¿ Bebé sorpresa?, ¡ni loca!

Extra: Amor incondicional

Y el amor siempre se refleja de diferentes maneras, pero no me imagino vivir sin este tipo de sentimiento.

Walter Méunier

Nunca imaginé que la felicidad pudiera sentirse así, tan pura y tan sencilla, al mismo tiempo tan inmensa que a veces me cuesta respirar.

Es de madrugada y la casa está en silencio, salvo por los pequeños ruiditos de Aurore-Marie, que duerme recostada sobre mi pecho.

Su calor me invade, y cada suspiro suyo me recuerda que ahora mi vida tiene un propósito que va mucho más allá de mí mismo.

—Eres mi princesa —le murmuro, acariciándole la cabecita con cuidado—. No hay día que no le dé gracias a la vida por tenerte aquí, conmigo, con tu mamá. Prometo que voy a protegerte siempre.

La miro y me quedo absorto. Esa carita diminuta, sus manos que parecen tan frágiles… ¿cómo puede alguien tan pequeña contener tanto amor? Ella es parte de Alizée y parte de mí.

Y si cierro los ojos, todavía puedo escuchar su primer llanto,ese grito que me atravesó el alma y me hizo entender que el mundo acababa de cambiar para siempre.

Alizée se mueve en la cama, medio adormilada. Me mira y sonríe suavemente.

—¿Otra vez hablando con ella? —pregunta con la voz rasposa del sueño.

—Me descubriste… —le contesto en un susurro—. Pero es que no puedo dejar de hacerlo.

Ella estira su mano hacia mí, y yo la tomo enseguida. Ese gesto sencillo me derrite más que cualquier cosa.

—No tienes que convencerla, Walter. Ella ya te ama.

Y lo creo. Porque cuando su manita se cierra en mi camisa, siento que me elige. Que sabe quién soy. Y esa certeza me da una fuerza que jamás pensé tener.

—Gracias, Alizée —le digo, con la voz quebrada—. Gracias por darme la familia que siempre soñé.

Ella sonríe cansada, con lágrimas brillándole en los ojos.

—La familia la construimos juntos. Ahora somos tres.

La beso en la frente, y después deposito un beso suave sobre la frente de mi hija. En ese instante lo entiendo todo: el dolor, las dudas, las noches de insomnio… todo valió la pena para llegar aquí.

✨️✨️✨️✨️✨️

Meses después

El tiempo ha pasado volando. Parece mentira que esa pequeña que cabía en el hueco de mi brazo ya tenga unos meses de vida y se ría cada vez que hago una mueca absurda.

Estoy en el sofá, tirado de la forma más ridícula, haciendo sonidos raros solo para escuchar esa risa que me derrite el corazón.

—¿Viste eso? —le digo a Alizée, que nos observa desde la cocina con una taza de café—. ¡Se está riendo de verdad!

Ella se acerca, cruzando los brazos, fingiendo estar seria.

—No sé quién disfruta más, si ella o tú.

Me encojo de hombros mientras Aurore-Marie da una patadita y se agarra de mi dedo con fuerza.

—Lo admito: estoy completamente hechizado.

Alizée se sienta a mi lado y apoya su cabeza en mi hombro. La imagen es perfecta: los tres juntos, nuestra hija entre nosotros, la casa llena de paz.

—¿Recuerdas cómo todo empezó? —me pregunta en voz baja—. Con miedo, con dudas… y ahora míranos.

—Sí —respondo, mirándola con ternura—. Y aunque el camino fue caótico, yo no cambiaría ni un solo segundo si me llevaba a este momento.

Alizée sonríe y acaricia la manita de nuestra hija. Yo, mientras tanto, hago una promesa en silencio:

Seguiré aquí. En cada sonrisa, en cada llanto, en cada primer paso. Seré el padre que ella merece y el compañero que Alizée necesita. Porque al final, este es mi hogar: ellas.

Y cuando cierro los ojos, me doy cuenta de que ya no temo al futuro. Porque mientras tenga a mis dos chicas conmigo, no hay nada que no pueda enfrentar.




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