirlo en la Casa Rosada.

—Hasta un nido de rata necesita orden —argumentó pablo arrojándole un trapo—. Pasa la mopa.

—¡Coño! ¿Un líder limpiando tu pocilga? —Pato cruzó los brazos con drama callejero—. Hermano, te falta perspectiva jerárquica.

—Te voy a invitar algo ricos — Pablo.

—Eso calma mi dignidad herida —concedió el "líder", cuyo historial de flojera crónica hacía de este evento un milagro estadístico.

El dúo trabajó en sincronía: Pato como director de orquesta, Pablo como obrero. Hacia las 21:00, tras múltiples chequeos furtivos de Pato a la ventana (MARiA seguía ausente), llegó el momento de la tregua.

—¿Sigues obsesionado con su paradero? —Pablo arqueó una ceja, limpiándose el sudor con el antebrazo—. El 90% de tu motivación para venir era espiarla, ¿no?

—¡Al carajo tus teorías! ¡Hora de comer —rugió el policía arrojando los guantes de limpieza.

—Vamos al restaurante de Celsa —propuso Pato con brillo gourmet en los ojos.

—Compraré provisiones. Cenamos aquí —contraatacó el anfitrión alcanzando su chaqueta.

—¿Qué clase de "provisiones"?

—Leche. Pan.

—¡Joder! ¿Esclavizas a un líder para cenar pan seco? —el invitado golpeó el trapeador contra el suelo.

—Es práctico. ¿Comes o te largas? —Pablo abrió la puerta con cinismo—. Estoy exhausto para fiestas gastronómicas.

—Eres un animal de carga —escupió Pato derrumbándose en el sofá.

—Añadiré... dos fetas de queso —negoció el policía desapareciendo en la noche.

Epílogo culinario:
La cena fue espartana: leche calentada a fuego lento, pan artesanal y queso de supermercado. Mientras masticaban en silencio, Pablo repasaba mentalmente las estrategias para el próximo interrogatorio a Juan y Pedro.

—Terminamos. Hora de irse —anunció Pablo recogiendo los platos.

Pato eructó con elegancia:
—Me quedo a dormir.

—Hermano, solo hay una cama —replicó el policía con mirada de ¿estás demente?

—Apretados cabemos —Pato se deshizo de sus zapatos pestilentes y se desplomó sobre el colchón.

—¿Viniste por MARiA o por... esto? —Pablo señaló la cama con desconfianza creciente.

—Oye... ¿alguna vez has... experimentado con hombres? —Pato lanzó la pregunta al techo.

—¿Tú sí? —contraatacó el anfitrión cruzando los brazos.

—Yo... he oído historias —el "líder" inició un monólogo sobre relatos de vestuarios y cárceles.

—¡Asqueroso! ¡Silencio! —Pablo lanzó una almohada—. ¿Decidiste irte o no?

—Demasiado noche. Aquí me quedo —bostezó Pato quitándose los jeans .

Pablo yacía rígido como tabla, las imágenes mentales del relato de Pato danzando en su cerebro.

—¿Atrapaste a los falsificadores? —Pato.

—Dos cabecillas —respondió Pablo.

—Hugo debe estar eufórico —la voz de Pato goteaba veneno—. Ese hijo de puta actúa de caballero, pero sus manos huelen a azufre.

—Noto cierta... animosidad —observó Pablo, recordando anteriores diatribas.

—Es una larga historia. Pero aléjate de ese psicópata con insignias —advirtió Pato girándose bruscamente.

—Primero aleja tu pierna de mi espalda.

—Eso no es una pierna...

—¡Toc toc!

—¿Quién es? —preguntó Pablo desde la cama.

—Soy yo, MARiA —respondió la voz melodiosa tras la puerta.

Pablo se envolvió en una bata antes de abrir, revelando a MARiA con mejillas sonrosadas por el frío nocturno:
—¿Tienes agua caliente? Mi calentador se rompió...

—Claro, espérame —Pablo tomó el hervidor eléctrico, evitando mirar el desastre humano llamado Pato que se acercaba en ropa interior.

—¡Hola MARiA! —saludó Pato estirándose como oso perezoso.

La recién llegada palideció al conectar los puntos:
—¿Tu... pareja también está aquí?

¡Crash!

El hervidor casi cayó de las manos petrificadas de Pablo.

Abajo de Belgrano 66
Una moto negra ronroneaba en la sombra. El pasajero señaló hacia el tercer piso:
—Diego confirma dos objetivos en el apartamento.

—¿Dos? —el conductor ajustó su casco.

—Afirmativo.

—Que continúe la vigilancia. Actuamos cuando el halcón esté solo.

El vehículo se fundió con la noche, dejando tras de sí un rastro de conspiración.




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