SeoJoon estaba a punto de ir a dormir cuando llamaron suavemente a la puerta de su casa.
— Soy Daniel. —susurró una voz.
Abrió la puerta y dejó entrar al hombre; todavía llevaba la misma ropa que había usado en la recepción a la que había asistido esa noche en la embajada. Daniel tenía un aspecto pálido y retraído, como si algo lo estuviera preocupando.
— ¿Qué te pasa, Daniel? ¿Por qué tocas mi puerta a esta hora de la noche?
— Lo siento por no avisar antes, pero necesito saber si has firmado los documentos.
— ¿Y por eso tocas mi puerta a estas horas? —preguntó SeoJoon un poco molesto.
— Lo sé, lo siento. Pero es urgente porque me voy a mi país mañana.
— Si has venido hasta aquí a estas horas, debe ser muy importante.
— Solo necesito que firmes el documento. Si me permites entrar, te lo explico.
Aunque SeoJoon estaba un poco serio, decidió dejar entrar al joven a su hogar. Ese lugar era muy importante para él, ya que allí había crecido y también habían vivido sus ancestros. Además, su abuelo estaba enfermo y no le gustaba que nadie interrumpiera su tranquilidad en su hogar.
— De acuerdo, puedes pasar. Firmaré el documento y luego te vas.
— Está bien, lo haré.
SeoJoon lo llevo al estudio donde discutieron el documento y su importancia para Daniel. La firma en el documento le había asegurado que podría obtener un puesto más alto en su trabajo y casarse con la hija de su jefe. Sin embargo, la condición era que viajara a Corea y que SeoJoon Lee firmara el acuerdo de negociación para que pudiera obtener lo que deseaba.
— Es apropiado que desees avanzar en tu carrera, eres un hombre joven y ambicioso.
— Lo sé, pero con lo que voy a hacer, conseguiré lo que he estado buscando.
— Bien, procedamos a firmar el documento.
Después de firmar el documento, el joven se dirigió con los papeles debidamente firmados a su hotel desde la mansión Lee. Finalmente, tendría lo que siempre había anhelado. Cuando llegara a los Estados Unidos, se reuniría con su jefe y esta vez, el hombre estaría de acuerdo con que se casara con su hija.
— Ahora sí, Fernanda, podré casarme contigo y disfrutar de los buenos placeres de la vida.
Mientras estaba en su habitación de hotel, Daniel expresó en voz alta su felicidad por haber logrado un gran éxito en una noche de fiesta y bebida, sin percatarse del error que había cometido al llevar a la cama a Serena, una compañera de trabajo. Sin embargo, planeaba arreglar las cosas al día siguiente y enmendar su error con ella. Al recibir una llamada de Fernanda, quien quería saber si había logrado que el señor Lee firmara el documento, Daniel confirmó que lo había conseguido y que ahora podrían casarse sin problemas, lo que hizo que Fernanda se alegrara mucho.
— Qué alegría amor, finalmente podremos estar juntos, eso es lo que mi padre deseaba al hacer que Lee firmara el documento y al enviarte a Corea por esa razón.
— Sí, hay que celebrar cuando regrese mi amor.
— Totalmente de acuerdo...
Después de colgar el teléfono, Daniel se fue a dormir planeado su regreso al país. Sin embargo, en la mansión Lee, el abuelo de SeoJoon estaba en su lecho de muerte. SeoJoon estaba presente y lo sostenía de la mano mientras lloraba. Era su único pariente vivo, ya que no había descendientes de los Lee.
— Quiero decirte algo… —susurró el abuelo con su último aliento de vida. — SeoJoon, asegúrate de tener descendencia de la dinastía Lee, no te quedes solo hijo mío.
— No se preocupe abuelo, lo tendré en cuenta.
— No quiero que lo tengas en cuenta. —respondió el anciano con una sonrisa, aún en sus últimos momentos. — Sé que mi vida está llegando a su fin, pero recuerda que siempre seremos una familia honorable.
— Lo sé abuelo.
En ese momento, el abuelo le entregó a SeoJoon un collar que había pasado de generación en generación. Y le dijo:
— Era de mi madre y quiero que lo tengas tú. Dáselo a la mujer que realmente te ame, SeoJoon, nunca lo olvides.
Mientras el abuelo entregaba el collar, su mano cayó sobre la de SeoJoon, marcando su último suspiro de vida. SeoJoon guardó el collar sin saber que el destino ya había trazado su curso.