Caminando por la habitación, Darío tomaba las cosas necesarias para salir en la noche guardándolas en su mochila miro a Luna en el balcón mirando la luna en lo alto de del firmamento. Empacado todo se acercó a ella.
–Todo esta listo. Vámonos –dijo acercándose junto a ella.
–No tienes por qué acompañarte. ¿Qué hay de la cafetería? –pregunto Luna.
–Por un día o dos a la semana que cierre. No se va acabar el mundo –contesto.
–Iré hacia mar abierto. Puede ser…
–Llevo las suficientes provisiones. Además, es solo un día. –tomo sus manos –no pienso dejar que nada de ocurra.
Ella se acurruco en su pecho –no tienes por qué. Después de todo, soy como una deidad. No podrán lastimarme.
Saliendo de casa caminaron hasta el muelle, subiendo a un menorquín yachts blanco y Darío empezó a preparar todo lo necesario para ponerlo en marcha.
–¿Y este barco? –pregunto Luna.
–Es mío –contesto Darío –lo compre hace ya un tiempo y lo mantuve oculto, durante mucho tiempo. Rara vez salía a pasear con este pequeño.
–Tu familia sabe de esto –hablo Luna.
El motor se encendió, poniendo en marcha saliendo hacia mar abierto –después de esto, talvez no tarden en descubrirlo.
–Es injusto que te culpen, por algo que fue un accidente –dijo Luna.
Se produjo un silencio entre ellos solo se escuchaba el sonido de las olas del mar y distanciados a buena distancia detuvo el barco –ya no importa nada de eso. Está en el pasado. Y yo solo quiero vivir este presente contigo. Ven, hay que mirar las estrellas.
Tomados de la mano salieron acostándose en la proa, observando las estrellas, donde Darío comento sus conocimientos de las estrellas y como las usaba para orientarse. Luna le revelo muchos secretos también de los cuales no podía creerlo, era impresionante todo el conocimiento que ella tenía.
–Se acerca la hora –dijo Luna poniéndose de pie.
–Estaré aquí –dijo Darío.
–Lo sé –dijo ella desvistiéndose dejando ver su cuerpo con la brisa del mar agitando su cabellera blanca brillando con la luz de la luna. Acercándose depositando un beso en sus labios –regresare pronto –soltó lanzándose al mar.
Darío se levantó observo como muchas burbujas salían del lugar donde se sumergió Luna y con mucha curiosidad e intriga se coquito las prendas superiores lanzándose al mar. Oscuro la luz de la luna apenas lograba penetrar la superficie del agua, pero pudo ver como Luna se trasformaba, en una hermosa criatura con una larga cola de pez y su cabellera elevándose hacia arriba. Se acercó hacia ella, que solo le sonrió rodeándolo con sus brazos dándose un beso, volviendo a la superficie. Separándose del beso para que Darío pudiera respirar.
–Eres un imprudente –dijo ella.
–Lo siento, pero me gano la curiosidad. Además, valió la pena –contesto Darío.
–No puedo creerlo –se acercó rodeando el cuello de Darío que sintió las escamas de la cola de Luna –debes salir te puedes enfermar.
–Pero antes. necesito un beso de buenas noches –dijo con gran sonrisa.
Ella le devolvió la sonrisa, dándole un beso y llevándolo de vuelta al barco y solo la miro sumergirse en lo profundo del mar. Se cambió de ropa para dormir envolviéndose, con varias mantas para entrar en calor, escucho una melodía que sabía muy de quien pertenecía era una canción suave, hermosa y relajante que lo sumergió en un profundo sueño.
En la mañana despertó sintiéndose renovado, teniendo un sueño reparador se levantó acercándose a la pequeña cocina del barco, preparándose algo de café. Saliendo afuera para ver si podía encontrar a Luna en la fría mañana, sin poder encontrarla pro más que miraba por todos los lados.
–Ya aparecerá –dijo volviendo a preparar su desayuno.
El día continuo y no tenía ningún avistamiento de ella. Se quedó recostado en la proa, esperando por ella. A lo lejos observo que se acercaba un barco pesquero, que paso de largo, pero podía ver claramente como dialogaban de algo en cubierta estaban sorprendidos por algo, no les tomo importancia y continúo esperando. Volvió dentro del barco volviendo con una caña de pescar.
Con la pesca se preparó algo de comer, y la noche llego tan rápido y todavía no tenía rastro de Luna incluso la cena que había preparado para ella se empezaba a enfriar. Miro su reloj y ya no faltaba mucho para que se cumplan las veinte y cuatro horas para que ella volviera a la espera finalmente apareció saltando fuera del agua algo totalmente increíble. Llego nadando hasta el barco.
–Me esperaste mucho –dijo ella.
–Lo suficiente –contesto Darío ayudándola a subir al barco.
Le paso unas toallas para secarse y al hacerlo sus piernas humanas volvieron aparecer, en eso Darío le paso ropa para vestirse disponiéndose a volver al puerto, desembarcando caminaron hasta la cafetería, pero notaron algo extraño. Muchas personas dialogaban de algo que no podía escuchar, pero por sus reacciones era algo muy importante.
–¿paso algo en el mar? –pregunto Darío a Luna.