Bastián Castell

Capítulo 12

Una fuerte esfera de luz se formó en la mano del hechicero ante la expresión estupefacta de Arturo que debido a la cercanía está consciente de que no podrá esquivarlo, apretó los dientes endureciendo su mirada fijándola en los fríos ojos de Bastián que parece dispuesto a acabar con él. Se siente patético de terminar de esta forma en las manos de un traidor y asesino que una vez consideró como su amigo. Pero sin que él ni el hechicero se lo esperaran, antes de atacarlo, Valentina agarró el brazo de Bastián desviándolo el golpe hacía el cielo.

 

El hechicero de inmediato desvió su atención con rencor hacia la mujer que sostiene en sus brazos, sin embargo, la mirada de terror, de dolor y tristeza que recibe de parte de ella lo descoloca. Entrecerró los ojos dirigiéndose otra vez a Arturo, el guardia quien aprovechó el ataque desviado se ha alejado unos metros, lo suficiente para esquivar cualquier ataque.

 

Bastián aprieta los dientes, molesto y desciende con brusquedad hacia la cubierta del barco y apenas posan sus pies en el suelo aleja a Valentina de su lado colocando de inmediato sus manos en el piso.

 

—¡Motus! —grita y al hacerlo una luz los rodea a todos haciendo desaparecer el barco con su tripulación completa ante la mirada estupefacta de los guardianes. Hacer algo como eso se requiere de un enorme poder y supuestamente Bastián lleva una condena que debería impedirle usar ese tipo de hechizos.

 

Arturo aun confuso, arruga el ceño y empuña sus manos al ver que han huido, pero sobre todo por Valentina. De una u otra forma debe buscarla y alejarla de Bastián, de una u otra forma debe recuperarla y volver a encerrar a ese criminal en el lugar de donde jamás debió salir. Porque algo le dice que ella si es Leonor, que al fin su alma ha vuelto a la vida, y no piensa perderla otra vez.

 

—Señor... —murmura uno de sus hombres, pero al notar la expresión de Arturo, su mirada de odio guardó silencio de inmediato.

 


**********BC************


Aparecen lejos y Bastián cae al suelo escupiendo sangre. Cierra los ojos colocando su mano en el vientre y es evidente que el dolor que siente es insoportable. Vuelve a escupir sangre ante la mirada atónita de todos que asumen que es a causa de la condena a la que está atado, aquella que le impide usar hechizos poderosos, pero como él acaba de hacerlo forzando al máximo su cuerpo para liberarse de esa atadura al final terminó por causarse un daño interno grave. Preocupada Valentina se acerca al hechicero para ayudarlo.

 

—¡Aléjate! —le grita Bastián al ver sus intenciones.

 

La joven detiene sus pasos, estupefacta, pero no por su grito, sino por la mirada de odio de aquel rostro, un asco hacia ella, un rencor hacia una mujer que Valentina está segura de no serlo. Tragó saliva cerrando los ojos sintiendo la injusticia de recibir un odio que no siente que merece, una condena de un crimen que no ha cometido.

 

—No soy ella —exclama sin mirarlo con rabia en su voz—. ¡No soy Leonor!

 

Y alejándose de la mirada de todos se abrió paso hasta que el hechicero la perdió de vista ¿Pero es que acaso pueden existir dos seres con la misma aura? El aura es única y solo una reencarnación a otra puede traspasársela sin embargo sabe que no es justo tratarla así por una probable vida anterior. Bastián bajó la mirada, no fue su intención, la verdad es que lo dijo sin pensarlo, no quiere hacerle daño, pero desde que Arturo habló seguro de que Valentina es la reencarnación de Leonor inconscientemente sintió rechazo a ella. Movió la cabeza cerrando los ojos, debe ir detrás y pedirle disculpas por gritarle.

 

—Si ella se suicidó, Valentina tiene razón —habló con seriedad Asterus ayudando a Bastián a levantarse del suelo.

 

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó la capitán pirata endureciendo su expresión porque la verdad consideraba injusto que se culpara a Valentina de un crimen que cometió su supuesta vida anterior.

 

—Quienes cometen suicidio no pueden reencarnar —respondió el morfog tensando su rostro—. Sus almas son enviadas a Creote, la isla de los condenados, y ahí permanecerán hasta el final de los tiempos.

 

Marcela arrugó el ceño y luego contempló al hechicero que sigue con la mirada perdida. En su interior aun le cuesta creer que Valentina sea Leonor, la misma que lo traicionó y jugó con sus sentimientos, y aunque en un principio quiso fingir no darse cuenta la verdad es que sí había notado que el aura de la joven cada vez se parecía más a la de la mujer que una vez amó.

 

—Bien, iremos a esa isla —exclamó la pirata con seguridad.

 

—¿Estas loca? —Asterus abrió los ojos preocupado—. Las almas en ese lugar están tan desesperadas por un cuerpo que corres el riesgo de ser poseída y...

 

—Si con eso este imbécil deja de culpar a esa pobre mujer valdrá la pena —la mirada fría de Marcela se detuvo en el rostro de Bastián que la observaba sorprendido.

 

—De todas formas, no hay como llegar a ese lugar —la interrumpió Asterus tenso.

 

—Sí, con una llave siempre hay posibilidades —dijo volteando su atención hacía el lugar en donde Valentina se acababa de retirar.

 

La joven bibliotecaria observaba el océano con expresión dolida. La verdad es que ni ella estaba segura de sus palabras "¡No soy Leonor!" Pero ¿Qué tal si lo hubiese sido en su vida anterior? ¿Fue capaz alguna vez de traicionar tan vilmente al hombre que la amaba llevándolo a una condena de por vida? ¿Casándose con el amigo que también lo traicionó? Apoyó sus sienes en sus manos intentando buscar una explicación que sabe que no encontrara.

 

—¿Como te sientes? —preguntó Asterus apareciendo detrás.

 

—No lo sé —le respondió sin mirarlo—. Estoy tan confundida con todo lo que está pasando, tengo tanto miedo de ser... ella.



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En el texto hay: magia, hechiceros, romance

Editado: 02.12.2021

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