Asterus aterrizó en la orilla de una playa. Todos descendieron mientras el morfog respiraba cansado regresando a su forma humana. Marcela lo cubrió con una capucha y lo ayudó a levantarse, no hay tiempo para descansar, deben salir del lugar lo más rápido posible, aun cuando la arena les impide avanzar tan rápido como quisieran.
—Vamos a un lugar seguro —indicó Bastián avanzando adelante en dirección a la selva.
—¿A dónde? —preguntó Valentina alcanzándolo a pesar de lo difícil que es caminar en la arena con ese vestido y esos zapatos.
—A pedirles ayuda a unos pequeños que me deben algo —alzó las cejas sonriendo con maldad.
—¿Qué quieres decir con eso? —le preguntó sin entenderlo.
—Ya lo verás —entrecerró los ojos con misterio.
Avanzaron por medio de las plantas cuyas enormes hojas se atravesaban por su camino, algunas serpientes espantadas salián de sus escondites gruñendo tal como gatos la presencia de aquellos intrusos, Sobre los enormes largas lianas naturales colgaban en lo alto y en cuyas copas ojos de raras criaturas no dejan de observarlos con cautela.
Bastián avanza con seguridad como si supiera el camino de a la perfección pero...
—Tengo la sensación de que hemos dado vueltas dos veces por este mismo lugar —indicó Asterus fijando su mirada en la espalda del hechicero.
Aquel se rió con suavidad.
—Estaba esperando que alguien se diera cuenta de eso —agregó Bastián sin dejar de reir.
—¿O sea que no pensabas decirnos que estabamos perdidos? —cuestionó Valentina sorprendida y arrugando el ceño.
—Sí saben que tengo mala orientación ¿Para que me siguen? —se excusó levantando los hombros.
—Bastián tu...
Pero no terminó su frase porque aquel le dio un fugaz beso en los labios haciendo que la joven se quedara mirandolo sorprendida.
—Ojala eso funcionara contigo —señaló Asterus a Marcela, quien como respuesta le dio un codazo en las costillas—. ¡Oye, no trates así a un hombre cansado!
—El asunto ahora es que haremos —Valentina cruzó los brazos molesta, aún sonrojada por el beso.
Pero el hechicero repentinamente se apartó del grupo y dio un salto hacia unas plantas para volver sonriendo y satisfecho.
—Pues él nos dirá el camino —y en sus manos sostiene a un pequeño ser que intenta huir.
—Es un Gunyguny —señala Valentina con los ojos bien abiertos.
—¿Los conoces? —le preguntó Bastián sorprendido.
La joven le respondió moviendo la cabeza ya que en ese momento recordó como el ser que conoció en ese entonces al escuchar el nombre del hechicero reaccionó de forma inesperada.
—Llevanos con tu rey —indicó Castell a la criatura que lucha por liberarse de sus manos.
—No, ¿Por que haria eso? —respondió gruñendo y mordiendolo.
Sin inmutarse por la mordidas que el ser le daba en la mano con que lo aprisionaba, le sonrió con malicia.
—Porque lo busca Bastián Castell —le respondió.
Fue cosa de escuchar su nombre que el Gunyguny palideció y sus pequeños ojos se quedaron detenidos en el rostro del hombre que es su captor. Con su semblante, aterrado, no fue capaz de articular alguna palabra de inmediato.
—¿Y nos llevaras con él? —le preguntó ante su silencio.
La criatura movió la cabeza afirmativamente varias veces, como para asegurarse que el hechicero entienda que si va a coloborar con él. Al sentirse libre voló indicando el camino.
—Es tan bonito cuando escuchan tu nombre y el miedo los paraliza —murmuró Bastián avanzando detrás de aquel ser.
Valentina arrugó el ceño.
—Me da miedo preguntarte las razones del porque te tienen miedo —señaló sin mirarlo.
—Entonces no preguntes —Bastián se alzó de hombros—. Aunque es una tonteria...
Y dicho esto se giró tomandola en forma inesperada de la cintura y acercandola a él. Valentina se quedo detenida sin entenderlo en la ahora fría mirada del hechicero, anonadada por esta actitud no supo que hacer y confusa intento hablar pero no encontró las palabras adecuada menos al notar que ahora él apenas lograba contener esa expresión en su rostro y estaba a punto de echarse a reir.
—No es nada de lo que piensas —señaló Bastián sin soltarla —. Cuando lo sepas te reiras, te lo aseguro.
Le susurró al oido. Y la dejó sin antes darle un beso en la frente mientras siguen caminando detrás del pequeño ser.
Avanzaron o por la alta vegetación teniendo cuidado de no aplastar a los pequeños animales que al verlos huían aterrados, es claro que no están acostumbrados a ver personas como ellos. Se detuvieron frente a unos enormes árboles de los cuales colgaban varias semillas de diversos colores. Repentinamente se vieron rodeados de pequeños seres alados que los amenazaron con sus lanzas.
—intrusos — exclamó uno de los seres en forma amenazante.
—Vaya, que agradable bienvenida —señaló Bastián con sarcasmo.
—Es Bastián Castell —indicó la criatura que los había guiado hasta ese lugar poniendose entre ambos grupos.
Lo otros retrocedieron pero no bajaron sus lanzas, siguieron amenazandolos aunque ahora los miraban con temor.
—Déjenlos pasar —los interrumpió un anciano que descendía de uno de los enormes árboles.
Sobre su cabeza una especie de corona natural de ramas y hojas indican su categoría como rey. Los otros GunyGuny se observaron entre ellos confusos.
—Pero majestad —exclamó preocupado uno de los pequeños soldados—. Es Bastián Castell, es un peligro y...
—Lo se —lo interrumpió con calma el rey.
Desde las semillas de colores que colgaban de los árboles vieron como pequeñas criaturas se asomaban curiosos desde su interior. Ahí notaron que no eran semillas sino que las casas de aquellos seres.
—Bastián Castell —señaló el rey mirandolo sin expresión alguna—. síganme.
Los soldados quisieron seguirlos pero su rey no se los permitió, ni siquiera a su comitiva. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos el anciano volteó y le sonrió al hechicero.
Editado: 12.11.2024