Calenté una taza de milagros, conecté la alarma y encendí los sueños que el picaporte enganchó con tu luz.
Seguías ahí, en la figura de las sábanas, como queriendo descomponer las partículas atmosféricas cargadas de adrenalina. Querías ahogar el vacío generando materia.
No voy a sumarme
sobreviviré.
Voy a resistir lo que se quema entre las uñas y al rojo vivo termina siendo cinismo. No te detengas, no pretendas congelar los aires de espacio o tiempo, ese principio de individuo no fue mi favorito.
Calienta los errores y límame los ojos, ya olvidé los minutos largos que te lloré. Y podría perdonarte, al final, los barcos están oxidados sin culpa de la tripulación.
Pero funcionan
cargan con ellos.
Hacen memoria.
Calenté una taza y le puse fijador a nuestros besos, a tientas encontré que la retórica era patriotismo. No me abandonó tu sensación.
Eres dueña, todavía en el olvido, de todos los fragmentos que soy.