Bastián Castell

Capítulo 18

Intenta soltarse de las amarras y no lo logra, de una u otra forma debe huir de ese lugar. Levanta su mirada hacia los largos ventanales y al alto cielo de aquella casa que sería inalcanzable para ella, las largas cortinas de terciopelo llegan hasta al suelo, y la decoración elegante le dan un aspecto acogedor, aunque para ella eso es lo que menos siente. Hay enorme escritorio cerca de los ventanales, y gran cantidad de papeles encima de este y mapas pegados a la pared. Libreros a los costados, lleno de textos de larga data.

—¿Que planean? —preguntó la joven apretando los dientes para simular la angustia que siente al estar atada y en manos de estos individuos.

Arturo la quedo observando, se acercó tomándole el mentón ante la sorpresa de la mujer que sigue atada a la silla. Aquellos ojos transparentes, su expresión, su cabello se reflejaron en los vacíos ojos de aquel hombre, no hay expresión en él para entender sus intenciones, recuerda que aquel guardián sigue creyendo que ella es Leonor, y aunque sabe que eso significa que fue el marido de dicha mujer no hay atisbo en su mirada de un gesto de preocupación.

Valentina angustiada, agotada de su extraña mirada, quiso evitarla, pero Arturo le sostuvo de la barbilla con dureza y levantó su rostro con una frialdad inentendible soltándola con brusquedad.

—Guarda silencio —y dicho esto le dio la espalda dolido.

La joven apretó los dientes, estuvo a punto de gritarle que la dejara libre que según Bastián le contó que ella ya no es una llave, pero contuvo sus ansias, al notar que decirlo pondría su vida tal vez en un mayor peligro, aquel tipo Fredeck según el relato del hechicero quería una llave, y si descubre que ella ya no lo es hasta podría matarla.

—¿Qué haces? —los interrumpió el padre de Arturo entrando al lugar.

El hombre viste un elegante traje militar al igual que su hijo, parece que se están preparando para una especie de evento. El guardián contemplando a su padre, quien acababa de abrir las puertas y entrar a la sala, desvió la mirada resoplando con fastidio y luego con seriedad respondió.

—Solo lo esperábamos, señor —habló Arturo.

Su padre alzó las cejas sin decirle nada. Se acercó a Valentina abriéndole los primeros botones de la blusa, aquella tensó su semblante sin saber qué es lo que busca.

—Tranquila, no es mi estilo de abusar de mocosas como tu —habló Fredeck sin mirarla—. Necesito que ese hechicero haga su presencia, y esto es algo que seguro no fallara —dicho esto colocó su mano en medio del pecho de la mujer— ¡Agonía!

Y dicha esta palabra Valentina sintió que miles de puñales le atravesaban el cuerpo y un dolor incontrolable la ahogo al nivel que sintió que estuvo a punto de perder el sentido, dio un horrendo grito que se extendió por toda la casa. Fredeck sonrió satisfecho.

—Eso, grita, has que aquel infeliz venga para acá —murmuró abriendo los ojos con ansiedad.

—Señor ¿Estás seguro de que esto funcionara? —habló Arturo con indiferencia al dolor que padece la mujer que no deja de intentar soltarse desesperada de las amarras que la atan a la silla—. Es probable que el hechicero no caerá en una trampa como esta y…

—¡Silencio! —le gritó—. Debemos detener a ese criminal y esta es la única forma que encontré.

Valentina en tanto apretó los dientes conteniendo sus gritos de dolor, no va a permitir que la utilicen para atrapar a Bastián. Ante esto Fredeck molesto incrementó su hechizo para aumentar su dolor. Arturo en tanto no deja de observarlos sin expresión alguna hasta que ve las lágrimas de sangre de la mujer. Toma de inmediato el brazo de su padre deteniendo el hechizo.

—¡¿Qué haces?! —Fredeck lo mira dispuesto a matarlo si se entromete.

—¿De qué te servirá si la matas? —respondió su hijo con frialdad soltándolo.

La cabeza de la mujer cae inconsciente respirando agitada. Arturo le suelta las amarras, sin dejar de mirar a su padre que aún lo observa con desconfianza. Toma a la mujer en sus brazos.

—La llevaré a descansar —le dio la espalda.

—Tú... —lo detuvo su padre extrañado.

—Señor —se giró y sus ojos sin vida y su rostro sin expresión se quedaron detenidos en los suyos esperando sus órdenes.

Fredeck sonrió moviendo la cabeza. Por un instante pensó que su hijo había logrado salir de su hipnosis, cuando le habló de sus planes de atrapar a esa mujer y torturarla para obligar a Bastián aparecer aquel se opuso tenazmente, y por el bien de la familia no le quedó otra opción más que hechizar a su propio hijo, bloquear su mente y sus sentimientos por esa mujer.

Arturo llevó a Valentina a una de las habitaciones y la recostó en una cama con cuidado. La contempló preocupado, por primera vez en ese día, y colocando su frente sobre ella susurró “Lo siento mucho”. Luego colocó sus manos sobre los parpados de la joven.

Sanitatem —exclamó curando sus ojos.

Las lágrimas de sangre desaparecieron en el instante, y el gesto de dolor del rostro de la mujer desaparecieron junto con eso. No pudo evitar observarla con atención, aquella aura de Leonor que había sentido con tantas fuerzas antes parecía haberse desvanecido. Y no entiende por qué, aun así, quiere seguir pensando que ella es su Leonor que ha vuelto a vivir, para tener la esperanza que ella no se suicidó y que su alma no fue condenada a desaparecer. Luego sonrió con tristeza.

—Aunque no seas mi Leonor, voy a protegerte, Valentina —musitó.

Movió a la joven con suavidad para hacerla reaccionar. Valentina abrió los ojos confusa, pero al verlo retrocedió de inmediato arrugando el ceño y apretando los dientes, como un animal amenazado. Arturo se quedó mirándola preocupado y dolido.

—Lo siento mucho, de verdad es mi culpa —se levantó de la cama alejándose—. Mi padre es un maldito ambicioso, te quiere como su llave y quiere acabar con Bastián...

Lo miró sorprendida a pesar de que eso ya lo sabía, y arrugando el ceño sin permitir que se acerqué a ella, agregó:



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En el texto hay: magia, hechiceros, romance

Editado: 12.11.2024

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