Bell: la trágica historia familiar [editada]

Cuanto te vi me enamoré y tú sonreíste porque lo sabías

Tener el botiquín para curar la herida del híbrido pasó a ser lo primordial del momento. La colegiala de cabello dorado buscaba con premura, era lo único que tenía en mente, más las desagradables dudas de qué es lo que podría llegar a pensar de ella la bondadosa Shin, si encontraba a Izaro en tal estado o cómo reaccionaría si lo veía sangrar y ella no hizo nada al respecto. Estaba tan inmiscuida en sus pensamientos que no notó el gran estruendo que Izaro provocó tras romper la hebilla del cinturón que ataba sus manos detrás de la silla. Teniendo esa parte de su cuerpo libre de amarres, fue pan comido quitarse los cinturones del resto del cuerpo y se incorporó al cuarto en donde estaba su cuidadora, tan pronto como le fue posible.

Las hormonas del híbrido estaban al brote; sus ganas de salir a buscar supuestas féminas eran más grandes que su propia consciencia. En un impulsivo y buen intento abrazó a Zenda de la cintura, la manera y fuerza que utilizaba no permitían a la adolescente moverse en absoluto. Era un milagro que pudiera respirar sin muchas dificultades.

“Shin, Ezequiel, regresen rápido... pensó Zenda, esbozando un suspiro. Tenía miedo, pero no podía demostrar tal cosa frente al híbrido.

La adolescente trataba de ignorar a Izaro, sin embargo, las caricias que el fenómeno empleaba en el cabello de la chica y los continuos besos en sus mejillas, la hacían ponerse aún más nerviosa de lo que ya podía estar. Algunas veces el híbrido le dedicaba lindas palabras y de vez en cuando, aflojaba sus agarres, solo por escasos segundos, para después volverla a sujetar con ese temor de que ella se apartara de sus brazos para siempre.

—Señor Izaro... necesito buscar el botiquín... ¡Y usted no me deja! ¡deje de abrazarme!

—No lo busques más, no necesitamos un botiquín para ser felices juntos.

—Dentro de poco vendrá Ezequiel y Shin, y sí lo encuentran en ese estado, seré yo quien salga sermoneada.

Nuevamente, Zenda intentó deshacerse del agarre del fenómeno, sin ningún éxito, más que conseguir que Izaro estuviera tan decidido en seguir aplicando la misma fuerza

—Sí ese tal Ezequiel quiere hacerte daño, lo mataré con mis propias manos.

—¡Es mi hermano!

—¿Acaso no puedo protegerte?

 —¿protegerme de qué diablos? Mi hermano no puede hacerme daño, ¡es más inofensivo que un alga! —refunfuñó la colegiala, con las mejillas un poco enrojecidas.

No mucho tiempo después, Shin y Ezequiel entraron a la casa. El silencio dentro de la misma era suficiente para que el par de amigos intuyera que algo no estaba bien. Los dos se separaron y buscaron a Izaro y Zenda. Quien los encontró fue el gemelo.

Tal escena le dio para sacar ese lado de hermano menor defensor que nunca antes había sacado o que al menos no tenía recuerdos de ello.

—¡Atrás! ¡Deja a mi hermana! 

Entonces ese grito fue suficiente para alertar a Shin sobre el paradero de esos dos. La foránea subió las escaleras tan rápido como fueron sus piernas; en algún momento estuvo al borde de tropezar en un escalón, pero logró reincorporar sus pasos.

—Sólo quítenmelo...

Ezequiel sostuvo uno de los bastones que estaban en el cuarto y soltó un temeroso golpe en la espalda de Izaro. No dolió tanto o al menos eso demostró la expresión de Izaro al ver a Ezequiel. 

 —Déjala o… ¡tendré que quitarte con mis propias manos!

  —¡EZEQUIEL! — exclamó Shin, furiosa — ¡Ni se te ocurra pegarle de nuevo!

—No voy a soltarla. Si debo pelear contigo, aceptaré.

—¡Nadie va pelear! ¡Deténganse!

El fenómeno soltó a Zenda, dejándola detrás de él. De cierta forma, quiso protegerla de las manos del gemelo, quien soltó otro temeroso golpe en su abdomen.

“Llevo años jugando consolas, finalmente utilizaré todos mis conocimientos sobre las peleas”, pensó Ezequiel.

—No sabes con quien te metes.

Esa alentadora respuesta lo empujó a soltar otro golpe hacia Izaro y por suerte, Izaro pudo sostener el bastón antes de que le diera en la costilla.

—Bastardo... queriendo pelear con armas —agregó el híbrido—. ¡Qué cobarde!

Antes de que Ezequiel pudiera dar otro torpe golpe hacia el híbrido, Shin, sin pensarlo dos veces, se puso frente a Izaro, mirando con enfado al gemelo y manteniendo una muy firme postura, como si nadie ni nada pudiese moverla de su lugar.

—Nadie se peleará con nadie, ni discutirán por quien le pertenece Zenda.

Esa actitud fuerte de la adolescente de cabellos oscuros se derrumbó junto a la resistencia que ponía para que su tutor no fuera golpeado. Con prontitud abrazó a Izaro con fuerza, los ojos de Shin se volvieron cristalinos, se veían como si las abejas apenas hubiesen producido la miel en la colmena; eran lágrimas que estaban a punto de nacer de sus ojos.

—¿No puedes ver el estado actual de Izaro? No, ni siquiera podrías tener algo de empatía, Ezequiel. Creí que eras un chico maduro, alguien caballeroso y bien, lo eres, pero sólo cuando te conviene. Creí que no tenías amigos porque simplemente se te hacía difícil conversar, ¡y es cierto! Lo es por tu mala actitud y comportamiento hacia las demás personas. No te molestas por saber si están bien o no. Es sorprendente ver qué te hayas preocupado por Zenda.



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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