¿ Bebé sorpresa?, ¡ni loca!

29: Momentos esperados

Puede ser cierto que todos alguna vez en la vida, por cualquier razón o circunstancia, merezcan una segunda oportunidad.

Una semana más tarde.

ALIZÉE LACROIX

Ya tengo preparado todo para la próxima venida de mi pequeña, han sido unos días demasiado fuertes, entre el trabajo y todo el asunto de mi embarazo, nada se ha vuelto sencillo.

Tomo mi celular para llamar a Violette, ella le ha estado dando largas a lo que me tenía que contar mientras yo me como las uñas de la intriga con saber lo que me quiere decir.

Por mi mente sigue pasando el hecho de que, Raphael y Walter se hayan puesto de una forma extraña cuando estaba en la llamada con las chicas, eso lo voy a averiguar luego, tengo esa corazonada.

Violette me responde de inmediato.

—Ya sabe para que la llamo, señorita, así que es momento de que usted me cuente lo de hace una semana que tengo esperando—me acomodo en mi cama, que genial es tener todo organizado un sábado en la mañana.

—Al menos un buen día…—la interrumpo y niego.

—¿Tú ahora quieres que sean buenos?, ¡Púrpura!, no he podido dormir por tu causa, he estado toda intrigada, ni con las películas me he sentido tan angustiada.

—No es la gran cosa, solamente que iré pronto allá porque tengo que verme con alguien—chillo cuando me dice eso—con Raphael Brunet.

Mis ojos se abren como platos, ¡ahora todo tiene sentido!, la llamada, ellos sabían que él tenía algo con mi mejor amiga.

—Ya te he dicho como es, cuida tus sentimientos un poco y tu corazón—se sonroja y sonrío.

—Bueno, creo que ya es tarde, ya me encanta ese chico, me ha mostrado su faceta real y es igual de retrasado mental que yo, aunque, si no puede ser, pues que sea lo que Dios quiera, un día llegará mi romeo.

—Ay, Violette, por fin tienes un enamorado, ahora tengo más excusas para tenerte cerca de mí—asiente suavemente.

—Quiero estar con mi sobrina, sobre todo, sabes que el amor no es mi rama principal, al menos no con una pareja, si se quiere dar, si no, estará bien, no me molesta la soledad. Tener novios a ratos siempre fue la primera opción.

—¡Vio!, no seas negativa, si te ha demostrado amor, todo estará bien, si te hace daño, yo misma me encargo de hacerlo sufrir—reímos y me pongo a comer un tazón de frutas que tengo preparado para mí.

—Alizée, tengo que dejarte, debo ir a comprar cosas para comer y organizar un poco mi casa, te amo mucho, sé que lo sabes—sonrío y le lanzo un beso.

—También te amo, mi púrpura, hablamos más luego, te estaré avisando cualquier cosa, cuídate mucho.

Colgamos, la verdad la extraño mucho, pero ella pronto vendrá después de terminar su carrera, eso lo tengo seguro, ya que sabe que aquí puede encontrar mejores oportunidades.

Paso un cepillo por mi cabeza y salgo a la sala para ver que hay de comer, tengo más hambre aunque me terminé de comer la fruta que tengo.

Miro a mis supuestos padres y a Adelaine junto con ellos, observo a Aimée y ella me toca el hombro de una forma de control.

—¿No dejé claro que no quería saber nada de ellos?—mamá Adelaine me observa con detenimiento.

—Alizée, Aimée, sé que no es sencillo para ustedes, que saben cuando se fueron, más, sin embargo, no conocen el motivo, por favor, escúchenlos—suspiramos y nos miramos entre sí para poder entender lo que sucede entre ellos.

Se quedan viéndonos de una manera apenada, nosotras nos sujetamos las manos la una con la otra de un modo de confianza.

—Alizée, Aimée, yo su madre, le diré el motivo por el cual nos fuimos que, no es nada malo, pero si lo hicimos por ustedes—asentimos, al menos sabemos mantener respeto.

—Díganos, por favor, ya de ahí sabremos si tomar o no una decisión—les menciona mi hermana.

—Hace unos años, antes de dejarlas con Adelaine, mi hermana, estábamos pasando por una situación que ustedes jamás comprenderían a esa edad. Nos quedamos ambos sin nuestros sencillos empleos de meseros en la repostería, Aimée debe recordarla más que Alizée—mi hermana asiente cabizbaja.

—Como olvidar cuando nos llevaban todos los días y la señora que era la dueña nos daba un pastel extra—ríen y, yo quizá estaba muy pequeña como para recordar.

—Tras perder este trabajo, nos sacaron de casa y, por eso, la enviábamos a donde su abuela, justo antes de que falleciera, nos quitaron todo, menos la ropa de ustedes, porque tratamos de sacarlas antes del aviso del estado—trago en seco, empiezo a recordar un poco—luego, venían donde su tía, sé que se lo encontraban divertido cuando estaba toda la familia, pero la realidad es otra, todos dejaron de hablarme cuando pensaba irme mejor con mi esposo a buscar una mejor vida para ustedes fuera del país.

—¿Y por qué no tomaron un préstamo a un familiar o en el banco para pagar la deuda y venían a quedarse aquí?—Adelaine me mira cuando pregunto esto de forma amistosa.

—El exesposo de Adelaine no me quería aquí, tampoco a mi esposo, porque decían que aquel que era capaz de dejar a sus hijos por problemas y dinero, no es capaz de considerarse “familia”—menciona ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.