La reina Kim So-yong, había sido concubina del rey por muchos años. Incitada por su familia, los Kim, fraguaba un plan para deshacerse de Yi-seon y así persuadir a su esposo para convertir a su hijo menor, Min-joon, en el príncipe heredero y próximo monarca. De esa forma, con él bajo su tutela sería ella y nadie más la que tomaría las decisiones sobre el país entero.
Luego de tantos intentos de invasiones japonesas, mongolas y manchúes, la política tomada por el rey fue la del aislamiento total. Desde hacía unos años Joseon se había convertido en un reino ermitaño, ajeno a los acontecimientos del mundo exterior y muchísimo más de las aún nuevas tierras americanas. Esto resultaba ser el caldo perfecto para inventar conspiraciones y ver si, finalmente, podría terminar con la vida del príncipe.
Se presentaron varios casos de difteria en el palacio, esta enfermedad había llegado a las faldas de las túnicas de la familia real, habían fallecido varios sirvientes, entre ellos, el más afectado fue el grupo de la corte real del príncipe. La reina vio como excusa perfecta poner a la orden a algunas de sus damas para adentrarse en las actividades del heredero al trono e investigar sus movimientos, pues sabía que no se trataba de un enemigo fácil. Entre esas damas estaba Beka, y fue precisamente con ella que habló personalmente.
—Ha llegado el momento de que sea de utilidad para mi —dijo la reina sentada desde sus aposentos—. Enviaré a varias damas de la corte para que sirvan de apoyo al príncipe, pero será usted la encargada de espiarlo, contarme quién entra y sale de su recamara, con quién se reúne. Dicen que algunas veces se escapa del palacio por las noches, todo eso y más debe confirmarlo.
—Su majestad, no creo que sea la indicada para eso, yo, yo... creo que puedo ayudarle de otra forma —respondió aterrada, mientras se zafaba de esta riesgosa tarea que sabía podía llevarla al paredón.
—¿Cómo se atreve a interrumpirme? Recuerde que está viva sólo porque decidí tenerle cerca y hasta ahora sus dones adivinatorios no han funcionado más. ¡Haga que no me arrepienta de haberla salvado! Choi Eun-yeong le acompañará, ella me ha servido desde que era una niña, entre ella y usted podrán descubrir todo lo que necesito saber —sentenció la reina, sin dar lugar a alguna negativa más.
Esa misma noche, Beka y Eun-yeong, junto a tres eunucos fueron trasladados a otras habitaciones más cercanas a Jaseondang, la residencia del príncipe.
Al día siguiente, muy temprano por la mañana, comenzaron su guardia ante las puertas de la recámara del príncipe, quien a regañadientes aceptó la ayuda ofrecida por la reina. Sabía que debía cuidarse aún más porque tendría espías en su propia corte real.
Como todos los días, el historiador y dos eunucos entraron luego que se anunciara que el príncipe ya estaba vestido. Pasó aproximadamente una hora y luego que retiraron el desayuno, se propuso hacer el paseo que correspondía a esa hora de la mañana para tomar el sol. Se abrieron las puertas cubiertas por hojas de arroz y salió con una túnica morada, adornada con bordados dorados, esta vez no cubría su cabeza con un sombrero, sólo llevaba la diadema que amarraba su cabello en un moño alto. En esta ocasión, su majestad llamó inesperadamente la atención de Beka, quien sin querer se encontró deslumbrada con la combinación del morado, el color de su piel y lo tierno que lucían sus ojos cuando no tenían la sombra del sombrero, su cabello era brillante, parecía sedoso y suave.
Yi Seon salió rápidamente, parecía distraído, y no notó la presencia de Beka. Pasó un rato en el puente conversando con Suk, mientras el resto de la corte lo esperaba a unos pocos metros. Beka lo observaba a ratos, ¿cómo era posible que en esta absurda y complicada situación en la que se encontraba podía importarle como lucía el príncipe? Sus pensamientos eran más rápidos que su razón y comenzó a preguntarse: «¿Cómo sería su personalidad si fuera un hombre de su universo? ¿Cómo se comportaría?» Lo miraba y trataba de imaginarlo con pantalón de mezclilla, camisa a rayas y una gorra de los Texas Rangers. ¿Cómo sería el cuerpo que se escondía debajo del hanbok? Despertó de los pensamientos, Yi -seon venía de vuelta a su recámara, esta vez, finalmente la reconoció.
—¿Qué está haciendo en mi corte? La reina tuvo el atrevimiento de enviarla, pues no lo voy a permitir —exclamó.
—Su majestad, solo estoy cumpliendo órdenes…
—De nuevo está contestando; creo que lo que más anhelas es morir si sigue hablando de esa forma.
Se acercó un mensajero de la corte del rey, su majestad estaba solicitando la presencia de su hijo en la audiencia; estaban discutiendo un caso de emergencia. Yi-seon olvidó, por el momento, que la extranjera estaba caminando a su espalda como parte de su servicio y se puso en marcha ante los pies de su padre.
Beka estaba aterrada, volvieron sus pensamientos fatalistas y la ansiedad la consumía. «No puedo esperar más, debo encontrar la puerta de regreso a mi universo» pensaba, mientras mordía su labio inferior. Preparó un plan, esa noche escaparía de su habitación y encontraría, de cualquier forma, la muralla norte del palacio. Esperaba encontrar con la ayuda del cielo la forma de regresar.
***
Eun-yeong dormía junto a todas las damas de la corte del príncipe, Beka se olvidó del filo de la espada de los guardias y escapó con su hanbok de uniforme hacia lo que ya aseguraba era el lugar que la llevaría de vuelta los brazos de su madre. Deambuló un par de minutos, tardaba más cuando se escondía de las lámparas de los centinelas, pero eran más sus ganas de huir.