—¿Qué piensas hacer cuando tengas el poder que tanto buscas? —preguntó Valentina sin mirarlo mientras la fogata que han encendido danza con libertad alejando el frio y la bruma nocturna que deambula en el bosque. Observó sus pies enrojecidos luego de haber caminado por varios días.
Luego de hablar con el oráculo y sin lograr descifrar sus palabras habían viajado a un lugar rocoso llamado Calfuray. Se había hecho de noche y el implacable frio los obligó a buscar refugió en una de sus innumerables cuevas. Aquel paisaje de solo rocas y árboles secos resultaba ser deprimente, Antes de responderle, el hechicero sacó de su bolso unas especies de masas blancas de sabroso sabor que es lo que los ha alimentado durante el viaje, a pesar de ser pequeños cumplen con la cualidad de llenar sus estómagos.
—Matar a quienes no alcancé a hacerlo porque me mandaron a prisión —respondió el hechicero con la mirada fija en el fuego haciendo que sus pupilas, por el reflejo, lucieran rojas.
—¿Lo dices en serio? —lo observó estupefacta la mujer. Recibiendo un par de masas dulces de manos del hechicero.
—Sí —dirigió una fría mirada a la mujer. Solo unos segundos mantuvo esa seriedad antes de reírse—. ¿Te lo creíste? ¡Qué ingenua! La verdad es que buscó algo más allá de lo que pudieras imaginar.
Se puso de pie extendiendo sus manos emocionado sin poder explicar lo que quería decir. Cruzó los brazos y se puso pensativo y no habló hasta encontrar las palabras que necesitaba.
—Imagínate tener conocimiento de todo, ciencias, historia, extender tus palabras en el mundo, que nada sea imposible ni alcanzable, la capacidad de curar todo tipo de enfermedades.
—Suena genial…
—Y también lo quiero para evitar que vuelvan a herirme —terminó la frase sonriendo con tristeza—. En este mundo los poderosos pueden destruir la vida de los más débiles, se necesita que alguien pueda protegerlos.
Bastián no pudo evitar mostrar resentimiento en su mirada, pero desvió su atención sentándose otra vez en el piso de tierra. Se siente un poco frustrado al recordar su pasado, la condena, la injusticia, más aún considerando que su sueño es demasiado ambicioso, para un huérfano como él que no proviene de una familia de magos.
—Supongo que sí, es tu sueño está bien que quieras alcanzarlo —agregó Valentina con la mirada fija en la fogata.
El hechicero la quedo mirando un momento antes de sonreír. Se sentó a su lado con curiosidad y con tanta fijeza que la mujer avergonzada desvió la mirada, tenerlo tan cerca le hace inevitable no sentir su aroma y recordar los “besos” que le ha dado durante la búsqueda, aunque sabe no fueron precisamente con esa intención, el primero para darle un hechizo de protección y el segundo para poder respirar ante la presencia de un maligno jinete.
—¿Cuál es tu sueño? —le preguntó Bastián de repente.
—¿Qué? —respondió reaccionando, con sus ojos fijos en los labios de aquel hombre.
—Si no me cuentas tu sueño te prometo que te besare —señaló levantando las cejas con aire de malicia.
—No, no yo no…
Valentina se puso de pie, turbada, de inmediato alejándose de él. Intentó que no notara lo nerviosa que se sintió con sus palabras, pero le fue imposible, lo notó cuando el hechicero sin aguantar más se echó a reír. Molesta arrugó el ceño dándole la espalda.
—Vamos cuéntame tu sueño —le insistió intentando lucir serio a pesar de que se le está haciendo difícil.
La joven desvió la mirada con los brazos cruzados.
—Cuando era una niña siempre me sentí como el bicho raro de la escuela, y bueno mis compañeros ayudaban a que me sintiera así, mi mundo eran los libros, mi forma de huir, de esconderme, mi padre antes de dejarnos siempre me decía “En el mundo siempre hay un lugar especial para todos” y yo soñaba que ese lugar era como una especie de jardín secreto —se dejó caer al lado de Bastián que la observaba con seriedad—. Será tonto, pero aun hoy sueño con que ese lugar especial para mi existe, y algún día lo podré encontrar.
Guardó silencio mirando el fuego de la fogata. Bastián entrecerró los ojos antes de girar y abalanzarse sobre ella dejándola atrapada entre su cuerpo y el suelo. Anonadada Valentina lo quedo mirando sin entender lo que hace ¿Por qué esa reacción tan brusca así de repente?
—Prometí besarte si me contabas tu sueño —le habló con cierta malicia y sus ojos fijos en las confundidas pupilas de la mujer. Su tono de voz audaz la confunde aún más.
—¡Oye que! ¡No era al revés? —la joven atónita no pudo evitar que su atención se quedara detenida en los labios de aquel hombre luego reaccionando movió la cabeza—. No es necesario no…
—¿Acaso no lo quieres? —le susurró en el oído y sintió su tibio aliento recorrer su cuello.
Le es difícil poner resistencia a pesar de que su razón le recuerda que ella no debe ser una mujer que se deje llevar con tanta facilidad por un hombre como él, por alguien que es calificado como un criminal. Pero antes de separarlo, antes de decir que se detuviera sintió como el hechicero besaba su cuello produciéndole una sensación extraña en todo su cuerpo.
—¡Bastián! —exclamó apartándolo de golpe ante la expresión sorprendida del hechicero. Se quedaron mirando sin saber que decir, la verdad es que él tampoco entiende porque se está comportando así.
Se siente extraño, sí puede ser un bribón, pero no a ese nivel, se tocó la cabeza sintiéndose mareado y al girar a su alrededor vio una pequeña planta de flores lilas escondidas en un rincón de la cueva. Refunfuñó al verla ¿Cómo ha caído con algo tan tonto como eso?
—Ignis —dijo levantando su mano y quemando las flores.
Aun se siente aturdido y ante el rostro confuso de Valentina agregó.
—Es una caléndula lila, un afrodisiaco potente que hace subir la libido hasta perder casi el control, lo siento —se disculpó serio aun con dolor en la cabeza.
—Está bien, pero podrías salirte de encima...
Editado: 12.11.2024