Beka Y Su Viaje En El Tiempo

HANBOK MESTIZO

La invasión de los franceses en la isla de Ganghwa tuvo lugar en los términos predichos por la mujer de extraña apariencia dos días antes. Esa noche se le perdonó la vida y fue nombrada por la reina como dama a su servicio. Quería tenerla cerca para aprovechar sus supuestos dones de predecir el futuro. Viviría junto a las sirvientas en las instalaciones del palacio.

Así comenzó su inexplicable vida: desconocida, ajena y solitaria. 

Su único objetivo era encontrar la forma de regresar al 2019, junto a su madre, que debía estar preocupada después de haber desaparecido y luego a su cálido dormitorio en Corea del Sur mientras cumplía sus sueños de aprender coreano, enamorar al dueño de un chaebol y así recorrer el mundo con la vida que siempre quiso.

A la mañana siguiente, recibió instrucciones de la ropa que debía usar, un uniforme de las damas de la corte. Todas vestían hanbok de los mismos colores: verde en la parte superior y rojo en la falda. Una sirvienta con la que compartía habitación, le realizó un peinado Saeng Meori, destinado al uso de las damas jóvenes de la corte.

Aunque parecía una copia de sus compañeras, no era fácil pasar inadvertida con su piel canela y rasgos aztecas. Lo único similar a sus homólogas era su larga cabellera negra.

Por primera vez pudo ver bien el palacio, un millón de veces más hermoso a como lo mostraban las fotografías o películas, incluso como pudo verlos restaurados en su universo, cuando llegó a Corea del Sur, era una fiesta de verdes y rojos que adornaban las paredes de maderas movibles, tejados marrones con techos curvos sostenidos por consolas y postes, puentes de madera abrazados de flores, caminos de piedras, lagos transparentes y árboles frondosos; un espectáculo de hojas verdes tornándose marrones, recién iniciaba el otoño.

No fue fácil persuadir al rey y a la corte de salvar la vida de Beka y mucho menos dejarla vivir en el palacio. Al final, la idea de tener cerca a un posible enemigo y cuidar sus pasos fue la que planteó la reina para que formara parte de su corte. Pero su vida aún no estaba a salvo, debía ingeniárselas para seguir con su estrategia de adivina y asegurar su estancia en el palacio, mientras lograba escapar de esta dimensión.

Así fueron pasando los días, con la mirada de todos los habitantes del palacio sobre ella, mientras se acostumbraba a la rutina de acompañar y asistir a la reina en todo, morar fuera de la puerta de su habitación a cada hora y saber que a la pequeña falla sería torturada, hervida o decapitada. Era difícil aceptar una vida como esta. Las clases sociales eran exageradamente marcadas en la Corea de aquella época: familia real, funcionarios de alto rango con sus familias nobles, pobres que debían pagar altos impuestos y esclavos. La superioridad de una clase sobre la otra era absoluta, los pobres y esclavos no eran más que animales o cosas al servicio de los que estaban en la cúspide de la pirámide, matarlos o torturarlos por cosas banales era algo común. 

 A Beka aún se le revolvía el estómago con los abusos que veía. Un guardia podía desenvainar una espada y dar muerte a un súbdito por simple placer, y aunque entendía la mentalidad gobernante en ese reino, en esa época y en ese momento, la evolución progresista de su cerebro no podía aceptarlo. Al parecer todo se repetía de la misma forma que contaban los libros de historia que había leído. 

Se desvelaba por las noches recordando el dolor de las familias al buscar los cuerpos de algún sirviente castigado o condenado.

 Una mañana, mientras estaba de guardia a las afueras de la recámara de la reina, los eunucos anunciaron:

—¡Su majestad el príncipe heredero desea ver a la reina!

 

El príncipe se detuvo ante las puertas corredizas de madera mientras esperaba la orden de la reina para su entrada. Su mirada era altiva, casi hacia el cielo, podía verlo desde lejos como si flotara, casi inalcanzable.

Un sirviente advirtió al príncipe que la reina aún dormía, pero él insistió en esperar afuera; era típico de ella evitar sus visitas. Fue entonces cuando bajó la mirada y se fijó a su izquierda, justo a su lado, frente a la puerta y con la mirada hacia el suelo, estaba Beka. Se sintió sorprendido, no esperaba verla tan cerca de la recámara de la reina de Joseon. 

Esta vez no vestía ropa extraña y vulgar, se trataba de una chica con apariencia extraña, rasgos y piel distinta usando una vestimenta típica coreana, con un peinado común entre las cortesanas. «Entonces sí puede predecir el futuro» pensó al verla tan cerca de la reina. De repente vaciló moviendo su cabeza lado a lado «¿Y eso acaso importa?». Cómo podía creerle a esta espía extranjera, que terribles costumbres podía traer del occidente.

—La reina ha osado colocarle en un puesto tan alto, tanto así que está de primera al frente de su puerta. Ha tenido suerte —reclamó el príncipe. 

Instantáneamente Beka levantó la mirada, olvidándose del protocolo de aquella cultura.

—Ha sido la decisión de su majestad y no la mía, príncipe…

—¡Mujer! ¿Cómo se atreve a levantar la mirada? —dijo unos de los guardias del príncipe heredero, apuntando con una espada.

—Deténgase —reclamó el príncipe—. Supongo que de donde viene no conoce de modales.

En ese momento se abrieron las puertas de la habitación, Beka se deshizo de ese incómodo y peligroso momento. Debía seguir las normas si quería conservar su cuello antes de abandonar este universo, pero entre tantos formalismos y subordinación a la familia real era difícil recordar cada norma, por ese instante actuó como una chica del siglo XXI.




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