Al cielo se le terminó el color, la oscuridad no es tan profunda desde que la tinta cambió de dirección. Tal vez no importa cuántas veces lo haya intentado, los pasos de dos almas distintas y confundidas provocan todo y a la vez nada.
Estoy en un mundo que no conoce el control, estoy parado en tierra que no me pertenece. No me siento bien hablando con personas que no entienden la forma en la que quiero que todos desaparezcan.
Atrapado entre cientos de voces que me dictan la teoría más concreta acerca de todas las plagas que rodean a las plagas. Creando frases que nadie va a leer jamás.
Cuando algo se rompe en mí, los más violentos terremotos sacuden los árboles. Cada letra que escribo se evapora, mis gritos se convierten en rayos que golpean el suelo con fuerzas sobrenaturales. Mis lágrimas generan lluvias que duran años, y cuando la lluvia inunda todo el valle, la tierra que está debajo, deja de buscar oxígeno, sacrificando todo lo que en ella habitaba.
Es el proceso de destrucción más constructivo que existe, como cuando los bosques se queman y vuelven a nacer.
Estoy tratando de prenderme fuego, para ver si así vuelvo a nacer. Quiero que a mis cenizas se las lleve el viento.