barrio31

Capitulo 15 Nombre? ¿Fecha?

Pablo se agachó y arqueó el cuerpo hacia atrás con fuerza.

—¡Bang!

El impacto hizo retroceder dos pasos al matón. Pablo alzó las manos en gesto de paz:
—¡Calma, hermano! Negociemos como adultos.

El atacante, aún sosteniendo el machete, lo miró con incredulidad:
—¿Sabes kung-fu?

—Soy solo un policía de barrio —respondió Pablo con el sudor frío empapando su espalda, dirigiéndose a Martín—. Patrón... Barrio 31 abarca más de siete millones de km². Hay capos, héroes de guerra, fantasmas con medallas... Yo solo soy un peón. Este caso está fuera de mis manos. ¿No le parece?

Martín frunció el ceño, evaluando cada palabra, antes de ordenar:
—Baja el arma.

Luego clavó sus ojos en Pablo:
—Si no puedes resolverlo, dime: ¿quién sí puede?

Pablo respondió con detallada precisión:
—La orden vino directamente de la Comandancia General de Policía: erradicar las redes de medicamentos falsos en el distrito Flores bajo supervisión del Comisario Hernán. El Capitán Hugo de la Unidad de Investigación Criminal 1ª me dio tres meses para cerrar el caso.

Los presentes intercambiaron miradas de desprecio ante su falta total de integridad.

—Patrón —añadió rápidamente—, si convenciera a los altos mandos con estos billetes —señaló el dinero—, podría reabrir el caso. Alterar evidencias, liberar a sus familiares... Todo sería posible.

—Eres más astuto de lo que aparentas —Martín soltó una risa cargada de ironía.

—Solo soy un peón —Pablo inclinó la cabeza—. Sobrevivo sin ofender a nadie.

Tras un silencio calculador, el anciano ordenó:
—Déjenlo ir.

Los cuatro matones apartaron el camino con miradas que podrían perforar acero.

—Aunque no pueda liberarlos —giró Pablo antes de marcharse—, aseguraré su bienestar en nuestra custodia.

Martín parpadeó sorprendido antes de reír con genuino humor negro:
—Aprecio tu... dedicación profesional.

—Servicio completo —Pablo desapareció en la calle con una sonrisa que habría hecho sonrojar al diablo.

Tras la partida de Pablo, uno de los matones se acercó a Martín:
—Ese cabroncito no tiene agallas. Es una rata cobarde, no podemos confiar.

El anciano negó lentamente:
—No es cobardía, es cálculo estratégico.

El subalterno arrugó la frente en señal de incomprensión.

—Un cobarde de verdad se habría orinado al vernos —explicó Martín con voz pedagógica—. ¿No captaste su mensaje cifrado?

—¿Qué mensaje?

—Este caso no es su obra —señaló hacia el edificio de la comisaría—. Hernán y Hugo mueven los hilos. Él solo es el títere que evita convertirse en chivo expiatorio. Por eso los delató sin pestañear.

—¿Entonces su alianza con Hugo es... ficticia? —el matón conectó los puntos—. Si lo ascendieron, quizás para...

—¡Bingo! —interrumpió el patriarca—. Esta "operación anticrimen" huele a guerra de mercados. Otro cartel de medicamentos falsos está invadiendo nuestro territorio. Competencia desleal.

—¿Plan de acción?

—Pablo es callejón sin salida —Martín abrió la puerta de la camioneta—. Al todoterreno. Rastrearemos este nuevo jugador. Solo así liberaremos a Juan y Pedro.

Tras escapar de la trampa, Pablo regresó a la comisaría a toda velocidad. Sin perder un segundo, se dirigió a la oficina de Hugo para relatarle cada detalle del encuentro con Martín, observando atentamente cada microexpresión del capitán.

—Son hienas con licencia para matar —Hugo apretó los puños sobre el escritorio—. Extremará sus precauciones. Yo asumiré la responsabilidad pública de la operación anticrimen. Que vengan por mí.

Las palabras resonaron con una integridad que sorprendió incluso a Pablo. Por primera vez, sintió que su superior podría ser un aliado genuino.

Sala de interrogatorios
Manuel reinició el interrogatorio a Juan y Pedro con renovada urgencia. Cada minuto contaba ahora que sabía que otros ojos los vigilaban.

En un movimiento paralelo, Manuel —incapaz de contener su frustración— arrastró a los detenidos al sótano blindado, zona ciega de cámaras.

—¡Reconozcan a sus superiores! —rugió descargando una linterna táctica contra la pared metálica. El eco retumbó como trueno.

Los traficantes intercambiaron una mirada de acero. Ni gritos, ni amenazas, ni "persuasión física" lograron quebrar su código del silencio.

Sin alternativas, Pablo centró sus esfuerzos en los dos secuaces de Juan capturados, aunque su conocimiento era periférico.

Sala de interrogatorios
El humo del vapeador de Pablo formaba espirales sobre la mesa mientras presionaba al joven detenido:
—Tu información es basura reciclada. ¿Cómo esperas que reduzca tu condena?

—¡Lo he contado todo! —el chico temblaba—. Con nuestro arresto, el cartel habrá reubicado fármacos y personal. Mis datos son obsoletos.

—Subestimas el métodos persuasivos de Manuel —Pablo se levantó con falsa indiferencia—. Que él termine esta charla.

—¡Espere! ¡Pensaré más! —su voz quebró ante el terror psicológico.

—¡Decide rápido! ¡Llevo 14 horas sin comer! —el policía aprovechó la grieta en su resistencia.

1 minuto después
—¡Lo recuerdo! —el prisionero golpeó su frente—. Antes del arresto, Pedro mencionó por teléfono que un pez gordo del proveedor visitaría Daba pronto.

Pablo se inclinó hacia adelante, ojos brillando:
—¿Nombre? ¿Fecha?

...

Almacén abandonado - Distrito Flores
Un hombre harapiento con olor a alcohol barato hablaba por un móvil quemado:
—¿Controlan la situación? Mi capital está congelado en esa mierda química. Necesito vender 300 kilos YA.

La voz de Martín resonó con estática:
—Me voy . Negociaremos cara a cara.




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