Darío desabrochando con fuerza, el nudo doble Windsor de su corbata roja arrojándolo al suelo, levantándose la botella entera de whisky caminaba ya mareado por el pasamano del barco en que estaba de viaje de negocios. Recordando aquella escena que no podía creer lo que sus ojos le mostraban.
Era su novia Evelyn teniendo sexo desenfrenado con su hermano gemelo. Él que la consideraba una mujer madura, sensata recta en su camino resulto ser una vil ramera cada vez que estaba con él en la cama le pedía que sea gentil, y con lo presenciado hace poco resulto ser experta capaz de meterse por completo el miembro de su gemelo en su boca.
–Maldita perra. Maldita, mil veces maldita –decía alzando la botella de whisky embragándose más. –Y tu maldito bastardo, tan santo que te crees y que te creen. No eres más que una basura.
Subaro el consentido de sus padres, el hijo preferido siempre destacándose en todo lo que hacía era el orgullo de sus padres y en poco tiempo a cargo de los hoteles de sus padres, había duplicado el patrimonio familiar. Pero solo resulto ser un desgraciado. Mientras que a él siempre lo ignoraban, mientras a Subaro le enviaba a estudiar en los mejores colegios, él estaba en los particulares. Mientras a Subaro le enviaban mil dólares a la semana, Darío debía trabajar para tener diez dólares en su bolsillo.
Odiaba a sus padres por tratarlo de esa manera, su única luz era su abuela quien lo quería como a nadie ella fue la única quien lo apoyo y lo ayudo a terminar sus estudios en una buena universidad. Donde estudio gastronomía y tomo unos cursos de administración, a los dos meses de su graduación su abuela había fallecido debido al cáncer, dejándolo a él como su único heredero algo que molesto a sus padres y su hermano gemelo.
Darío recibió por herencia la fortuna de su abuela de cincuenta millones de dólares que era nada en comparación a la fortuna que sus padres y hermano habían conseguido. Y una casa frente al mar que más tarde la convirtió en una pequeña cafetería para los turistas, todo iba bien hasta que conoció a Evelyn una hermosa modelo de la cual se enamoró perdidamente, pero vaya joyita resulto ser, su negocio iba bien tenia clientes regulares, pero si conseguía este contrato podía expandir su negocio y convertirlo en un hotel, por lo que vino a este viaje con su novia con la desgracia de encontrarse con su hermano que también buscaba ese contrato.
Lo ignoro por completo concentrándose en conseguir ese contrato, presentando su proyecto a los inversionistas que parecían satisfechos con su propuesta. Darío estaba convencido de que el contrato seria suyo. Saliendo de la habitación junto a su novia vestidos de gala fueron a la recepción principal, encontrándose de nuevo con su hermano Subaro.
–Darío sigues aquí –se acercó Subaro. Sonriente.
–Claro –respondió cordial Darío.
–No tiene caso. Ese contrato es mío, de gana invertiste tiempo y dinero en esto –dijo con insuficiencia.
–Nada está dicho no te adelantes. Ven amor –dijo llevándose a Evelyn
La fiesta en la recepción estaba animada, solo que a Darío no le agradaba mucho estas reuniones, pero debía estar ahí. Dialogaba con los invitados y bailaba con su bella novia hasta un poco más de las once de la noche en lo que ella dijo.
–Amor ya tengo sueño, me voy a descansar –se acercó a él dándole un beso.
–Tranquila ve, yo todavía debo atender unos asuntos y luego voy –le devolvió el beso.
Darío se alejó un poco de la fiesta después de atar los cabos sueltos, encontrándose con los inversionistas, dándole la mejor noticia que podía recibir le habían dado a él. Le contrato para realizar su proyecto algo que lo emociono de sobre manera.
–En verdad se los agradezco, no se arrepentirán de su decisión –respondió Darío.
–Estamos seguros de eso –contesto uno de los inversionistas.
Dialogaron un poco sobre el proyecto, convenciéndose más sobre el proyecto y dándose un apretón de manos se despidieron. Darío no podía sostener esta emoción, quería compartírsela a su novia, pero también pensó que sería el momento adecuado por lo que camino hasta la joyería del barco, a comprar un anillo de compromiso para Evelyn. Le iba a proponer matrimonio.
Feliz iba hasta su habitación, con el estuche en su mano que contenía un fino anillo de oro blanco con una gran gema de un zafiro ovalado engarzada. Tenía todo lo que quería, el contrato de su vida y a su novia que pronto seria su prometida, con suma alegría abrió la puerta de su habitación y su rostro lleno de felicidad se borró reemplazándolo un semblante serio confundido.
Escucho unos gemidos provenientes, de su camarote, ante aquello despacio se acercó hasta la puerta donde los gemidos eran más sonoros y suavemente abrió la puerta y sus ojos al igual que su boca se abrió como platos. No lo podía creer esa era su novia con su hermano, dándole un sexo oral como nunca lo había hecho a él y en eso su hermano la coloco en cuatro y la penetro con fuerza.
–No te da pena hacerle esto a Darío –dijo su gemelo con cinismo.
–Claro que no. De lo contrario no estaría follando contigo –respondió Evelyn.
–¡Que mala eres! –la recostó de lado levantando una de sus piernas a su hombro volviéndola a penetrar.