Beat Down

5. Hablando del rey de Roma...

La nieve adornaba la avenida principal Roosevelt Way, mientras Tyra y David buscaban un sitio donde aparcar. Él no paraba de parlotear acerca del próximo partido del viernes por la noche, y de lo importante que era para su equipo ganar y así poder estar más cerca de clasificarse para el campeonato estatal. Ella asentía y de vez en cuando pronunciaba algún monosílabo para darle a entender que estaba metida en la conversación, aunque lo que requería su atención realmente era el coche que estaba dejando un hueco libre delante de ellos, a pocos metros del Broadcast Coffee. Para cuando Tyra había completado la maniobra, David había terminado de contar su metedura de pata del año pasado en la final, y por lo que su equipo se quedó a tan solo un touchdown de conseguir el título de campeones.

    —Nunca pensé que me lesionaría —dijo con un tono de voz apagado, describiendo la pena que sintió el mismo día que por su culpa perdieron el Estatal—, pero la rodilla me falló justo antes de que fuera a dar el pase que, estoy seguro de ello, nos habría dado la victoria.

    —Y yo estoy segura de que te veré este año levantando esa copa —exclamó ella con toda la sinceridad del mundo—. Dejarás de ser «mini Ross», para ser «David Ross, el quarterback de los Rough Riders de Roosevelt» —habló como si fuera una presentadora de televisión.

    David la miró con las cejas levantadas y con una expresión en su rostro que apuntaba que aquello era lo que más deseaba desde que hizo las pruebas para entrar en el equipo. El chico le regaló una sonrisa a su amiga y dijo:

    —Te he echado de menos, Collins.

    Ella le sonrió de vuelta y salió del coche apresurada, era demasiado vergonzosa como para decirle que ella también lo había añorado. David imitó sus movimientos, riéndose de lo retraída que era Tyra frente a una muestra de cariño. Los dos caminaron a la par hasta llegar a la cafetería, y en cuanto entraron, la calefacción les golpeó sus cuerpos haciéndoles sentir satisfechos y cómodos. Las nubes de por la mañana se habían despejado y ahora era el sol que alumbraba las calles de Roosevelt, y aunque las temperaturas habían subido un poco, la nieve y el frío seguían estando a la orden del día.

    La cafetería contaba con una decoración simple y elegante, con tonos claros, y con una extensa carta de distintos cafés, batidos y bebidas calientes. El aroma a café recién hecho que inundaba los rincones era realmente placentero para Tyra, y, lo más importante de todo, el Broadcast Coffee contaba con WiFi gratis. Lo que le había convencido para ir ahí a estudiar o simplemente a disfrutar de un buen café con la compañía de su pórtatil.

    —La taza de chocolate caliente con una nube de nata está increíble —comentó David cuando se colocaron detrás de las dos personas que estaban haciendo cola.

    —Me fiaré de tu paladar —contestó mientras su mirada estaba fija en la gran pizarra con sus especialidades escritas en ella—. Oye, ¿por qué no vas a buscar una mesa donde podamos sentarnos, y yo pido los dos chocolates?

    —Buen intento, pero a esta invito yo —dijo, y le empujó cariñosamente para que se moviera de la cola y fuera a escoger cualquier mesa que estuviera vacía.

    Tyra abrió la boca sorprendida y le miró fijamente. Trataba de parecer ofendida y molesta, pero lo único que consiguió es que David le negara con la cabeza en forma de advertencia para después echarse a reír. Ella se sumó a su risa, pero acabó obedeciéndole.

    —Será la última vez que te salgas con la tuya, Ross.

    — ¡Ja! Parece mentira que no me conozcas.

    Tyra le enseñó el dedo corazón mientras le daba la espalda y buscaba con la mirada un hueco libre donde sentarse y charlar con el inaguantable de su amigo. Después de barrer el local con una ojeada rápida, visualizó una mesa pegada a una pared blanca decorada con paneles del mismo color que colgaban como si fueran cuadros. Parecían lienzos totalmente sin estrenar. Tyra tomó asiento y dejó el bolso en la silla más próxima a la pared. Dejó su abrigo sobre el respaldo, y esperó dos minutos a David mientras revisaba su móvil en busca de alguna notificación. Había recibido un correo electrónico de su padre deseándole un maravilloso primer día, pero lo ignoró al igual que los otros veinte que recibió desde que se mudaron a Green Lake. También había varios mensajes de WhatsApp de su madre en los que le enviaba fotos de como iba quedando la decoración de la casa a medida que iba pasando el día, y algunas más con una vieja amiga, Loren, quien se había pasado a darles la bienvenida con un bizcocho en mano. Tyra ya daba por hecho que, a partir de que Loren apareciera con aquella delicia de yogurt de limón, su madre había dejado la organización para otro momento y se había sentado a pasar una tarde de cotilleos y café con su amiga. Algo así como lo que estaba haciendo ella con David en aquel momento.



#39429 en Novela romántica
#10492 en Joven Adulto

En el texto hay: romance, drama, accion

Editado: 06.05.2019

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.