Las bestias tienen forma de arcos monstruosos, el hombre de animal racional sin el uso del cerebro, y tú de un hombrecillo sin ego. Arriba, a tres pisos, se ha quedado colgado el mantra tejido de tus negaciones.
Lejos, más allá de las gravitaciones hormonales que posee tu dorado pecho; yace la sublimidad de lo que nunca fuimos.
Somos
seremos.
Ya todo quedó dicho, no hay llamadas, interlocutores, palomas mensajeras y nuevas palabras tildadas que acierten en la oración apenada de disculpa. No hay existencialismo que se preocupe por lo que eres luego de estar muerto, calcinarte en tu propio ingenio, sabiduría y descaro.
A tres pisos, siendo el instante pasajero, está tendida tu ropa. Le he quitado los restos de nuestros dedos, quedó pulcra de lamentos y sal. Allá, ahí en la comisura de tu boca te dejé mi guerra, son tres pisos de vida y una maldición de ojos cerrados. Soledad.