Bellator 2

Esperanza

Mia no había asistido a muchos bailes en su vida, ni siquiera pudo ir al de su graduación en el mundo mundano, sin embargo, le emocionaba la idea de ir a una fiesta, al final ella era una simple chica que de la noche a la mañana había recibido el peso de mil responsabilidades y cargos que fueron los causantes del giro tan drástico que dio su vida. 
Tenía claro que se acercaba una guerra, una para la cual no estaba preparada, como reclamaría un trono si ella no tenía nada que ofrecer al reino, ese era su nuevo propósito descubrir que podía ofrecerle a su pueblo, ya había aceptado su destino, solo le quedaba descubrir cómo aprovecharlo al máximo, solo así mantendría su vida lejos de cualquier caos en un futuro incierto.
Aidan había pasado a buscar a Mia para llegar juntos al baile, caminar por los pasillos de la mano le hacía viajar en el tiempo a un año atrás, cuando se celebró aquel baile de tradición celestial donde conoció a la gran mayoría de ángeles del mundo, aun luego de un año le daba gracia pensar que probablemente fuera una de las personas con más tíos del mundo. 
Mia observó a su acompañante y no puedo negar que se encontraba sumamente guapo, más de lo normal, su hermoso cabello estaba peinado hacia atrás, su piel blanca hacia un bonito contraste con su traje de color verde y azul, y eso ojos en tonalidad marina eran aun capaz de idiotizarla, para su suerte se estaba acostumbrando a ignorar el atractivo de Aidan, aunque algunas como aquella noche le costaba un poco ocultarlo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Aidan —. Ya sabes luego de todos estos cambios.
—Es raro todo lo que ocurre a mi alrededor, pero supongo que ya me acostumbraré a mi nueva vida.
—Estás hermosa —La princesa sonrió
Una hora atrás la reina había enviado a sus aposentos a unas damas que la ayudaron a prepararse para esa noche, tuvo que elegir entre un montón de vestidos, la tarea no fue nada fácil pero finalmente encontró el atuendo que buscaba, se había prometido a sí misma que se comportaría y mostraría al mundo como la princesa que era, su padre le había explicado que lo más importante era que ella siempre estuviera segura de sí, que fuera una dama pero no en exceso, en los momentos en que tuviera que luchar o empuñar una espada no le podía temblar la mano, que tuviera mucho cuidado a la hora de en quien confiaba o permitía acercarse porque su camino estaría lleno de engaños y mentiras, de personas con malas intenciones, pero sobre todo y lo más importante que ella tenía que forjar su propio carácter, ya no podía ser la chica dulce, ingenua e inocente que llego a Skycastle sin saber que su vida cambiaria en un parpadear, tenía que madurar,  y centrarse solo en su futuro, aquellas palabras le habían tocado, y la ayudaron a darse cuenta de que en efecto ella tenía que cambiar muchos aspectos de ella que la ayudarían a convertirse en la persona que el reino por el que estaba dispuesta a dar su vida se merecía.
Mia optó por un hermoso vestido tipo corset en su parte superior realzaba su busto y marcaba aun más su pequeña cintura, con piedras en forma de mariposa incrustadas, mangas y una falda vaporosas de color morado. Desde el pliegue del mismo la tela caía a un lado, donde sus largas piernas quedaban al descubierto, el chifón lucía liviano había sido elaborado por hilos crepé, lo combinó con unos tacones plateados no muy altos y bastante cómodos. Su cabello rojo caía en un semirecojido y una de las damas le hizo una diadema con una trenza. Se veía espectacular, por primera vez lucía como lo que era, la heredera al trono de Ganondofor. 
—Gracias —le respondió —Tu también estas muy guapo.
—Tenía que lucir a la altura de un príncipe si voy a estar toda la noche a tu lado —Continuaron caminando por los pasillos del palacio, todo era una locura, los sirvientes corrían de un lado a otro con el fin de que todo estuviera listo a tiempo —¿Estás nerviosa?
—Negarlo sería mentir, pero no me queda de otra, necesito pasar por esto, solo no me abandones quédate conmigo toda la noche.
—Seré tu sombra si así lo deseas. 
Llegaron a la sala donde se encontraban los reyes, ambos vestían trajes en verde y dorado, llevaban una corona más sencilla a la que había visto en la mañana en la sala del trono. 
—Altezas —dijeron ambos antes de hacer una reverencia, tanto el rey como la reina, sonrieron e hicieron un gesto de respeto a Mia.
—Estás hermosa Mia —dijo  Aaliyah —me alegra ver que mis damas fueron de gran ayuda.
—Gracias por su hospitalidad, estoy más que agradecida con el trato que hemos recibido —la reina sonrió satisfecha.
—¿Está lista para ser presentada bajo su verdadero nombre a los habitantes de mi aldea?
—Si no lo estuviera tengo estarlo no es cierto —soltó una pequeña risita —Claro que sí, nada me haría más feliz en estos momentos
—Pues espere aquí por favor, mi esposo dirá unas palabras antes de presentarla, Aidan deberías acompañar a Neahm, ella está en nuestra mesa 
Aidan miró preocupado a Mia, ella le había pedido que no la dejara sola anteriormente el n quería faltar a su palabra.
—Estaré bien, no te preocupes.
—¿Segura?
—Sí, ve, en breve los acompañaré —el asintió y se adentró en el gran salón, de donde provenía una música y el ruido de todos los invitados riendo y bailando.
—Cuando escuches tu nombre será tu gran entrada.
—Entiendo —le respondió al rey que tomaba la mano de su esposa para entrar al baile.
Mia había quedado sola, respiró profundo y desde su lugar podía escuchar las palabras del rey, por un momento quiso llorar pero contuvo las lágrimas, las palabras del rey sobre su madre eran un recordatorio de que nunca la conocería. 
Dio un paso adelante y luego otro, y poco a poco caminó hacia el salón del baile real, cuando vio la cara de todos los presentes pudo ver la esperanza en sus rostros, eso era lo que ella significaba, ahí lo entendió se dio cuenta de que si tenía algo que ofrecer a los habitantes de Ganondofor, representaba la ilusión de volver a ser libres, de que el mundo que conocían volviera a existir. Ella daba confianza, seguridad, y optimismo a todos los habitantes, sonrió porque ahí entendió lo que ella podía ofrecer a su pueblo. 




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