Be the light (pendiente)

Capítulo 3

El timbre de inicio sonó a las 7:30 a.m., y el pasillo del edificio de Humanidades en LIKE se llenó de voces, risas y pasos apresurados. Nicky entró al salón junto a Alexandra, ambas cargando un par de libros que apenas habían abierto el día anterior. La primera clase era Literatura, una de las más esperadas por Nicky porque siempre lograba brillar con sus opiniones.

La profesora Ortega, una mujer elegante de unos cincuenta años, proyectó en la pantalla un fragmento de La náusea de Sartre.
—Hoy discutiremos sobre el existencialismo y el sentido de la libertad —anunció con voz firme.

Los alumnos comenzaron a levantar la mano. Algunos se limitaban a repetir lo que habían leído en Wikipedia la noche anterior, pero cuando Nicky habló, la sala entera se inclinó hacia ella.
—Yo creo que la libertad de Sartre no es un privilegio, sino una condena. Ser libre significa que cada elección recae sobre nosotros, y no hay excusa para no asumir las consecuencias —dijo, con un tono tan seguro que incluso la profesora sonrió.

Un compañero, Emiliano, rodó los ojos.
—O sea, ¿quieres decir que si yo decido no venir a clases, es mi libertad? Eso suena más a flojera que a filosofía.

—No, Emi —respondió Nicky sin titubear—. Tu flojera es tu decisión, sí. Pero luego no puedes culpar al sistema, ni a la maestra, ni a tu familia cuando repruebes. Eso es lo que Sartre diría: que es tu responsabilidad completa.

Las carcajadas se escucharon, y Alexandra le dio un codazo de complicidad. La profesora intervino:
—Excelente observación, Nicky. Precisamente de eso hablaremos en el ensayo de la próxima semana.

La clase de Filosofía comenzó después, en el mismo salón, y la discusión giró hacia Nietzsche. La energía de Nicky no bajaba, se encendía con cada comentario. Alex estaba fascinada viéndola hablar; Alex, le mandó un mensaje que decía: “Parece que viniste a conquistar la ONU, no a tomar clases.”

Al medio día en el break, Jay llegó a acompañarlas

en la terraza con frappés carísimos del café del campus. Alexandra masticaba una galleta cuando notó que Nicky estaba ausente, mirando su vaso sin probarlo.

—Ok, ¿qué te pasa? —preguntó Alex—. Traes esa cara desde que llegamos.

Jay arqueó una ceja y apoyó los codos en la mesa.
—Sí, a ver, Naiki. Suéltalo.

Ella respiró profundo, bajando la voz como si las paredes pudieran escuchar.
—Es Alec.

Alex y Jay se miraron, en sincronía.
—¿Y ahora qué hizo ese cabrón? —dijo Jay, sin rodeos.

Nicky se encogió de hombros.
—Hace una semana… estuve en su departamento. Pasó lo que tenía que pasar. Y desde entonces… nada. Ni un mensaje, ni una mirada. Es como si yo ya no existiera.

Alex abrió los ojos de par en par.
—¡¿Qué?! —exclamó Alex, casi atragantándose con su galleta. — ¿Y apenas lo dices? —

Jay silbó como si lo hubiera visto venir.

—Sabía que tarde o temprano iba a pasar.

Nicky negó con la cabeza, nerviosa.

— Siento que solo me usó —respondió Nicky, con un nudo en la garganta—. Como que consiguió lo que quería y se acabó.

Jay chasqueó la lengua.

—Clásico. Lo conozco, y créeme que Alec es de esos. Siempre consigue lo que quiere y después… se esfuma.

Alex le tomó la mano a Nicky.

—Nik, no eres un objeto. No fue “solo” eso. Pero si él cree que puede tratarte así, es porque no te conoce de verdad.

— Es que es justo eso lo que me confunde — confesó Nicky — No fue como ustedes piensan. No me presionó, no hizo nada que yo no quisiera. Al contrario… fue lindo. Muy lindo.

Los dos se inclinaron hacia ella, atentos.
—¿Lindo cómo? —preguntó Alex, incrédula.

Nicky empezó a enumerar con los dedos, como si quisiera ordenar sus recuerdos.
—Me prestó ropa, me dejó dormir en su cama mientras él se quedaba en el sillón. Que claramente no dormimos separados pero al menos lo intentó. — agregó Nicky mientras se sonrojaba — Por la mañana me preparó desayuno: fruta fresca, croissants, hasta un batido con proteína. ¡Yo ni sabía que sabía cocinar! —rió nerviosa, y luego bajó el tono—. Fue… detallista. Y por un momento pensé que sí podía confiar en él.

Alex sonrió suave, pero Jay frunció los labios.
—Cuidado, Naiki. A veces los tipos como Alec saben exactamente cómo hacerte bajar la guardia.

—Es que no fue solo eso —continuó Nicky, ignorando la advertencia—. Esa noche también cantamos juntos en un karaoke. El dueño nos escuchó y hasta nos ofreció quedarnos a cantar ahí siempre que quisiéramos.Terminamos componiendo algo… como una canción improvisada en su depa. Fue divertido, espontáneo. Casi como si no existiera todo lo demás.

Alex abrió los ojos con ternura.
—Suena… bonito.

Jay entrecerró los suyos, evaluando.
—Suena peligroso.

—Pero después —interrumpió Nicky, con un dejo de tristeza—, nada. Ni una llamada, ni un mensaje, ni una mirada. Es como si todo eso nunca hubiera pasado. Como si me hubiera usado y ya.

Un silencio incómodo cayó sobre los tres. Nicky se acomodó la falda del uniforme, y al hacerlo notó un moretón azulado en su muslo. Lo cubrió rápido, bajando la tela, pero Alex lo alcanzó a ver.



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En el texto hay: romance

Editado: 08.11.2025

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