La música retumbaba contra los muros de vidrio del LIKE, como si el internado entero fuera un enorme altavoz. El agua de la piscina reflejaba luces azules y rojas, mientras decenas de estudiantes reían, bebían y fingían que las cámaras de seguridad no existían.
En el centro, detrás de la cabina de DJ, Nicky movía las manos sobre la consola, combinando bases electrónicas con un remix de reguetón que arrancaba gritos y aplausos. Sus labios dibujaban una sonrisa perfecta, pero sus ojos recorrían la multitud, atentos.
Y entonces lo vio.
Alexander Rubio Acosta, jeans desgastados, chaqueta negra sobre la hoodie y esa maldita sonrisa que recordaba demasiado bien. Diez años después, seguía igual de irritante… y aún más peligroso.
Él la observaba desde el borde de la piscina, rodeado por su grupo de amigos, que cuchicheaban y lanzaban miradas cómplices. Alec levantó una ceja al notar que ella también lo había visto y, sin perder la sonrisa, alzó su vaso en un gesto de saludo burlón.
Nicky apretó los labios, negando con la cabeza. No estaba lista para enfrentar ese recuerdo ambulante que tanto le había costado olvidar. Sin embargo, la música no podía detenerse; el espectáculo debía continuar.
El volumen subió y las luces se intensificaron, transformando la piscina en un escenario vibrante y prohibido. Alrededor, los estudiantes se entregaban a la fiesta como si fuera la última noche de libertad.
Entre los vasos y las risas, una mano deslizó un pequeño vial en el interior de un trago que alguien le ofreció a Nicky. Sin darse cuenta, aceptó la copa, agradeciendo con una sonrisa mientras giraba el rostro para atender otro pedido en la consola.
Los minutos siguientes se volvieron difusos. Un calor extraño invadió su cuerpo y la música comenzó a sonar como a lo lejos, distorsionada. Su visión se nubló y las piernas dejaron de sostenerla. Intentó mantenerse firme, pero el mundo giró y se desplomó hacia la oscuridad.
Desde el borde de la piscina, Alec percibió el cambio en ella y se levantó rápidamente. Con pasos firmes, se acercó justo a tiempo para atraparla cuando cayó, sosteniéndola para que no tocara el suelo.
—¿Estás bien? —preguntó, su voz cargada de preocupación mezclada con esa tensión no resuelta entre ellos.
Nicole intentó responder, pero sólo pudo exhalar un suspiro débil antes de perder la conciencia.
Alec frunció el ceño, mirando alrededor con desconfianza mientras sujetaba su cuerpo frágil. Sabía que esa noche la vida de ambos estaba a punto de cambiar para siempre.