No podía evitar de dejar de ver el montoncito de polvo sobre la sangre bajo los pies de Samael, la verdad estaba algo aterrorizada, nunca había visto como asesinaban a una persona y era un recuerdo que me gustaría poder borrar de mi cabeza para siempre, pero sabía que eso iba hacer imposible; con uno de sus largos dedos Samael limpio la comisura de sus labios y después los lamio para limpiar los pocos restos de sangre de Ismael de su rostro. Samael me volteo a ver y comenzó a reírse de una manera tan desagradable y lúgubre parecía un muñeco poseído por el mismo diablo, era espeluznante. La risa de Samael ceso, pero su boca seguía abierta no comprendía que estaba pasando hasta que Velkan cayo de rodillas y tapo sus odios.
― La cantinela ― Susurre, eso era lo que estaba pasando, yo no escuchaba nada, pero a Velkan y quizás a los demás les estaba afectando.
― ¡Cállate! ― Grito Velkan, intentando colocarse de pie, pero le fue imposible, parecía que al estar tan cerca del demonio que producía la cantinela causaba más daño a las criaturas. Debía hacer algo, la única idea loca que paso por mi mente fue de correr hasta donde Samael y empujarlo con todas mis fuerzas, lo taclee los dos caímos al suelo. Con rapidez me intente levantar, pero Samael me agarro del brazo. Pude ver que Velkan ya no estaba cubriendo sus oídos.
― Déjala ir Samael ― Grito Velkan colocándose de pie algo agitado estaba exhausto, era la primera vez que lo veía tan agotado después de ese estrepitoso sonido.
― No lo creo Velkan. ― Dijo Samael rodeando con su brazo mi cuello, pude notar sus uñas eran tan largas y afiladas como unas pequeñas dagas, un simple rose podía cortarme el cuello para desangrarme fue como mato a Ismael.
― Parece ser una buena presa, para mi ahora y puedo lograr que hagas lo que yo quiera. ― Sentí un golpe muy fuerte en la cabeza. Me desmaye.
Una gran cantidad de agua helada cayo por mi rostro y me desperté de golpe quedé sentada por la impresión, estaba mojada con agua helada.
― Casi que no despiertas. ― Dijo Samael escurriendo sobre mí las ultimas gotas que tenía el balde que sostenía con la mano.
― ¿Qué quieres de mí? ― Le pregunte.
― Necesito de Velkan.
― ¿Para qué? ― Samael frunció el ceño parecía molesto.
― Que entrometida eres. ― Suspiro. ― Pero eres mi carnada para poseer el poder de Velkan. ― Agarro con fuerza mi cachete me hizo demasiado daño. ― Él te debe estar buscando y cuando lo haga será mío, lo mejor de todo es que gracias a ti está demasiado débil me has hecho el trabajo tan sencillo. ― Soltó un bufido y se marchó. Me levante de donde me encontraba intente abrir la puerta por donde había salido y fue imposible está encerrada.
Tenía demasiado frio, debía escapar de alguna manera, no sabía dónde estaba y no había mucha luz lo único que lograba iluminarme era la luz de la luna que entraba por una pequeña ventana en lo más alto de las paredes. Esa iba hacer mi única escapatoria, intente observar con la poca luz que había alrededor de mí para poder trepar y salir; era uno de esos momentos que odiaba ser tan bajita. Vi unas cajas apiladas quizás me podían servir. No era una altura mayor a los dos metros, pero no estaba segura si mi plan funcionaria.
No sé cuánto tiempo me abre demorado apilando las cajas con cuidado de no hacer ruido para que Samael no me descubriera. Cuando logre acomodar las cajas no me sentía muy segura si aguantarían mi peso. Solté todo el aire de mis pulmones. Debía ser muy rápida por lo menos para alcanzar el marco de la ventana y después escalar. Apoye mi pie derecho sobre una de las cajas y a toda velocidad empecé a trepar una caja tras otra, la pirámide no iba a resistir mucho mi peso, pero logre abrir la ventana y quedar colgada del marco antes de que todas las cajas quedaran desplomadas en el suelo.
Puse mis pies contra la pared para intentar escalar, agradecía al cielo de tener tenis que por su suela no se resbalaban y me hicieron más fácil llegar a quedar en el borde de la ventana; estaba aterrorizada de ver afuera si estaba en un segundo piso o en una planta más alta tendría que volver a entrar me mataría si saltaba. Suspire aliviada al ver que estaba algo cerca del piso, debía saltar con mucho cuidado para no romperme un hueso, me deje caer. Mis rodillas quedaron raspadas al igual que mis antebrazos, ahora parecía una niña pequeña que se cayó de su bicicleta. Me limpie el polvo que tenía en la ropa y comencé a correr sin saber dónde estaba o a donde iba, pero quería alejarme lo que más pudiera de Samael. No sabía dónde estaba, no podía detenerme solo había bodegas y bodegas una tras otras.
― ¡Jess! ― Escuche mi nombre. ― ¡Jessica! ― Alguien me estaba llamando.
― Aquí … ― tape mi boca, quizás era Samael tratando de engañarme para que creyera que era uno de los chicos.
― ¡Jess! ― Parecía la voz de Sirhan. Los gritos cada vez eran más fuertes, me acerque con cautela esperando lo peor.
― ¡Jessica! ― Grito Abbas muy fuerte.
― ¿Seguro esta por aquí? ― parecía la voz de Russel.