Bastián y Valentina avanzan por el oscuro túnel. El hechicero lleva una bola de luz que ha formado con su magia, el lugar fue construido de ladrillos de piedra desde el cielo hasta el suelo. Ningún ruido llega hasta ellos así que no saben lo que podría estar pasando con Asterus. Solo sus pasos rebotan por las paredes y se devuelven a ellos, ninguna palabra sale de sus bocas.
—¿Hasta dónde nos llevara este túnel? —preguntó la joven preocupada luego de avanzar sin ver el final de este.
—Saldremos cerca del mar —respondió el hechicero metido en sus pensamientos, preocupado de haber metido a Asterus en problemas.
—Así que Vestania es la Atlántida... no pensé que realmente existiera, triste final para toda esa gente —señaló Valentina suspirando.
—Sembraron lo que cosecharon —respondió Bastián sin mirarla—. El odio, la guerra y la venganza los llevaron a eso, imagínate una pequeña isla en que hechiceros se atacan de un lado a otro, esa magia llena de rencor, sedienta de sangre, infectó todo el lugar lo que provocó la erupción y luego el hundimiento de aquel lugar. Y todo por el egoísmo de bandos rivales enfrentados por un trono y una corona.
—Por poder —murmuró Valentina—. El poder siempre corrompe...
Detuvo sus pasos y eso provocó que el hechicero se volteara deteniendo su mirada en ella, es claro que ese mensaje va hacía él que está en busca de hacerse más poderoso. Ambos se quedan en silencio contemplándose con una seriedad que no da a lugar las palabras. Hasta que una enorme araña se atraviesa provocando el susto de Valentina que da un salto hacia atrás a punto de caerse.
—¡Justo lo que buscaba! —sonrió Bastián tomando la araña entre sus manos.
—¿Vas a seguirla para que nos ayude a salir de aquí? —preguntó Valentina temerosa recordando haber visto esto en una película.
—Eh... la verdad es que pensaba comérmela —se ríe y ante la expresión de asco de la bibliotecaria agrega de inmediato—. Pero es buena idea, vamos a pedirle que nos ayude a salir de aquí.
Abre las manos dejando ver la enorme y peluda araña, el hechicero la observa fijamente. Arruga el ceño en forma amenazante fijándose en todos los ojos de la criatura.
—Ya has oído araña, la chica te ha salvado de ser mi comida, llévanos a la salida —exclamó y ante la sorpresa de Valentina el arácnido pareció entender ya que dio un salto y avanzó adelante de ellos—. Vamos sigámosla.
La siguieron a través de los largos pasillos avanzando en un camino que parecía interminable. El hechicero camina con seriedad sin quejarse ni reclamar por el camino que no acaba, por lo que a pesar de los gruñidos de su estómago extrañando la contundente cena anterior, guarda silencio. Lo malo es que ni siquiera hay algo con lo cual distraerse, solo piedras y piedras.
Pero la claridad poco a poco empiezo a llegar hacia ellos, al fin lograron ver la luz que se colaba a través de los oscuros túneles. La araña se detuvo en la salida y giró hacia ambos.
—La salida —exclamó Bastián sonriendo y caminando hacia afuera—. Vez te dije que...
Y desapareció de repente de la vista de Valentina. La joven bibliotecaria corrió preocupada al ver que paso hasta que notó que el túnel terminaba en un acantilado. Asustada miró hacia abajo, pero Bastián parado a unos metros en el aire solo se mantiene serio con los brazos cruzados.
—¿Estás bien? —le preguntó preocupada aun sintiendo el corazón desbordado, por un momento pensó que había sido su final.
—¡Maldita araña, trataste de matarme! —exclamó el hechicero enfurecido.
El arácnido al sentirse aludido corrió hacia dentro de la cueva. Bastián no se demoró en nada en volver a la cueva y en cuanto puso el pie en ella se echó a correr detrás de la araña.
—¡Vas a ver que cuando te pille te voy a comer! —le gritó persiguiéndola.
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Arturo Dagora alzó sus cejas girando alrededor de Asterus que sentado en una silla en dirección al respaldo no dejaba de mirarlo con una seguridad que impacienta al guardián. Ambos parecen no llevarse muy bien, o es así como lo sienten el resto de los presentes ya que el tenso ambiente no pasa desapercibido.
—Bastián Castell huyó —repitió Arturo como si con ello pudiera hacer cambiar de opinión al morfog, como viejo amigo de Bastián sabe que nunca le negaría su ayuda—. Iba junto a una mujer de cabellos oscuros y bonitos ojos marrones, se la lleva como rehén ¿Sabes que la vida de esa joven corre peligro en manos de aquel criminal? Si lo ayudas serás tan culpable como él de lo que le pueda pasar. ¡Declara! ¿Dónde se han ido?
—No los he visto —respondió el morfog con tranquilidad cruzando los brazos —. ¿Cuántas veces debo repetírtelo?
Arturo sonrió con amabilidad, aunque por su expresión parece molesto ante la altiva actitud de su interrogado. Bajó su cabeza a la altura del morfog con cierto gesto altanero.
—Es parte del protocolo —exclamó amenazante.
Asterus sonrió con ironía sabiendo que eso le molestaría, sin embargo, hay rencor en su mirada y eso Arturo lo nota claramente, por lo que solo arruga el ceño sabiendo que aún hay resentimientos del morfog hacia lo que pasó en ese entonces.
—No me extraña esa ansiedad de volver a encerrar a alguien, que una vez fue amigo de ambos ¿No crees que ya hiciste suficiente? —señaló el morfog entrecerrando los ojos intentando leer su expresión.
El guardián lo contempló sorprendido antes de sonreír otra vez y colocó ambas manos sobre los hombros del empresario hotelero, por la forma como lo agarró con sus manos es claro que no está de acuerdo con eso.
—¿Sabes lo difícil que es para un guardián encontrar a una compañera? —aprisionando sus hombros con mayor fuerza—. Solo alguien que tenga tu misma aura y misma energía puede serlo, sino el desequilibrio puede matarlos...
—Leonor no volverá a la vida, hagas lo que hagas —tensó su rostro, tantos años y aún sigue buscando venganza por la muerte de su mujer, a parte que el culpable fue condenando a una eternidad de encierro.
Editado: 12.11.2024