Bell: la trágica historia familiar [editada]

Presta el oído a todos, y a pocos la voz. Escucha las censuras de los demás; pero reserva tu propia opinión

Era improbable que Shin fuera a saber quién se encontraba del otro lado de la puerta. Insegura de lo que pudiera pasar después de recibir a la persona, abrió la puerta lentamente, al menos unos diez centímetros o quizá mucho menos y se asomó por ese pequeño espacio. Se trataba de una mujer.  La observó de pies a cabeza con detenimiento e indiscreción; parecía tener 30 años, o tal vez más. Su cabello recibía un matiz café, casi tan claro como el cabello de los gemelos; de ojos ligeramente más oscuros y una mirada perdida. Shin se vio orillada a dejarle pasar.

En verdad no pasó mucho tiempo para que los gemelos arribaran a la casa; quizá unos quince minutos o tal vez unos diez. Notaron la presencia de dicha mujer y una vez viéndolos junto a ella, te dabas cuenta que no solo su cabello era lo único parecido, haciéndote dudar a tal punto en que te preguntabas si solo los abuelos Hashimoto eran su familia más cercana. Ahora que estaban todos metidos en el mismo cuarto... ¿Eso significaba que Shin estaba metida en un mal momento?

Esa misteriosa mujer de ojos tristes, era la madre de Zenda y Ezequiel.

Zenda, al volverse a encontrar con su madre, tuvo un sentimiento indescriptible; sólo sabía que dicho sentimiento apretaba con fuerza su pecho, tanto que hizo un nudo en su garganta y que poco a poco comenzó a asfixiarla. Hace algún tiempo pensaba a menudo en todas las posibles preguntas que le haría a su madre cuando volvieran a verla, sin embargo, todas esas cuestiones y conversaciones imaginarias que Zenda fantaseaba, se consumieron como espuma de mar. ¿Cómo debería actuar? Sí se enfadó.

 — ¿Por qué desapareciste? ¿Dónde estuviste todo este tiempo? — Zenda cerró ambas manos y frunció el ceño— Quiero que me digas la verdad. Siempre nos ocultaste muchas cosas.

—Zenda, yo... quiero lo mejor para ustedes.

—¿Te has preguntado qué es "lo mejor”? — Ezequiel irrumpió.

—Niños, no le alcen la voz a su madre. — Ordenó el señor Hashimoto, de forma pacífica.

—¡Pero, vamos!¡Estamos cansados de que nos oculten las cosas! — Exclamó Zenda.

—No les quise decir nada al respecto, porque no quise preocuparlos.

— No fue así...— Dijo Ezequiel entre dientes.

La madre de los gemelos suspiró. Se dio un breve momento para pensar en sus palabras y cabizbaja, comenzó su explicación.

—Su padre es un excelente doctor, de eso estamos seguros todos, incluso el gobierno de nuestro país… Cuando el presidente de Estados Unidos optó por ocupar su ayuda, él aceptó creyendo que solo se trataba de un viaje de un par de semanas.

— ¿Por eso desapareciste? — Preguntó la imprudente de Zenda.

—Lo lamento mucho...

—¿Crees que nos sentiremos mejor por una simple disculpa?

—Zenda, toma las cosas con calma...— Murmuró Ezequiel.

En efecto; Zenda era demasiado orgullosa, lo suficientemente orgullosa para no permitirle a su propia familia que notaran cómo sus cristalinos ojos se rompían con cada palabra que salía de su boca y cómo derramaban agua salada sobre sus mejillas. Dado esto, La gemela mayor se dio la vuelta y caminó rápidamente fuera de casa, o al menos hizo el intento, debido a que la dulce voz de Shin la detuvo cuando su mano descansó sobre el picaporte.

—¿Por qué no escuchas a tu madre? Deberías escuchar lo que ella trata de decirte, o sino tarde o temprano te arrepentirás y cuando suceda tal vez ya sea demasiado tarde.

Aunque fueran escasas palabras, eran sinceras y suficientes para dañar el gran orgullo de Zenda. En ese momento, la colegiala volvió a darse la vuelta y su atención visual estaba sobre su madre. Las lágrimas que pedían a gritos salir de Zenda, lograron su cometido y era irremediable detenerlas por ahora. A decir verdad, todo fue como ver una película cliché; Zenda abrazando a su madre, aunque su madre no lloraba tanto a comparación de la gemela y poco después Ezequiel se unió al abrazo, mostrándose tan inexpresivo como siempre, eso porque prefería reprimirse, tal vez por la presencia de todos. Una vez que todos pudieron calmarse, la madre de los gemelos prosiguió a contar mejor por qué había desaparecido… Más bien, a llamar la atención de todos.

 

—Bien, quiero explicar las cosas bien… la situación en el mundo no es del todo buena, a pesar de que Komorebi parezca inmune a esto por las leyendas que tiene el bosque y que por eso ustedes todavía puedan andar por allí y por acá con normalidad, deberían cuidarse, ¿entienden? Sobre todo, porque vivimos con los abuelos.

—Cariño, las cosas están bien aquí. Deja de considerarnos débiles— respondió la abuela.

—¿Pero terminaron dándote alguna respuesta? —Preguntó el señor Hashimoto.

La mujer negó con la cabeza, apretando los labios un poco fuerte y plantando su mirada sobre el suelo; enlazando sus dedos y moviéndolos de manera inquieta, respondió:

—Su situación es un tanto complicada… su exagerado desempeño en el trabajo no solo lo agotó físicamente, al punto de quedar en cama por el cansancio, sino que también su mente está mal, muy mal…

—Sé que no debería entrometerme en esto, pero...— Shin interrumpió— madre de Zenda, puede que su esposo esté delicado en este momento y eso no significa que todo se ha acabado, ¿sabe? ¡No pierda la esperanza!



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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