Bell: la trágica historia familiar [editada]

En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser.

Desde la partida de Shin y Ezequiel el tiempo pareció estancarse para Zenda. Transcurrió por lo menos veinte minutos después de la partida de sus queridos amigos e Izaro despertó de golpe, cómo si hubiera salido recién de una pesadilla… una pesadilla que pronto sería un alivio llamarla “sueño” y no realidad. El fenómeno sabía que algo malo ocurría en su entorno y se levantó torpemente de su asiento, luego buscó con la mirada a su niña; no encontró a alguien más que a Zenda, quien jugaba con una notoria preocupación, jugaba con sus dedos

—¿Dónde está Shin?

Zenda enmudeció por temor a todo lo que pudiera suceder sí se permitía hablar. Se levantó de su lugar y recogió la carta de Shin, luego se la entregó. Izaro bajó su mirada en dirección a la carta y lo sujetó al borde de arrebatarlo. Lo abrió como sí la rapidez de sus dedos dependieran de ello y se detuvo un instante a observar la letra; era una carta auténtica escrita por Shin, puesto que su letra era diferente a la de los demás, según Izaro.

Aquella carta decía lo siguiente:

Izaro:

No cabe duda en que eres la persona a quien mejor conozco en este mundo y no me equivoco sí digo que también eres tú quien mejor me conoce. Supongo que es porque, antes de emprender esta loca aventura, eras tú mi único compañero y la persona que me ha ayudado a construirme.

 La discusión que tuvimos esta tarde sí que llegó muy lejos, ¿no lo crees? Porque yo sí lo veo así. Me imagino que sí te dijera esto en persona, tú emitirías una de las sonrisas que son extrañas ver en ti y dirías algo como «Esa discusión no fue nada. ¿De qué te preocupas?», pero creo que ambos sabemos que esas palabras serían falsas al igual que tu sonrisa… que tanto tú como yo, estaríamos preocupados por los sentimientos del contrario.

A decir verdad, no tengo ni la menor idea de qué es lo que se me cruzaba por la mente con exactitud cuando discutimos. Aunque… supongo que fue la adrenalina que me hizo atreverme a ver cómo te enojarías por primera vez conmigo y presenciar cómo me reprenderías. Después no lo sé… Toda esa explosión de emociones de ese momento se ha acabado y me ha dejado sin saber lo que pasó dentro de mi cabeza.

Sé que te respondí de la forma más cruel e inhumana (¿en qué estaba pensando?). Estoy tan molesta conmigo misma por haberte gritado y por mi actitud. Lo siento, de verdad lo siento… no me alcanzaría la vida para poder disculparme.

Los desmayos no duran días, ¿verdad? Sí es que llegases a despertar mucho antes de que llegue, quiero que sepas que tomé de la poción que hiciste para Zenda y que volví al pasado por tu medicina. ¡Quiero que estés bien y que no te preocupes! Soy una chica que puede cuidarse por sí sola, así que volveré sana y salva. No tienes que correr hacia mí para protegerme en esta ocasión, porque, esta vez, quiero ser yo quien te proteja y quiero disculparme personalmente contigo… lo haré una, dos, tres ¡y todas las veces necesarias!

PD: Aunque no solemos demostrarnos afecto con palabras y no encuentre la forma en cómo demostrarte cuánto te quiero y cuánto aprecio todo lo que has hecho por mí hasta la fecha, quiero decirte que te amo aún más de lo que puede vivir una estrella, papá.

 

Atte.: Shin, la chica más afortunada

de tener a un padre como tú.

 

Fue la primera vez en quizá décadas o siglos en la que los ojos de Izaro se volvieron tan verdes cristalinos como un par de lagos de agua cristalina; trató de reprimir todo tipo de sentimiento, más le fue imposible. Ese par de lagos se volvieron ríos.

Zenda no se atrevió a leer la carta por respeto a la privacidad, sin embargo, no podía negar que tenía curiosidad por saber de qué trataba. Aun cuando desconocía esta información, el ver a Izaro tan vulnerable le formó un nudo en su garganta. ¿Estaba bien sí lo abrazaba? ¿Qué tal sí lo ofendía porque había notado su vulnerabilidad? Únicamente se limitó a palmear su brazo con un detenimiento que hacía ver robótica su acción.

—Yo...— Zenda hizo una pausa— lamento tanto no haber detenido a su hija. Shin estaba tan preocupada por su salud que fue imposible convencerla. Ezequiel se aventuró y decidió ir con ella.

—Ella sabía que era peligroso merodear por el bosque y aun así... aun así decidió volver por mi propio bien.

—Shin prometió volver con su medicina y no es una chica tonta como para no saber lo que hace. Tiene un buen padre que le enseñó a defenderse cuando estuviera en problemas.

Zenda le otorgó una sonrisa honesta que no pudo tragarse su compañero.

—¿Tú crees que soy un buen tutor? — Izaro limpió con la manga de su camisa el húmedo camino que pintaron sus recientes lágrimas— Yo no lo creo...

—¿Por qué no? Usted es estricto y su actitud tiene cosas tanto buenas como malas, sin embargo, finalmente termina demostrando que es un buen padre. Aunque no demuestre el amor como el mundo espera a que lo haga, Shin está segura de que usted tiene muchísimo amor para darle y viceversa.

—¿Pero ella cómo podría creer que soy un buen padre? Sí nunca le permití que me llamara así… Siempre fui un tutor para ella, a pesar de haber cambiado mi estilo de vida y forma de ver las cosas desde que Shin llegó a mi vida.



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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