Apenas el sol se asomaba detrás de los cerros de aquel tranquilo lugar, despertando a los animales del pequeño establo, Bastián con un pequeño equipaje se encontraba contemplando los rayos que iluminaban la oscuridad de una adormecida noche que se retiraba. Valentina bostezó observando con cautela al hechicero que permanece serio mirando el horizonte.
—Espero que tengan un buen viaje —habló el pequeño espantapájaros con un dejo de tristeza.
—Ya sabes que hacer —señaló Bastián sin mirarlo.
—Sí, amo, seguiré cuidando la casa y los animales, todo seguirá funcionando en su ausencia y esperare su regreso —respondió Mariet inclinando la cabeza.
—Cuídate —agregó Bastián sonriéndole con cierta ternura— Vamos, Valentina, es hora de irnos.
Dicha estas últimas palabras le dio la espalda e inicio el camino. La mujer reaccionando giró hacia la criatura y con una sonrisa agregó:
—Fue un gusto, gracias por la hospitalidad, espero algún día que nos volvamos a ver —y apenas terminó corrió detrás de Bastián que había avanzado bastante durante esos segundos.
A Mariet le hubiera gustado haberle respondido "espero volver a verla, señorita" pero tuvo la amarga sensación de que la sonrisa y la palabra "Cuídate" de su amo era una última despedida. Cerró los ojos, hasta ahora había hecho un buen trabajo, pero no era más que una criatura creada con una parte del alma del hechicero y obedecer era su tarea, tal vez su única tarea, fuera por él le hubiese gustado oponerse a su idea y convencerlos de quedarse en aquel lugar. Observó el cielo azul, el viento que mueve las hojas de los árboles y al escuchar el ruido de los animales que despiertan giró su atención a su hogar.
—¡Señor Castell! ¿Puede esperarme? —reclamó Valentina apenas había logrado alcanzarlo, sintió que aquel había caminado más rápido de lo habitual cuando sabía que ella lo seguía.
Bastián giró observándola con tanta fijeza que la incomodo y perturbó sin darle tiempo de pensar en que decirle. La verdad es que el hechicero aun dudaba de llevarla con él, sabe que es complicado llevar a un no mago a terrenos peligrosos, pero la necesita, aun cuando expone la vida de ambos debe llegar a ese preciado tesoro. Arrugó el ceño, si tan solo hubiera otra forma más fácil no tendría que cargar con ella. La hubiese mandado lejos o.… tal vez que se hubiera quedado con Mariet, hubiera vivido encerrada toda la vida, pero a salvo y tranquila, mucho mejor que en esas esferas en que los guardianes terminarían por condenarla. Carraspeó indeciso y volcó su mirada al cielo como si en aquel pudiera encontrar la respuesta.
—¿Señor Castell? —escuchó la voz de la mujer.
No pudo evitarlo y se puso a reír ante la sorpresa de la joven bibliotecaria, luego la miró otra vez, pero con una expresión distinta a la anterior.
—Puedes llamarme Bastián, sé que soy mucho mayor que tu pero no es necesario tanto formalismo, Valentina —y entrecerró los ojos en una actitud tan amable que la sorprendió.
—Bastián... —repitió y no pudo evitar sentirse incomoda ante el uso de tal familiaridad.
El hechicero se quedó mirándola con gesto divertido antes de tomarla de la cintura y atraerla hacía él. Y antes de que ella reclamara, pues arrugó el ceño por aquella falta de cortesía, habló.
—Cierra los ojos, así la magia de traslado te mareara menos ¡Motus!
Valentina no alcanzó a replicar cuando sintió que el espacio a su alrededor desaparecía tal como si de un momento a otro se encontraran en un vacío de imágenes y sonidos alborotados. Bastián tiene los ojos cerrados como si estuviera concentrado. Recordando sus palabras, cerró los ojos aun ante la curiosidad de ver todo aquello que produce ruidos extraños y estrafalarios. En eso sintió piso bajo sus pies y al sentir que Bastián la liberaba de su abrazo abrió los ojos.
A su alrededor varias casas y posadas despiden humo por el frio del lugar, a pesar de que hay sol el frio a la sombra resquebraja la piel. Varios hombres y mujeres pasean ocultando sus rostros y algunos con la cara quemada u otra deformidad no parecen temer en esconder sus identidades. La tierra húmeda y la paja suelta se pegan en sus botas, y los árboles secos es lo único "verde" del lugar, el cual parece un paisaje gris y triste. El olor mezcla a pan recién hecho y estiércol de caballo incomodan.
—¿Qué lugar es este? —pregunta la mujer con cautela.
—Insurrecto, el pueblo de los crímenes —le respondió sin detener sus pasos.
—¿Criminales? —abrió los ojos asustada.
—Así es, te pueden dar información valiosa como hacer pactos con la muerte, cambiarte de rostro, poder soportar el fuego, y hasta crearte un clon propio —agregó—. Es excitante ¿No lo crees?
Le sonrió emocionado, Valentina arrugó el ceño ¿Que puede parecerle de excitante un lugar como ese? Por ir distraída chocó con un caballo, pero al girarse el animal la miró con sus nueve ojos, dio un salto espantada. Bastián suspiró y tomándola por los hombros la empujó para que no detuviera sus pasos.
—¿Acaso nunca has visto un caballo? —la reprendió.
—Claro que sí, pero no uno con nueve ojos —le recriminó la mujer.
—Un caballo con nueve ojos es mucho mejor que uno solo con dos —alzó sus hombros y se adelantó caminando sin entender por qué se asusta tanto con algo que tiene tanta lógica.
—Supongo... —respondió sin estar del todo segura de esa afirmación.
Entraron a una vieja y descuidada posada de madera y barro. Adentro el sonido de un ruidoso piano no se detenía mientras las voces altas apenas dejaban escuchar un ruido más, es como si estuviera a punto de reventar con todo aquel bullicio. Las mesas redondas de madera lucen limpias, a pesar del desorden, y la cantidad de comida extrañas y olores desconocidos marean a Valentina que solo camina siguiendo cada paso de Bastián con temor de perderse en ese bullicioso lugar.
—¿A quién buscas aquí? —le preguntó curiosa.
—A nadie, solo me dio sed —respondió con inocencia.
Editado: 12.11.2024