Bell: la trágica historia familiar [editada]

Mejor que con palabras la sinceridad se muestra con acciones

Tras escuchar aquella frase, la foránea se mantuvo estática en su lugar y su mente se quedó completamente en blanco. No supo cómo actuar o qué es lo que debería responderle al respecto, mientras que corría la posibilidad de que Ezequiel estuviese arrepentido de lo que dijo, aunque en realidad estaba más preocupado por la respuesta tardía de Shin. ¿Acaso respondería con algo que le satisfaga? Porque sí, sí había sido una confesión indirecta.

A pesar de haber sido pocos meses los que habían convivido, para Ezequiel había sido el tiempo suficiente para sentir atracción por ella, sí, le gustaba, pero todavía su corazón dudaba sí la amaba de una forma madura o sí quería tener una relación con ella. No solo tal duda lo hacía sentir como un cobarde, sino también no haberle confesado sus sentimientos de manera adecuada.

Al final Shin respondió sin palabras, sino con acciones que lo dejaron sin palabras o qué pensar de la situación; la adolescente esbozó una pequeña risa y le sonrió como de costumbre.

—No seas tonto, te dará asco compartir saliva conmigo. ¿Qué va a pasar si te enfermas? No podrás asistir a la escuela y todavía no somos compañeros como para traerte los apuntes de la semana —volvió a tomar el bolígrafo—. Sí me permites, seguiré escribiendo mi carta. ¡Muchas gracias!

¿La ignorancia de su indirecta contaba como un rechazo? Como sea, fuera o no un rechazo, el gemelo se sintió aplastado por sus palabras y bajó la cabeza. Era seguro que se sentía arrepentido por no habérselo dicho directamente, no obstante, lo que lo reconfortaba era que no debía precipitarse a aclarar su duda en tan solo un momento. Mientras Shin continuó con su labor, Ezequiel se dedicó a verla en silencio y el tema anterior no demoró casi nada en llenarlo de temor, después se preguntó en su interior qué era lo que estaba pensando para que lo llevara a hacer tal locura. De pronto su rostro se coloró en su totalidad y se lastimó diciéndose en silencio «Creí que sentirías algo también por mí».

—Entonces… ¿No sientes nada por mí?

—Por supuesto que siento algo por ti.

—¿En serio? —. Las mejillas de Ezequiel se enrojecieron— ¿Qué es lo que sientes?

—Te aprecio demasiado, eres muy especial para mí. Creo que diría que somos...— Shin hizo una pausa— ¿Mejores amigos? No lo sé, creo que es eso.

—¡No ese tipo de...!

Su oración fue interrumpida por los pasos ajenos que se escucharon en el lugar en donde estaban, eran de Zenda, quien había entrado por un vaso de agua, para su fortuna o su desgracia. El lado bueno de esta intromisión fue que el tenso ambiente se fue rebajando a tal grado en el que parecía que lo que ocurrió antes nunca pasó.

—¿Qué hacen?

—Escribo una carta.

—Nada... nada importante... —murmuró Ezequiel.

—¿Una carta? ¿Para quién?

—Para Izaro.

—Pero sí él está aquí.

—Lo sé.

Shin sonrió diferente a como habitualmente lo hacía. Su gesto guardaba algo de culpabilidad y preocupación.

» Volveré al pasado para recuperar su mejunje o las pastillas y volveré. No creo tardar más de una hora.

—¡Es peligroso! —Exclamó Zenda.

—Es peligroso, pero a veces hay que hacer grandes sacrificios por amor.

—Debo ir contigo— Insistió Zenda—, no puedes regresar sola.

—Quisiera que me acompañes que me acompañes, pero... temo que te pase algo y no quiero que tú familia se preocupe por ti. Ya estuviste en peligro una vez por mi culpa.

Impotente por lo que ocurría en ese momento. Ezequiel miró a ambas muchachas y tragó saliva, luego cerró sus puños y frunció el ceño.

—En ese caso, iré yo —dijo Ezequiel seguro de su decisión— Hemos hecho cosas arriesgadas. Conociste mi mundo, yo quiero conocer el tuyo.

—Ezequiel...

—Hermana, quiero valerme por mí mismo, por favor.

Ambas chicas voltearon a ver a Ezequiel. Zenda no parecía estar para nada convencida, mientras que Shin se mantenía igual de preocupada y a su vez, tampoco muy segura de que traer a Ezequiel sería una gran idea. Entonces Zenda repitió en su mente la frase que su hermano recitó: «Quiero valerme por mí mismo, por favor» y su pensamiento cambió apenas un poco.

—Quiero confiar en que ambos se cuidarán…

Por otro lado, Shin parecía todavía no estar muy convencida de la decisión de ambos muchachos. Temía por la vida de Ezequiel, temía por el estado de Izaro, temía por la preocupación de los Hashimoto. ¿Qué ganaba llevándose a Ezequiel? Aunque viéndolo de otro modo, era el momento en el que Ezequiel podía demostrarle a su familia que podía ser autónomo, que no solo correría a encerrarse en su habitación sí algo no le parecía o sí alguien no le agradaba.

—Ezequiel, ir allá será difícil y puede ser que no te parezca del todo agradable ir. ¿Estás seguro de querer acompañarme?

—Muy seguro.

—Entonces dame un momento.

Shin se dedicó a terminar la carta y darle sus últimos retoques. Después de haberla terminado, la dobló y la dejó sobre el estómago de Izaro, quien todavía seguía inconsciente por el golpe. Antes de apartarse de él, acarició su frente y besó su mejilla, luego los tres subieron las escaleras y entraron en el cuarto de Shin. La foránea buscó el frasco con la poción y al encontrarlo notó que contenía solo un poco de esta, así que la diluyó con agua bajo el temor de que no pudiese funcionar. No estuvo de más intentar beberla, así que se aventuraron y lo hicieron. Tal vez por el agua tardó en hacer efecto alrededor de siete segundos. Llegaron a la pequeña biblioteca de Izaro.



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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