¿ Bebé sorpresa?, ¡ni loca!

Extra: Compañía

Esta vida contigo parecía ser una fantasía, ¿en serio merezco todo esto?

ALIZÉE LACROIX

Esa noche, después de que Aurore se durmiera abrazada a su osito, me senté junto a Walter en el sofá. La casa estaba en silencio, solo rota por el suave zumbido de la lámpara y el tic-tac del reloj. Me acomodé sobre su hombro, sintiendo la familiar calidez de su abrazo, esa que siempre logra que todo lo demás desaparezca, aunque sea por un instante.

—¿Sabes, Walter? —empecé, con voz baja—. Estaba pensando en Aurore… y en lo mucho que disfrutaría tener un hermanito o una hermanita.

Él suspiró y yo sentí su sonrisa antes de que me mirara con esos ojos profundos que me hacen sentir que somos un equipo en todo, incluso en los silencios.

—Lo he pensado —dijo, con esa mezcla de seriedad y ternura que me derrite cada vez—. Y la verdad… me encantaría que Aurore tuviera compañía, alguien con quien compartir risas, secretos y hasta travesuras.

Sonreí y me acomodé un poco más cerca, apoyando mi cabeza en su pecho. Su corazón latía tranquilo, y por un momento todo parecía perfecto en su simpleza. Podía sentir cómo me envolvía con su brazo, firme y seguro, y en ese gesto se resumía todo lo que había aprendido sobre él: protección, paciencia, amor incondicional.

—Me da un poco de miedo, ¿sabes? —confesé, casi en un susurro—. Que cambie algo en nuestra vida… o que Aurore deje de necesitarme tanto.

Walter soltó una suave risa y me acarició el cabello.

—No cambiará nada —me aseguró—. Aurore siempre nos necesitará… y nosotros siempre estaremos aquí para ella. Solo que habrá un poquito más de amor en la casa.

Respiré hondo, sintiendo cómo se me aflojaban las tensiones. Tenía razón: amor extra no quita amor a nadie; lo multiplica. Y, después de todo, nuestra pequeña ya tenía la seguridad de que estábamos siempre presentes.

—¿Y tú? —le pregunté con curiosidad—. ¿Estás seguro de que quieres pasar por todo de nuevo? Las noches sin dormir, los pañales, los berrinches…

—Claro que sí —dijo, con una sonrisa que era mitad travesura, mitad sinceridad—. Aurore me enseñó que nada de eso importa cuando vale la pena. Y además… —me guiñó un ojo—. No nos olvidemos de que ya somos un buen equipo para sobrevivir a todo eso.

Reí, apoyándome aún más en él, y por un momento nos quedamos en silencio, simplemente disfrutando de nuestra compañía. Me di cuenta de lo mucho que habíamos crecido juntos como familia. Cada pequeño detalle: los días caóticos, los juegos interminables, los desayunos con migas por toda la mesa, todo había tejido esta vida que tanto amaba.

—Si tenemos otro niño… —empecé, jugando con la idea—. ¿Crees que Aurore me compartirá?

Walter soltó una carcajada suave.

—Nunca la compartirá, Alizée. Pero eso no significa que no habrá amor suficiente para todos. Y además… tú sabes que nadie puede reemplazarte en su corazón.

Me sentí más tranquila, porque sabía que era cierto. Sentí cómo su mano se entrelazaba con la mía, y por un instante no necesitábamos más palabras. La idea de un hermanito para nuestra pequeña ya no me asustaba; al contrario, me llenaba de ilusión.

—Me encanta imaginar cómo sería nuestra casa con dos niños —continué, emocionada—. Las risas, las pequeñas peleas, las travesuras por todos lados… y nosotros corriendo detrás de ellos.

Walter rió, y pude escuchar la calidez en su voz.

—Sí… y también las noches sin dormir, las tareas, los berrinches. Pero al final, valdrá la pena. Siempre vale la pena.

Y entonces, por un momento, me dejé llevar por la fantasía: Aurore enseñando a su hermanito a construir castillos de arena, compartiendo secretos bajo la mesa del comedor, riendo juntas cuando los dos hacían travesuras, y nosotros… nosotros tratando de mantener algo de orden, pero riendo más de lo que regañamos.

—¿Sabes lo que más me gusta de todo esto? —susurré—. Que Aurore no solo tendrá un hermano o hermana… sino que nosotros seguiremos siendo su refugio. Siempre.

—Eso nunca cambiará —me aseguró Walter, abrazándome más fuerte—. Pase lo que pase, nuestra familia será nuestro equipo. Siempre.

Después de un largo silencio, me atreví a hacerle una pregunta que llevaba rondando mi cabeza desde hace tiempo.

—¿Crees que estamos listos para esto? Para intentar otra vez… para darle a Aurore un compañero de juegos y de vida.

Walter me miró, serio por un segundo, y luego sonrió con esa seguridad que siempre me da paz.
—Sí. Siempre estamos listos para más amor, Alizée. Y si tú quieres… lo hacemos.

Sonreí y me recosté de nuevo sobre su pecho, sintiendo cómo su corazón latía bajo mi oreja, constante y fuerte. Por un instante, todo parecía en equilibrio: nuestro amor, nuestra hija y la idea de un futuro más lleno de risas y complicidad.

—Tengo una idea —dije, traviesa—. Podríamos empezar a “practicar” cómo sería la vida con dos niños… aunque sea solo en nuestra imaginación.

Walter levantó una ceja, divertido:
—¿Practicar? ¿Cómo? ¿Corriendo detrás de muñecos por toda la casa?

—Exacto —dije, riendo—. Y también con pañales, canciones de cuna, noches sin dormir… aunque podemos saltarnos los pañales de momento, ¿no?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.