¿ Bebé sorpresa?, ¡ni loca!

04: Confusión y adaptación

Tu corazón ahora late con fuerza, pero debes usar esa misma fuerza para salir adelante.

RAPHAEL BRUNET

Mi vida es como la de cualquier millonario: se pinta como perfecta, pero en realidad tiene más bajas que altas. Y eso, aunque muchos no lo crean, es más común de lo que parece. Tengo un hermano mayor por dos años, su nombre es Rayder.

Ahora mismo desayuno a medias. No porque tenga hambre, sino porque debo irme a la empresa. Alizée no estará presente esta mañana y, aunque detesto admitirlo, eso me altera un poco.

Lo que más me desespera de ella es lo tímida que es. Debería ser más extrovertida, más abierta, más... libre. Pero algo dentro de mí me dice que un día va a cambiar. Que va a evolucionar. Solo espero estar ahí cuando lo haga.

—Nos vemos luego, padre, madre, hermano —digo, sin mucha emoción. Soy el que menos expresa sus sentimientos en esta familia. Ellos tampoco son afectuosos conmigo, así que el desinterés se volvió costumbre. Las fiestas y las chicas han sido mi refugio. Aunque... también sé lo que es el amor. Y el cariño. No soy de piedra.

—Cuídate, hermanito. Nos vemos más tarde —responde Rayder mientras me pongo de pie y salgo con cierto fastidio.

En esta casa no hay lugar para las emociones. Y aunque yo las tengo, no las muestro. No sé si por miedo o por costumbre. Pero hay una chica que invade mi mente cada vez más: Alizée.

Ella es compleja. Su dulzura tiene una fuerza que atraviesa corazas. Puede llegar al corazón del hombre más frío. Y aunque lo niegue... eso me incluye a mí.

Subo a mi auto y arranco como una bala. No quiero quedarme un minuto más aquí, aunque tampoco tenga nada urgente que hacer fuera.

Una llamada entra en la pantalla: Walter. Qué raro. Le devuelvo la llamada. Puede que algo haya pasado.

—Rapha, llega pronto a la empresa. Te necesito para continuar con el trabajo. ¿No entiendes lo que significa llegar temprano a un lugar que te llena los bolsillos? —dice sin rodeos. Río.

—Ya casi estoy llegando. Me tardé un poco en casa —respondo. Lo escucho suspirar al otro lado.

—Bien, date prisa —corta sin más. Acelero.

Sí, está desesperado. Pero lo comprendo. Con Alizée ausente, el volumen de trabajo se disparó.

Y yo... yo quisiera invitarla a salir. Hacerla sonreír. Mostrarle que puede ser feliz. Pero sé que hacerlo con Walter cerca será complicado. Él también tiene sus ojos puestos en ella. Y si tengo que pelear por ganarme su cariño, lo haré. Si es necesario, me arriesgaré por rescatar ese corazón puro que ella guarda.

Alizée, deseo cuidar de ti. Aunque sea lo último que haga. Quiero que me mires, que me veas de verdad. No soy lo que muestro por fuera. Porque lo que importa es que ambos conocimos demasiado... de ti.

-------------

ALIZÉE LACROIX

La angustia me revuelve el estómago. He vomitado más de cinco veces. Mi hermana está preocupada. Vino conmigo al laboratorio para acompañarme en los exámenes. No le he contado todo aún, pero ya es hora.

—Ali, en serio... dime qué te pasa. Cuentas conmigo y con mamá Adelaine para todo —dice con tono suave. Yo juego con mis dedos, nerviosa.

—Es que... es difícil. Estoy confundida. Quiero hacerme los exámenes antes de contarte todo —asiente y me abraza con ternura.

—Perfecto. Esperemos los resultados y ahí me explicas —la miro. Quiero llorar. Tengo miedo. Mucho. Porque esto podría ser un desastre. No sé qué hice.

Una enfermera me llama. Tengo que entrar sola. Me tiemblan las piernas. Comienzan con los procedimientos. Todo es rápido, rutinario... pero yo siento que estoy viviendo un infierno.

—¿Cuánto tardan los resultados? —pregunto con voz quebrada.

—Unos minutos. No hay más pacientes y usted pagó el servicio exprés. Yo misma los revisaré —responde con amabilidad.

—Gracias. Quiero terminar con esta angustia ya —me indica que pase a la sala de espera.

Mi hermana me recibe con un jugo y algo de comer. No había podido ingerir nada antes del examen. Me siento tan débil. Me dan ganas de desmayarme. Esto es demasiado.

Respira, Alizée... solo respira. Confía en ti.

Unas horas después…

Positivo. Positivo. Positivo.

Una palabra de ocho letras que no quería ver. Pero ahí está. Gritando desde la hoja que tengo entre mis manos.

Ya estamos en casa. Mi hermana no ha dejado de consolarme, aunque no le he dicho lo que realmente sucede.

—Vamos, hermana. Dime qué te pasa —es momento. Debo contarlo.

—Llama a tía Adelaine. Es importante que esté aquí.

Ella asiente y se marcha. Minutos después, mi tía entra y, al verme con la cara roja de tanto llorar, se acerca preocupada.

—¿Qué pasó, mi amor?

—Estoy embarazada —respondo sin rodeos.

Ambas se quedan en shock. Luego sueltan una risa nerviosa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.