Bebé por Correspondencia

Capítulo 9

Serena se sentía adormecida por dentro y por fuera, y comprendió que esa sensación era una forma de resguardarse, aunque frágil y arriesgada. La cabeza le dolía, tal como venía sucediendo desde que su cómodo, privilegiado y seguro mundo se había desmoronado en aquel día de la boda de Daniel. Había acudido a ese evento para impedir que se casara con Fernanda y con la esperanza de animarlo a que se marchara con ella y su bebé. La idea de empezar una nueva vida juntos le hacía feliz, pero Daniel no era de esos hombres que tomara la mejor decisión en su vida. Solo le gustaban las cosas fáciles y la mejor opción era Fernanda, por su posición y su dinero.

Serena recordaba su hermoso semblante, cuando él la amaba apasionadamente en aquel hotel después de la fiesta de la empresa. Y pasar una noche de deseo y placer con él. Había sido difícil aceptar el hecho de que Daniel era superficial y había abandonado a sus buenos amigos cuando se comprometió con Fernanda, y ahora verlo casado con ella era una realidad difícil de aceptar.


 

— ¿Te encuentras bien, Serena?

— Sí, Carol, vámonos de aquí.

— Entiendo qué estás pasando por un momento difícil, pero es importante que sepas que Daniel ya se ha casado.

— Lo sé, pero no pierdo la esperanza, Carol.


 

En un lapso de una noche, su existencia había experimentado un sutil pero contundente cambio. En los dos días posteriores, Serena pasó de ser una joven con cierta inocencia a una mujer obsesionada por Daniel. El deseo de encontrar una oportunidad para conversar con él se apoderó de ella. Serena experimentó una punzada de emoción al pensar en verlo de nuevo, por lo que decidió buscarlo en el aeropuerto donde él y Fernanda tomarían un avión para su luna de miel. Intentó idear un plan para volver a verlo y lo logró por unos instantes.


 

— Daniel… —exclamó ella.

— ¿Qué haces aquí? Estás fuera de control, Serena. ¿Qué es lo que te ocurre?

— Sabes perfectamente lo que me pasa, quiero que estés en mi vida y en la de mi hijo.

— ¡Por favor, Serena! Has llegado a ser una mujer obsesiva. ¿Es que no te das cuenta de que no quiero nada contigo?

— Pero no lo entiendo, Daniel. Eres mío.

— No soy tuyo, Serena. Lo nuestro fue solo una noche.

— Por favor, Daniel. No quiero perderte. No voy a dejarte en paz.

En ese momento, Fernanda se acercó y, al verlos, frunció el ceño y le preguntó a Daniel:

— ¿Qué está pasando aquí? ¿Qué hace esta mujer aquí?

— La verdad es que no lo sé. Desde que regresé de Corea, me ha estado acosando.

— Entonces, llama a la policía para que se la lleven de aquí.


 

En ese instante, Serena percibió un temblor y una rigidez en su cuerpo. Sus anhelos infantiles de enamorarse y contraer nupcias se habían desvanecido hace más de dos meses y medio. Ahora, Daniel era el centro de su atención, y lo que reflejaban sus ojos era desprecio hacia ella. Cada paso que daba la acercaba más al dolor y la aflicción. ¿Cómo podría criar a un hijo sola y sin el apoyo de Daniel? Fue entonces cuando Fernanda llamó a la seguridad del aeropuerto y Serena se vio obligada a retirarse del lugar.

En aquel instante, a Serena le vino a la mente la imagen de los penetrantes ojos de color oscuro del hombre que había visto en la iglesia, sentado en los asientos de delante, y su hermosa sonrisa. De repente, un impulso más intenso que cualquier otro que hubiera sentido antes la invadió. En medio del pánico y la conmoción, salió corriendo de allí.

Así que partió del aeropuerto con el corazón latiendo con fuerza, miró hacia atrás y supo que había dado todo lo que podía, ya no tenía esperanza con Daniel. Con el corazón roto y lágrimas en sus ojos, se alejó. Ahora tenía que cuidar de sí misma y del bebé que llevaba en su vientre, tenía que trabajar y seguir adelante, aunque le doliera en el alma todo lo que había sucedido.


 

— Lamento mucho, Serena siempre te advertí que ese hombre era un impostor, mira cómo estás ahora.

— Permíteme pasar por mi proceso de duelo, Carol, necesito llorar.

— Por favor, amiga, eso podría afectar a tu bebé, y yo siempre estaré a tu lado para ayudarte en todo. Pero esta vez no pude hacer nada.

— Dejemos el pasado atrás, aunque me duele verlo con otra persona.

— ¿Qué piensas hacer ahora, amiga?

— Tendré que buscar un trabajo que me acepte durante mi embarazo.

— Será difícil, ya que muchas empresas evitan contratar mujeres embarazadas debido a los costos adicionales.

— Veré qué puedo hacer, Carol.

— No te preocupes, amiga, todo saldrá bien.

— Bien... sin Daniel.

— Olvídate de él, Serena, déjalo en paz. Solo te hizo daño al negar a su hijo y casarse con otra mujer.

— Tú no eres quien está sufriendo, Carol. —respondió Serena.




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