Behind

¿Epílogo?

—Toma tu deliciosa cena, Princesa de la Muerte— dijo el auror, quien custodiaba la celda de la apodada, con tono sarcástico. Le arrojó la bandeja con una especie de pasta que parecía estar viva, a juzgar de cómo las burbujas reventaban ante ella, causándole náuseas como siempre. El guardia deslizó la fuente con la comida por la rejilla de la portilla, formada por barras metálicas.

La celda era fría y solitaria. No había más que suciedad por doquier, dominaba el moho entre los rincones rocosos, dos— tal vez tres— ratas muertas yacían en una esquina, el aroma que desprendían era totalmente insoportable para la prisionera, pero no objetaba, ya se había acostumbrado con los años.

Bajo la única y diminuta ventanilla de la celda apenas entraban escasos rayos de sol. En el suelo, había una incómoda cama hecha de paja seca, sobre la cual la mujer confinada descansaba desde hacía doce años.

Ella no era feliz, nadie que estuviera encerrado en Azkaban lo era. Los dementores, que rondaban fuera de los muros, se encargaban de ello mismo.

Aún recordaba las razones de cómo, hace unos años atrás, había acabado en aquella horripilante celda. Pero solo una de ellas destacaba de todas esas: se había convertido en la mano derecha del más grande y temido ser de todos los tiempos, Gellert Grindelwald.

Juntos habían conseguido aniquilar a más de la mitad de la población, llevado a cabo sus planes durante muchísimo tiempo, sin que nadie se animara a ponerles un alto. Hasta que, claro, llegó la traición de la persona menos inesperada y todo se vino abajo.

—Me honras— murmuró la mujer.

El auror dio media vuelta y la observó confundido. Después de doce extensos y perdurables años, ella habló.

—¿Con qué, exactamente?

La albina soltó una minúscula risa maniática mientras se encontraba reposando sobre la pared frente a las rejas, cabizbaja y sin ver nada.

—Con mi apodo, claro... "Princesa de la Muerte"— murmuró en un tono diferente, pero divertido para ella—. ¿Alguna vez mencioné que de adolescente amaba ese alias? Es bastante reconfortante volver a oírlo de un hijo de asquerosos muggles como tú, después de tanto tiempo.

El hombre frunció el cejo, apretujaba sus facciones con enojo y, antes de que pudiera decir algo, la mujer lo interrumpió.

—Es bueno que la mayoría de ustedes, patéticos guardianes, lo sigan recordando. Después de todo, hice lo que ustedes nunca pudieron hacer en años: imponer orden— formó una sonrisa sádica—. Tanto en la comunidad mágica como en la de esos muggles— continuaba en tono despectivo, ahora sin mostrar alguna expresión en su pálido, pero sucio rostro.

Sin dudar un segundo, el auror tomó su varita mágica, resentido por las palabras que salían de la boca de ella, y rápidamente le lanzó una maldición torturadora.

—Sabes perfectamente que eso no funciona conmigo— dijo, recreando su anterior sonrisa con sadismo en ella.

El hombre castaño de ojos claros, abrió la celda y se abalanzó sobre la mujer. Aprovechó que nadie lo estaba observando y la tomó del cuello, apretujándola con la mitad de su fuerza, hasta casi dejarla sin aire. Pero por más que él quisiese asesinarla, no podía. Eran órdenes del nuevo Ministerio de Magia, así que lo aflojó tan sólo un poco.

Ella podría haberse zafado del agarre, sí, claro. Difícilmente, esta vez, no podía. Sus manos y pies estaban cubiertos por una especie de contenedores inquebrantables, lejos del tacto entre cada una. Sus ojos residían igual: envueltos con un vendaje. Y, sobre esta, yacía un sello mágico, que solo cierto hechicero podía deshacer. Y era más que obvio que eso no sucedería, ni en años luz.

Toda esa protección era para que la mujer de cabello blanco le sea imposible utilizar su magia "especial".

—Recuerda dónde estás, maldita. Y recuerda donde estoy yo— espetó el hombre cerca del oído de la mujer—. Yo disfruto de mi libertad detrás de estas rejas, feliz, junto a la poca familia que me queda gracias a ti y tu queridísimo abuelo. Y tú estás aquí, envejeciendo y muriendo poco a poco como te mereces, en esta deprimente y asquerosa celda— hizo una pequeña pausa, tomó aire—. Estás exactamente donde perteneces, sufriendo las consecuencias por tus acciones, Sereah Grindelwald. Y espero te pudras aquí.



#1454 en Fantasía
#496 en Fanfic

En el texto hay: harry potter, magia, grindelwald

Editado: 19.02.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.