Epílogo.
—Lucía.
La voz de Tresh resonó en su cabeza, mareándola.
—Lucía.
Tresh repetía su nombre una y otra vez. Cada vez que lo hacía, la luz cegadora que veía se iba apaciguando poco a poco.
—¡Lucía!
Sintió cómo sacudían su cuerpo, y finalmente abrió los ojos, levantando la cabeza de entre sus brazos.
—¿Qué?
—¿Eres tonta? ¿Qué, ya se ha acabado la clase?
—¿Cómo?
Lucía miró confundida a su alrededor. Estaba sentada en una silla, apoyada en su pupitre. Tresh, su mejor amigo, la miraba divertido desde su lado. Todos sus compañeros salían de clase riendo, haciéndose zancadillas y celebrando que por fin era viernes y podrían salir, mientras la profesora apagaba el proyector de la película que habían estado viendo.
Lucía se frotó los ojos, aún confundida. Las imágenes de Lilithra, las sombras, la sensación de las llamas acariciando su piel… todo seguía en su cabeza.
Todo había sido un sueño.
Un sueño.
Se había dormido mientras veían una película en clase, y lo había soñado todo.
Pero había sido tan real…
Miró al cuaderno donde se había quedado dormida. Dibujos de todas las criaturas que había conocido: el ballenil, Mukke, Pichí. Los habría dibujado antes de dormirse, y por eso había soñado con aquello.
—¿Qué? ¿Nos vamos o qué? —dijo su amigo de rizos y ojos claros, cogiendo su mochila.
—Sí, sí. —Lucía cogió su mochila, aún medio dormida, y siguió a su mejor amigo, despidiéndose de la profesora.
—Qué, ¿soñando con lo guapo que soy? —dijo Tresh, burlón.
—Ya quisieras.
—Jo. Bueno, tampoco te has perdido mucho de la película de todas formas. Era un rollo, me he pasado la clase jugando al UNO online.
—Qué bien se aprovechan las clases los últimos días antes de Navidad.
—No sé ni por qué venimos.
—Ya ves.
Lucía llegó a su casa aún confundida por el sueño. Había sido tan real que lo recordaba a la perfección. Pero, al fin y al cabo, eso es lo que había sido, ¿verdad? Solo un sueño.
Tiró su mochila al suelo, saludó a su madre y subió a su habitación para cambiarse de ropa antes de ir a comer.
Pero al abrir la puerta de su habitación y acercarse a su cama, se quedó atónita. Porque allí, sobre el colchón, descansaba tranquilamente...
El báculo de Nawin-Na.
FIN