Bell: la trágica historia familiar [editada]

El amor de los jóvenes no está en el corazón, sino en los ojos

Claramente hubo una enorme brecha de tiempo entre los acontecimientos que ocurrieron antes de que Zenda subiera al cuarto de Izaro. Tanto ella como la foránea salieron de casa para cumplir con su cometido y hacerse de los ingredientes necesarios. A juzgar por el cambio que tuvo Komorebi las últimas décadas, les sería complicado conseguir los ingredientes con facilidad y lo peor de todo es que la luz solar no les favorecía; el atardecer caía sobre ellas con completa tranquilidad.

Las cosas surgieron así: Zenda buscaría en las tiendas del pueblo y Shin dentro de la naturaleza del bosque. Para su fortuna o su desgracia, consiguieron casi todos los ingredientes de su lista. La luz de la Luna, que era acompañada de las nubes y estas le robaban su luz. Buscar bajo esas condiciones no era favorable y, sobre todo, resultaba peligroso.

—Volvamos dentro, es peligroso permanecer aquí afuera— dijo Zenda.

—No te preocupes, enseguida te alcanzo.

—¿Estás segura?

—Completamente.

—Si pasa algo, no dudes en gritar.

  —No te preocupes, se cuidarme en la noche. ¡Ah! — Añadió Shin— Casi lo olvido.

—¿Qué cosa?

—¿Puedes calentar dos recipientes con agua? Necesito que los dos estén hirviendo.

—Está bien.

Zenda se apresuró en volver a casa, se adentró a la cocina y buscó tras las puertitas, algunos recipientes profundos que sirvieran para hervir agua. Sacó un par de hoyas, una más chica que otra y se preguntó por un momento si el tamaño era exagerado, aunque después se respondió encogiendo los hombros y mientras esperaba a que las hoyas se llenaran de agua, prendió la estufa, la cual liberó una salvaje llama un tanto grande, que casi se lleva las pestañas y cejas de la adolescente. Poco después de que dejó el agua hirviendo, Shin entró a la cocina, mostrando una radiante sonrisa.

—¡Listo! Pude conseguir tres ingredientes más, por lo menos estarán un poco más completas las dos pociones que quiero hacer.

—¿Pociones? — Preguntó Zenda llena de confusión— ¿No querrás decir "medicinas"?

—Suena más extravagante llamarlas pociones— respondió Shin, sin desvanecer su sonrisa—, ¿no crees?

En seguida pusieron manos a la obra. Cabe destacar que, Zenda parecía algunas veces estorbar en el procedimiento, puesto que pasaba los materiales a Shin ¡y muy lento! Shin, por no querer decirle crudamente que le dejara terminar sola, lo externó de otra forma, tal como lo haría ella:

—Zenda, ya estamos por terminar, así que ¿puedes ir a echarle un vistazo a Izaro?

—Está bien.

Al parecer Zenda no entendió que estorbaba y fue lo mejor para todos. Salió de la cocina y subió las escaleras para cumplir con su cometido. Fue entonces cuando encontró a su mejor amiga en una escena incómoda y comprometedora.

—Shin ya casi está por terminar, así que pensé que tal vez querías...

Zenda guardó silencio inmediatamente, estupefacta.

—¡No es lo que crees! — Exclamó Mitsuki y su cara estaba tan roja cual tomate.

—¡¿Qué diablos haces con el señor Izaro?!

Avergonzada, con deseos de que la tierra se la tragara o que su presencia fuera eliminada del universo, Mitsuki se levantó de la cama, negó agitando ambas manos en direcciones opuestas y sacudiendo su cabeza de lado a lado.

—¡Nada malo! ¡Lo juro!

—Claro, nada malo ¿entonces por qué el señor Izaro está así? Su camisa no se encontraba desabotonada cuando nos fuimos. Te lo entregamos bien.

Sí, técnicamente no estaba bien cuando se lo entregaron, por la fiebre de primavera, no obstante, si descartas por completo su estado de salud y solo consideras el físico, claro que estaba bien. Su ropa seguía ordenada.

—¡Bien! ¡Le tomé unas fotos! ¡Es todo!

—¡Tu cara dice otra cosa! ¡No puedes tomarle fotos a alguien en ese estado!

—¡Puedo mostrártelas si quieres!

—Bien…— Zenda frunció el ceño—, te creeré, niña sucia.

—¡No lo soy!

—Ya. Vamos abajo, Shin nos espera, y abotona esa camisa antes de que corra sangre.

Mitsuki abotonó la camisa de Izaro con rapidez, lloriqueando y arremangándose su playera por el calor provocado por la vergüenza. Antes de que ella pudiera salir de la habitación y ofrecerle su innecesaria ayuda a Shin, la foránea ya estaba frente a la puerta, sosteniendo dos vasos de vidrio con la poción dentro. Para la fortuna del par de adolescente provenientes del moderno Komorebi, Shin no tenía ni la más remota idea de lo que ocurría, por lo que externó su duda y Zenda fue interrumpida por Mitsuki, a principios de su explicación. Como consecuencia, Zenda soltó una risilla traviesa. Le encantaba ver en tal estado a su amiga

 —No pasó nada fuera de lo normal —respondió Zenda—. ¿Pudiste terminarla?

—En efecto. Ahora voy a darle de probar cada una de ellas.

—Uh, yo quiero ayudar— murmuró Mitsuki.



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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