Bebé por Correspondencia

Capítulo 8

Haciendo un gran esfuerzo, se enfocó una vez más en tener una charla con Daniel en privado. En el centro del inmenso y adornado patio interior había un pabellón, cubierto con telas ligeras bajo el cielo del atardecer. La prometida, aunque de estatura promedio, tenía una actitud majestuosa y refinada. SeoJoon examinó el semblante de la prometida, el cual era una suave careta de profunda concentración y, debido al elaborado vestido, no podía respirar con facilidad. SeoJoon se aproximó a Fernanda y sostuvo una conversación con ella mientras Daniel compartía con otros invitados.


 

— Fernanda luce resplandeciente, la boda es realmente hermosa.

— Muchas gracias, Señor Lee.

— Por favor, llámame SeoJoon y tratémonos de tú, Fernanda.

— De acuerdo, SeoJoon.

— Suena mucho mejor. ¿Dónde está el novio?

— Está conversando con algunos de los invitados.


 

Poco antes, Daniel había observado la llegada de Serena a la recepción, la había visto conversando con una de las trabajadoras de la empresa. En ese instante, las siguió a ambas y al verlo a Serena se le aceleró el corazón.


 

— ¿Qué haces aquí? Te dije que no quería verte.

— Necesito hablar contigo, Daniel. No me iré hasta que lo haga.

— Entonces vayamos a otra sala donde estemos solos.

Ella se dirige a su amiga y le dice:

— Espera aquí, Carol. Vuelvo enseguida.


 

Ambos se trasladaron a otra zona de la sala, quedando solos. En ese instante, Daniel se sentía ansioso ante la posibilidad de ser visto con Serena, pero debía terminar con aquello. Ella estaba obsesionada con él y eso no le agradaba en absoluto.


 

— ¿Qué haces aquí, Serena? ¿Cómo debo decirte que ya no quiero nada contigo?

— Sabes que voy a tener un hijo tuyo y debes hacerte cargo de él.

— Ya te dije que no quiero a ese bebé en mi vida. Te pedí que lo abortaras, es un estorbo.

— Por favor, Daniel, es tu sangre.

— No me interesa ese bebé. ¿Cuántas veces tengo que decirte que no quiero nada de ti? Mucho menos de ese ser.

— Porque le dices ese ser a nuestro hijo.

— Eso no fue deseado Serena, Simplemente fue una noche de diversión sin compromiso.

— Por qué te portas así conmigo.

— Serena no eres nadie, a adonde crees que voy a llegar contigo. A vivir como un asalariado.

— Daniel, te quiero mucho. ¿Podríamos ser amantes?

Daniel se echó a reír a carcajadas.

— Por favor, reflexiona, no llegas a ser una amante. Serena, eres una mujer aburrida.

— Pero durante nuestros encuentro íntimo, no me expresabas lo mismo.


 

Y luego experimentó algo mucho más que un corazón roto. Daniel se dio la vuelta y se fue de allí, dejando a Serena con el corazón hecho añicos. Con su hijo en su vientre y un dolor en su alma. Cuando regresó a la fiesta con Fernanda, ella lo miró extrañada.


 

— ¿Qué pasa, Daniel? Pareces nervioso.

— Nada, solo nervios por la boda, porque me he casado con la mujer más hermosa.

— Eres un adulador, Daniel.

— En serio, eres preciosa.

Y la besó apasionadamente.


 

Mientras estaba al otro lado, Serena observaba a Daniel y sentía la necesidad de contarle la verdad a su esposa para poner fin a todo. Sin embargo, ella aún mantenía la esperanza de que él regresaría a ella. Por lo tanto, decidió alejarse de allí, aunque no se retiró de la fiesta por completo, sino que se mantuvo oculta de todos. Era como una sombra que seguía a Daniel, lo que lo hacía sentir nervioso.


 

— Serena, debemos irnos. Te estás lastimando a ti misma.

— ¿Por qué la vida tiene que ser así? Le di todo a Carol, incluso un hijo.

— Uno que él no quiere en su vida. Vamos, amiga, tienes que recuperarte y seguir adelante.

— Pero lo amo...

— Ya es suficiente, Serena. No vale la pena amar a alguien así.

— ¿Pero cómo puedo sobrevivir sin él?

— Como todas las mujeres que dejan a un hombre. En cambio, pareces estar obsesionada con un amor que nunca te corresponderá.

Serena comenzó a llorar y le dijo a Carol:

— Quiero tener esperanza.

— Vamos, Serena, es mejor que nos vayamos de aquí.


 

A pesar de las palabras de su amiga, ella sabía que necesitaba más esfuerzo del que estaba dispuesta a admitir para alejarse del lugar. Recordó la mirada y la sonrisa del extranjero, y aunque respondió con una sonrisa triste, no pudo evitar sentirse abatida. Salió del sitio con su amiga, aferrada a su brazo y con el ánimo por los suelos.




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