Busco en su closet algo para cubrir el desnudo cuerpo de la asradi y se dio cuenta de algo.
–Cierto. No me has dicho tu nombre –dijo Darío.
–Tu tampoco lo has hecho –respondió.
Sonrió. Cerrando la puerta del closet –cierto. Me llamo Darío. –respondió sentándose en la cama.
–Soy Luna. Es el nombre que me puso mi madre al nacer –contesto ella.
–Luna. Es un lindo nombre, igual…
–A la luna. Porque nací el primer día de la luna llena –interrumpió Luna.
–Bueno mi bella, Luna. Siento decirte que no tengo ropa, para vestirte, pero puedo ir a comprarte algo. Si me esperas un momento –dijo Darío. Ella asintió.
Bajo hasta la cafetería donde encontró todo su negocio totalmente destruido, las sillas, mesas, cafeteras, tazas, todo destruido. No dejaron nada intacto, apretando fuerte sus puños, sintiendo un amargo en su boca, al igual que un nudo en cuello, lo único que podía hacer era tragarse la impotencia. No tenía dinero, seguramente sus padres lograron hacerse con el dinero en el banco. Debilitado se acercó a la barra deslizándose, sobre este.
–No deberías estar así. No me gusta verte en ese estado –Luna apareció observando todo el lugar. –Esto sucedió en la noche –camino hasta él sentándose hasta su lado.
–Sabía que esto ocurriría tarde o temprano. Ahora estoy en la calle, no tengo dinero para levantar este lugar.
–¿Quién hizo esto? –pregunto ella.
–Mis padres, mi hermano, mi exnovia –respondió.
Luna le pregunto la razón de esto y Darío le conto del porqué de sus acciones y ella solo bajo la mirada –no fue tu culpa. Fue un accidente –dijo Luna.
–Eso ya no importa –la miro de reojo cubierta con sus jeans oscuros y una camisa oscura cubriendo su cuerpo, que no le quedaba eran muy grandes para ella –te queda bien mi ropa.
–Me dijiste que no tenías ropa para mí, y ¿Qué es esto? –cuestiono ella.
–Es mi ropa. Para hombres, no te queda mal, pero no es tu medida –contesto –tengo algo de dinero podré comprarte ropa. Es poco, pero servirá.
Ella lo miro –escucha…
Su voz se interrumpió cuando la puerta del local se abrió, dejando ingresar una pareja dentro quedándose sorprendidos al ver el lugar totalmente destruidos.
–Lo siento… –dijo el hombre quedándose en silencio cuando su mirada poso sobre Luna.
Ella también lo miro y se ocultó, sorprendiéndose que su cuerpo no se haya transformado en agua. Miro sus manos, las sintió levanto la mira hacia el hombre, y la mujer que lo acompañaba sin creerlo. Prácticamente no sabía lo que pasaba, la mirada de un hombre, las convertía en agua y tardaban años en volver a su forma original. Incluso la luz del sol podía matarlas, pero estaba ahí a la luz del sol.
–¡Hey! ¿Qué miras? –dijo la acompañante del hombre.
–Eh… no, yo… –el hombre no sabía que decir.
Y como decir algo cuando a tus ojos tienes una criatura de una belleza inusual, pero lo que más llamaba la atención era su tez pálida y su cabellera blanca de un brillo intenso, y la mirada azul profunda. Luna todavía no entendía nada, sintiendo todavía un fuerte miedo de desaparecer se aferraría fuerte a Darío, que al notarlo se dirigiría a los dos presentes.
–Lo siento. El día de hoy estamos cerrados –hablaría suave.
–Claro. Vámonos –dijo la mujer, pero su acompañante sequia mirando a Luna. –¡Hey! Vámonos –levanto la voz.
El hombre finalmente reacciono retirándose, no sin antes volver la mirada. Lo cual solo molestaría a su acompañante. Darío soltaría una pequeña sonrisa, pero también una sensación de celos al notar como aquel sujeto miraba a Luna.
–Ya se fue –dijo Luna. Darío afirmo. Luna se levantaría, mirando su cuerpo intacto.
–¿Sucede algo? –pregunto Darío.
–Estoy viva –dijo ella.
Darío la miro sin entender –eh… si, estas viva. ¿Por qué lo dices?
–Nosotras las asradis, morimos con la luz del sol y cuando un hombre nos mira. Nos trasformamos en agua y tardamos varios años en volver a nuestra forma original. Pero ninguna de las dos me ha ocurrido –explico ella.
–No puede ser –dijo Darío sorprendido, mirándola y mirando la luz del sol filtrarse por la ventana.
–Sí, pero no entiendo ¿Por qué sigo viva? –continuo Luna.
–Espérame aquí. iré por algo de ropa para ti –dijo Darío.
–Déjame acompañarte –intervino Luna –no lo sé, pero siento que estaré bien.
–Luna –dijo Darío en oposición.
–¡Por favor! Quiero ver este mundo –contesto ella.
Sin resolución Darío aceptaría llevarla consigo para comprar ropa. Al llegar a la tienda, los presentes se le quedaron viendo y no era por la ropa masculina que traía puesta, sino por su singular atractivo.
–Esto es incómodo –dijo Darío.
–¿Por qué nos miran? –pregunto Luna.