Be the light (pendiente)

Capítulo 4

¡Helloooooo!

Sé que no aparezco muy seguido, pero tengo tantos pendientes que no me da tiempo de todo.

El siguiente capítulo es un poco largo, espero les guste y los disfruten mucho.

Recuerden que también lo pueden encontrar en wattpad y que les dejo regalitos en mi insta @itsbabymia_writes. Dejenme saber que opinan.

El comedor estaba lleno de voces mezcladas, platos chocando y el aroma dulzón del café recién servido. Nicky entró con Alexandra a un lado y Jay detrás, todavía con el cabello algo despeinado y bostezando como si la noche se le hubiera ido en vela.

—Juro que si hoy vuelvo a correr me voy a tirar en medio del campo y que me pasen por encima —gruñó Jay, dejando caer su bandeja en la mesa más cercana.

— Drama —murmuró Alexandra, dejando su desayuno sobre la mesa y acomodándose frente a él, con una ceja arqueada. — Ni siquiera corriste —añadió, clavando la cuchara en su plato como quien dicta sentencia.

— Hice algo mucho más pesado… —replicó él, con una sonrisa cargada de falsa modestia—. Llevé a Nicky sana y salva a su habitación.

— Ah, claro… todo un héroe nacional —soltó Alexandra, rodando los ojos como si se tratara de la exageración más grande del mundo.

Nicky no dijo nada; aún tenía esa sensación extraña de cansancio ligero, como si hubiera dormido pero no lo suficiente. Se sirvió un vaso de jugo de naranja y se sentó en silencio.

En la mesa frente a Nicky descansaba discretamente una cajita de cartón marrón, abierta, con los pequeños cupcakes de chocolate en el centro de la mesa. Jay, curioso, alargó la mano de inmediato.

—¿Y esto? —preguntó con la boca ya medio llena—. ¡Uf, están buenísimos! ¿De dónde los sacaste, Nicky?

Nicky parpadeó, mirando los pastelitos, y luego a Alexandra. Ella, como si no hubiera nada que explicar, contestó:

—Se los dejaron ayer en la habitación.

—Pues bendito sea el anónimo —rió Jay, estirando la mano para tomar otro.

Nicky lo dejó pasar, aunque la curiosidad la pinchaba por dentro. Fingió estar concentrada en su jugo, pero no pudo evitar que su mirada se desviara hacia el extremo del comedor, donde Alec conversaba con un par de compañeros de su equipo. Él no parecía prestarle atención a nada fuera de esa mesa, aunque en un instante fugaz sus ojos se cruzaron con los de ella. Fue apenas un segundo, suficiente para que Nicky sintiera un cosquilleo incómodo y apartara la vista, apretando el vaso entre sus manos.

—No lo pienses tanto —susurró Alexandra en voz baja, solo para ella.

Nicky no respondió.

Jay seguía atacando los cupcakes con la alegría de quien había descubierto un tesoro inesperado. Alexandra lo miró con un gesto entre divertido y resignado, como si ya hubiera previsto que no durarían mucho en la mesa.

Nicky, en cambio, apenas probó un pedazo. El chocolate le supo demasiado dulce, o quizá era la mezcla con el nudo que tenía en el estómago. El murmullo del comedor se sentía más lejano de lo normal, como si estuviera atrapada en una especie de burbuja.

—Tienes cara de que no dormiste nada —dijo Jay, con la boca llena, señalándola con el tenedor de plástico.

—Estoy bien —contestó ella rápido, sin levantar la vista.

Alexandra arqueó una ceja, claramente incrédula, pero no insistió. Se limitó a pasarle una servilleta para que tuviera algo en las manos, como si eso pudiera darle cierto ancla.

En el otro extremo de la sala, una carcajada fuerte de Alec la obligó a tensarse de nuevo. Él inclinaba la cabeza hacia su compañero, gesticulando con una sonrisa que parecía despreocupada. Pero Nicky no pudo evitar pensar en el breve cruce de miradas de hace unos segundos, ese instante demasiado rápido que aún le latía en la memoria.

—Va a ser un día largo —murmuró, apenas audible.

Jay levantó la vista, confundido, pero Alexandra fue la única que entendió lo que realmente quería decir.

El timbre sonó con fuerza, un zumbido metálico que hizo retumbar el comedor y de inmediato las conversaciones se interrumpieron. El bullicio de voces se convirtió en una estampida de estudiantes levantándose de golpe, bandejas chocando y sillas arrastrándose por el suelo.

—Hora de la tortura —murmuró Jay, llevándose de un tirón el último cupcake que quedaba en la cajita antes de levantarse.

—No cambias, ¿verdad? —le reprochó Alexandra, recogiendo sus cosas con calma.

Nicky se demoró un segundo más en ponerse de pie, como si necesitara que el timbre la sacara a empujones de su burbuja. Sujetó el vaso vacío entre sus manos y lo dejó en la bandeja con un gesto lento, distraído.

—Vamos —dijo Alexandra, dándole un ligero empujón en el brazo.

Juntos se dirigieron hacia los pasillos atestados de estudiantes, cada uno arrastrando consigo el cansancio típico de un viernes… aunque para Nicky, la semana parecía pesarle un poco más que a los demás.

El resto de la mañana pasó entre clases arrastradas, bostezos reprimidos y profesores que parecían no notar el cansancio generalizado de un viernes. Cuando por fin sonó el timbre del receso, los pasillos del LIKE se llenaron de voces y risas, un mar de estudiantes con mochilas a medio cerrar que corrían hacia la cafetería o se quedaban en los pasillos charlando.



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En el texto hay: romance

Editado: 08.11.2025

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