Be the light (pendiente)

Capítulo 2

La tenue luz que se filtraba por la pequeña ventana del desván fue suficiente para arrancar a Nicole del sopor. Aun con los párpados pesados, intentó enfocar la vista y escanear el lugar. No reconocía nada. Un diván viejo bajo su cuerpo, paredes de madera y una atmósfera cargada, como si el aire hubiese estado encerrado demasiado tiempo.

Lo primero que vio, apenas logró incorporarse un poco, fue a Alec, sentado cerca de un mueble, observándola.
—Qué bueno que despiertas, Nik —dijo con voz baja, como midiendo cada palabra.

Las pupilas de Nicole todavía reaccionaban a la luz, obligándola a entrecerrar los ojos. Un dolor punzante le atravesaba la cabeza y las náuseas le revolvían el estómago.
—¿Cómo te sientes, Nik? —preguntó Alec, ofreciéndole un vaso con agua.
—Como una mierda… —gruñó—. Voy a vomitar…

Antes de que pudiera reaccionar, se deslizó torpemente del diván.
—Ey, ey, tranquila. Ven, te ayudo —Alec se apresuró a tomarla del brazo para sostenerla.
—No… Alec… te voy a vomitar encima —advirtió, cubriéndose la boca.

Sin soltarla, él pasó su brazo por su cintura y la guió hasta un pequeño baño. Apenas se inclinó sobre el inodoro, Nicole comenzó a devolver todo lo que tenía en el estómago. Alec le sostuvo el cabello y le acarició la espalda con movimientos lentos.

—Dios mío… ¿qué me pasó? Me siento peor que con una cruda —murmuró, tirando de la cadena.
—Alguien te drogó —respondió Alec sin rodeos.

Nicole se quedó inmóvil unos segundos antes de inclinarse otra vez, sintiendo que las arcadas volvían.
—¿Qué? —logró decir entre jadeos.
—Anoche, antes de que te desvanecieras, te noté rara. ¿Qué hiciste dentro de la cabina? ¿Alguien se te acercó? —preguntó él, sin dejar de sujetarle el cabello.
—Bebí algo… pero no alcancé a ver quién me lo dio —susurró—. De verdad… me siento horrible…

Cerró los ojos y apoyó la espalda contra la pared, buscando un respiro.
—¿Dónde me encontraste? —preguntó débilmente.

Alec se tensó, su voz cargada de molestia.
—¿En serio me estás preguntando eso? Odio que lo digas como si fueras una cosa… como si te hubiera recogido del suelo y traído aquí como cualquier objeto. — agregó Alec con un tono de molestia en su voz

— ¿Qué esperabas? ¿Qué te agradeciera?... Alec, no te veo desde hace diez años. Hoy apareces como si nada y pretendes que todo siga igual — dijo Nicky, masajeándose las sienes como si quisiera calmar el torbellino que sentía.

— No sabes qué pasó realmente — respondió Alec, su voz baja pero cargada de una defensa instintiva.

— Entonces explícamelo — exigió ella, mirándolo con ojos empañados —. Porque un día eras el mejor amigo que tenía… y al siguiente, un completo desconocido. Crecimos y nunca me buscaste, no llamaste… nunca dijiste nada.

Alec tragó saliva antes de hablar. — No puedes culparme por lo que hicieron nuestros padres… y mucho menos por lo que los tuyos callaron. Si ellos no tuvieron el valor de decirte la verdad… —

— ¡De mis padres no vas a estar hablando! — lo cortó Nicole, con un tono tan afilado que hasta el aire pareció tensarse.

Alec la sostuvo con la mirada. — Solo digo lo que es. Nico siempre dijo que la verdad duele… y ahora vas a comprobarlo.

Nicole lo observó, inmóvil, como si su corazón supiera que lo que venía después podía cambiarlo todo. El silencio que siguió fue tan denso que apenas podía escucharse el latido de su propio pulso.

Nicole lo miró con rabia, pero también con esa desesperación que solo se siente cuando las piezas de tu historia no encajan.

— ¿Qué verdad, Alec? — su voz tembló entre enojo y súplica.

Él guardó silencio unos segundos, como si estuviera evaluando si debía cruzar esa línea.

— La verdad que te ocultaron toda tu vida. La razón por la que desaparecí — dijo finalmente, con un tono que no sonaba a excusa, sino a sentencia.

Nicky negó con la cabeza, retrocediendo un paso.

— No me vengas con dramatismos, dime de una vez.

Alec respiró hondo, y sus ojos se endurecieron.

— Si te lo digo… nada volverá a ser igual.

—Solo no quieres decírmelo porque sabes que es mentira, que no son más que difamaciones de mis padres. Mejor me voy, no quiero escuchar tus estupideces — dijo Nicole, intentando levantarse y salir de la habitación.

—En el fondo sabes que no es mentira —respondió Alec mientras cruzaba el umbral—. En todo el tiempo que estuvimos juntos, nunca te mentí.

Nicole cerró los ojos con fuerza, intentando borrar todo lo que acababa de pasar. Diez años después de reencontrarse, no sabía qué sentimientos eran reales y cuáles producto de la droga en su sistema. Solo deseaba desaparecer.

A pesar de todo, Alec tenía razón: sus padres nunca le contaron toda la verdad. Por eso la niña de cuatro años nunca supo por qué su mejor amigo y sus padres dejaron de ir a su casa.

Se levantó del suelo y volvió al diván donde había pasado la noche. Luego salió en busca de Alec y lo encontró sentado frente a la chimenea.

—Solo quiero la verdad, Alec —susurró con voz suplicante.



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En el texto hay: romance

Editado: 23.09.2025

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