Baúl de mentiras

Capítulo IV

Hilo rojo

Encontré un día la historia del hilo rojo, aquella historia de amor que decía:

“Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper”.

Duele.

Duele porque por un momento creí que los dos estábamos unidos por ese hilo rojo.

Que no importaba el momento en el que eso ocurrió, o incluso las circunstancias por la cual coincidimos, pero no.

No estábamos unidos por el hilo rojo que el destino nos dio.

Solamente chocamos… y caímos.

Cuando nos levantamos para averiguar si nos encontrábamos bien, vi que nuestro hilo rojo estaba unido y la ilusión creció.

Nos conocimos, reímos, lloramos y contamos los miedos del otro creyendo que estábamos destinados.

Vimos que nuestro hilo se enredaba cada que una discusión llegaba.

Era insoportable el dolor, pero nos aguantábamos porque decíamos que era parte del proceso.

Un día me cansé de escuchar todo aquello que me volvía insegura, tenia miedo de tocar nuestro hilo porque tu me hiciste creer que se rompería, aun cuando sabíamos que nuestro hilo se puede estirar o contraer, pero no se rompería por nada.

Me juraste que cuando viste el hilo completo, llegaba a ti.

Me dijiste que no tenía que revisarlo y solo confiar en ti, y si, eso hice.

Te maldigo.

Mentiroso.

Patán.

Imbécil.

Estúpido.

Maldito.

Idiota.

Y todos los insultos que puedan existir, te los dedico.

No estábamos destinados, lo única manera de que nuestros hilos se tocaran fue porque se enredaron cuando caímos.

Es hora de que lo desenrede por completo, tomar mi hilo e irme.




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