Be the light (pendiente)

Capítulo 2

Al día siguiente, Nicky despertó con los párpados pesados y la cabeza nublada. No había dormido nada; cada intento de descanso se veía interrumpido por imágenes de Alec: sus manos guiando las de ella en el piano, su respiración rozando su cuello, el calor de su cuerpo tan cerca que le resultaba imposible ignorarlo. Su mente reproducía los besos en sus labios una y otra vez, y un pensamiento insistente le decía que debía negarse a dejar que algo más ocurriera entre ellos.

—Tierra llamando a Nicky —interrumpió Alexandra, moviendo la mano frente a su amiga para traerla de vuelta al presente—. Vaya que ese chico te trae loca.

Nicky parpadeó, sobresaltada, y trató de sacudirse los pensamientos que la habían atrapado desde el ensayo.

—No digas tonterías —respondió, tratando de sonar firme, aunque su voz traicionaba un leve temblor.

—Solo me baso en hechos —replicó Alexandra con una sonrisa pícara—. Mira cómo estás desde que lo ves. Esa cara tuya no miente, Nicky.

Nicky bajó la mirada hacia sus manos, apretando los puños sobre la manta de la cama, consciente de que, aunque quisiera negarlo, algo entre ella y Alec había cambiado, y no podría ignorarlo tan fácilmente.

—Basta de ir a la luna, Nicky. Vamos a clase —la apresuró Alex antes de entrar al baño.

Nicole y Alexandra se vistieron rápido y salieron rumbo a sus clases. Nicole, sin embargo, caminaba como en una nube, distraída, incapaz de despegar de su mente los recuerdos del chico que juraba no querer volver a ver.

El día transcurrió entre español, francés, inglés, alemán… esas materias que parecían más capricho de escuela de élite que necesidad real. Y entonces, llegó la hora de la clase de música con el profesor Javier.

Nicky intentó escabullirse, pero Alexandra no le dio opción; la tomó del brazo y prácticamente la arrastró hasta el salón. Ella agradeció en silencio que Alec no estuviera allí… o al menos, eso pensó.

La clase terminó, y Nicky ya se preparaba para huir, cuando la voz del profesor la detuvo.

—Nicky… ¿Qué tal van con el proyecto musical? —preguntó Javier, sonriendo con ese aire curioso de quien ya sospecha la respuesta.

—Recién empezamos a elegir la canción, aún estamos… —comenzó Nicky, pero una voz grave y familiar la interrumpió.

—Lo que Nik quiere decir —dijo Alec, apareciendo como si hubiera estado esperando el momento exacto para entrar en escena— es que ya elegimos una canción, pero ahora quiere cambiarla.

El profesor arqueó una ceja, divertido.
—Bueno… quiero escucharla.

Nicky sintió que la sangre le abandonaba el rostro. No estaba preparada para revivir la tensión de la noche anterior. Pero Alec, como si no notara nada, le tomó del brazo y la guió hacia el piano.

—¿Lista? —preguntó él, con una chispa en los ojos que no ayudaba a su autocontrol.

—Sí… —titubeó ella, y buscó una salida—. Pero me gustaría que ahora lo intentáramos contigo en la guitarra.

—Como quieras. —Él se alejó al otro extremo del salón, tomó una acústica y probó un par de acordes.

El profesor Javier se recostó sobre el escritorio, con los brazos cruzados, observando cada movimiento.

—Muy bien, chicos. Si están listos… sorpréndanme.

Nicole se sentó frente al piano. Sus dedos temblaban levemente sobre las teclas, y para disimularlo, respiró hondo antes de comenzar.

—Oye
Escucha lo que tengo que decir
Ya no me quedan ganas de mentirte para no llorar
Yo sé que ya es muy tarde pero… —cantó Nicky, con la voz suave y un matiz vulnerable que hizo que el profesor ladease la cabeza, interesado.

Alec entró con la guitarra, rítmico, y respondió con su voz grave:

—Oye (mmm)
Todo es cuestión de tiempo, ahora estoy bien
Ya no me quedan ganas de dejar mis besos en tu piel —

El profesor levantó las cejas y sonrió, claramente disfrutando. Su pie comenzó a marcar el compás en el suelo, como si no pudiera evitarlo.

—Quererte fue mi error y ahora lo sé… —continuaron juntos. Javier sonrió abiertamente, mirando de uno a otro como si estuviera viendo una escena de película.

—Porque al final del cuento, sé muy dentro que yo sin ti estoy mejor… —Nicky subió el tono, y el profesor soltó un leve “bien” en voz baja, como aprobando la fuerza de la interpretación.

—Te fuiste con el viento en un momento y no llevaste este amor —cantó Alec, concentrado en los acordes, aunque sus ojos se alzaron hacia Nicky.

—Porque eres tú, nunca fui yo, ¿quién nos dejó? —cantaron en perfecta armonía. Javier asintió con una sonrisa satisfecha, disfrutando el ensamble.

—Conmigo siempre vas a estar mejor

No intentes con un dedo en ir a tapar el sol

No intentes ser más fuerte que la paz y que el amor

Porque este amor no está perdido

Tú ya sabes que este amor nos encontró —él la miró de lleno, y el profesor carraspeó como si quisiera recordarles que no estaban solos.

—Por miedo a perderte y vivir solamente —cantaron juntos. Nicky volvió la vista al teclado para protegerse de esa mirada.

—Pensándote más, sin saber con quién estás

Yo ya no te sé querer, maldita inseguridad —Alec le guiñó un ojo, y el profesor soltó una risa breve por lo descarado del gesto.

—Por miedo a quererte y no ser suficiente —cantaron juntos, y Alec la observó como si de verdad estuviera pidiendo perdón.

—La velocidad, tengo que dejarte atrás
Tantas ganas de volver, tantas ganas de llorar —su voz vibraba con emoción, y el profesor inclinó el cuerpo hacia delante, cautivado.—Como te enloqueces por una persona

Si ya van tres meses y tú no reaccionas

Y aunque la razón te advierte, el corazón traiciona, uoh-oh — Javier inclinó el cuerpo hacia delante, cautivado.

En ese punto, Nicky se levantó del banco y empezó a acercarse lentamente. Javier, recostado ahora hacia adelante, entrecerró los ojos como si quisiera captar hasta el más mínimo gesto.



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En el texto hay: romance

Editado: 08.11.2025

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