Bell: la trágica historia familiar [editada]

No hay nada tan común como el deseo de ser halagado

 

Un fin de semana, casi como cualquier otro, el señor Hashimoto aprovechó el tiempo que tenía libre para llamar a Zenda y Shin a su consultorio. Las dos no demoraron ni un minuto en llegar.

—¿Qué ocurre, abuelo? —preguntó Zenda.

—Oh, nada en especial, no por ahora —el abuelo rio—. Querida Shin, ¿te importaría despertar a Izaro un momento y traerlo aquí? No será demasiado tiempo, solo quisiera revisar sus heridas.

—¡Sí puedo!

Mientras esperaba a que Shin regresara al consultorio con su tutor, le pidió amablemente a Zenda que trajera algunos palitos de paleta y también algo de carne de la cocina, de esa que había sobrado en la cena de anoche.

Izaro bajó las escaleras con un tanto de dificultades y somnoliento. Sus ojos apenas se mantenían abiertos, pero sus sentidos estaban un poco más despiertos, puesto que no quería caer sobre su pequeña. Tras entrar al consultorio, Zenda le ayudó a Shin a llevarlo a la camilla y sentarlo. El señor Hashimoto se acercó a él y sonrió, avergonzado.

—Lamento haberlo despertado tan de pronto. ¿Cómo se siente actualmente?

—No he pensado en el dolor últimamente… —bostezó — Sólo cuando me acomodo en el futón siento un terrible dolor y cuando bajé las escaleras. Estoy bien. Volveré arriba.

Antes de que pudiera levantarse, el señor Hashimoto lo retuvo.

—Espere, por favor, quiero ver una cosa más…

—¿Qué cosa?

—Me gustaría hacer una revisión, bueno, quisiera ver cómo es su fisionomía en sí. Jamás había visto a una criatura como usted.

Izaro volvió a soltar un bostezo y dejó caer su cabeza con lentitud. El señor Hashimoto no pensó demasiado y tomó eso como un sí; Zenda y Shin se dedicaron a contemplar al hombre de la tercera edad, aunque se aproximaron a ellos dos. El abuelo desabotonó su camisa con lentitud y también se deshizo del lazo con el rubí de su cuello, luego de su chaleco; el torso de Izaro estaba desnudo.

—Uh, señor Hashimoto… —dijo Shin con nerviosismo — ¿No cree que Izaro tendrá frío si lo dejamos así?

—Tranquila, solo quiero que vean esto. Por cierto, Shin… ¿Qué tipo de serpiente es Izaro?

Shin levantó su mano, mostrándole su amuleto.

—Cascabel —respondió.

—Interesante… Se supone que las serpientes de cascabel son de color gris o marrón tostado, pero las suyas son verde tostado… aunque conserva esas manchas en forma de diamante en gran parte de su espalda.

El señor Hashimoto tomó de las mejillas a Izaro con una sola mano y con otra, abrió ligeramente uno de sus párpados, despertándolo.

—Zenda, mira esto —agregó Hashimoto.

—¿Qué cosa, abue?

—Sus ojos tienen una foseta, también su nariz. Sirve para que pueda hallar a sus presas, ya que su visión no es como la nuestra, más bien, es como si tuviera una visión infrarroja.

Soltando sus mejillas, volvió a pedirle a su nieta que le trajera una cosa más: su cinta métrica. Tras medir al fenómeno, comprobó que medía alrededor de 2.30 metros. El señor Hashimoto se quedó sin palabras e Izaro se inmutó; de vez en cuando abría los ojos por el clima de la sala.

—Señor Izaro, ¿le importa si veo sus colmillos?

—Haga lo que quiera, sólo devuélvame mi ropa… —murmuró.

Shin se apresuró, tomó las pertenencias de su tutor y lo vistió en lo que el señor Hashimoto se dirigía a la cocina con una felicidad indescriptible, luego volvió con un vaso desechable y sujetó la cabeza de Izaro. No tuvo dificultades para abrir su boca y manipular sus colmillos con el borde del vaso, para así poder extraer un poco de veneno.

Con una sonrisa de oreja a oreja, el abuelo se acercó a las adolescentes y les mostró el veneno.

—Mira, querida Zenda… Su veneno afecta en la sangre, es capaz de matarnos en cuestión de minutos, sin embargo, suelen ser criaturas pacifistas y de verdad atacan al ser humano cuando es necesario. El cascabel que Shin usa como brazalete le sirve para advertirnos que estamos metiéndonos en su territorio o está cerca nuestro y tenemos que tener precaución.

—Abuelo —Zenda sonrió —, me has contado esta explicación un montón de veces cuando hablas sobre la leyenda del monstruo de Komorebi, sin ofender, señor Izaro. Me sé esto de memoria.

Izaro asintió lentamente, con los ojos cerrados y sin prestar el mínimo de atención.

—Oh, Zenda… es que no entiendes mi gran asombro por esto. El señor Izaro es…

Shin levantó la mano, robándose la palabra.

—¿Un hallazgo para su carrera imaginaria de veterinario o biólogo?

El abuelo rio.

—No tengo palabras para esto. Es que es una serpiente con forma humana. Incluso tiene algunas mudas en su cuerpo, y sus escamas… ¿Para qué llevas esa pulsera, Shin?

—No es un amuleto cualquiera, es un amuleto hecho por Izaro, el mejor de todos. ¿De verdad quiere ver?

Los Hashimoto asintieron en silencio y Shin caminó hacia el escritorio del hombre, tomó una hoja en blanco y acto seguido, se deshizo del amuleto, dejándolo a un lado. La hoja se deshizo en cuestión de segundos. Zenda y su abuelo quedaron perplejos.



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En el texto hay: drama, amor, amorimposibe

Editado: 03.05.2022

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