Belleza Efímera

Capítulo 1 | G.J.C.

¿Cómo voy a empezar? Estoy sin palabras y francamente me siento rara.

Estoy sentada frente a un espejo en una habitación sola con una ventana panoramica abierta, las paredes son totalmente blancas y enfrente de mi está el enorme espejo de cuerpo completo en el que me reflejo, y aun lado de él, hay una linda planta. En medio de la sala hay un pequeño banco de madera en donde estoy sentada y el suelo tiene un parquet cerámico, estilo de madera.

Dijo que esto es bueno y que te ayuda. Quiero intentarlo. Quiero comprobar que si es verdad y esto te ayuda realmente, me han dado una lista y el número uno dice que comience describiéndome. Todo esto en voz alta.

También me han dicho que lo puedo gritar si es necesario; dice que es una buena forma de desahogo, que a todas las personas que se lo ha recomendado le han funcionado perfectamente.

—Mi nombre es Génesis, tengo 26 años, soy de estatura media, delgada, con problemas de la visión, mi cabello es castaño obscuro y lacio, mis ojos son café claro y grandes... — Rodeo ambos ojos y me levanto de un salto interrumpiéndome. —Esto es porquería. — Hablo y tomo mi mochila de una de las correas color negro para salir del lugar. Deteniéndome en el marco de la puerta para voltear a ver de reojo al espejo y morder mi labio inferior. Cierro por fin la puerta después de dedicarle varios segundos de mi tiempo, pongo el seguro con la llave y camino hasta el elevador del edificio para salir e ir rumbo a mi casa.

Se abre la puerta del elevador y veo que hay muchas personas en la calle; como si fuera día de oficina, tan solo frunzo el ceño. Cuando vibra mi móvil, lo miro y era un mensaje de mi amigo Connor, él estaba esperándome en el estacionamiento de la plaza que se encuentra a dos cuadras de donde estaba, él me llevará a mi casa. Así que, en lugar de tomar el autobús, me dirijo a la plaza para encontrarlo.

Camino varios minutos hasta llegar, mientras caminaba nos mandándonos mensajes en el transcurso para saber en cuanto tiempo llegaba. Guardo mi móvil en el bolsillo y miro a mi alrededor, el sol me da justo a la cara y mi cabello esta que ya no lo aguanto de lo caliente que está por el sol, así que saco una liga de mi mochila y decido hacer una coleta alta. Siento que al fin mi cuello está respirando.

Cuando llego al estacionamiento, escucho a Connor gritar mi nombre mientras sale por una ventana de su auto y me saluda con una mano, y al mismo tiempo con una sonrisa, contento. Al verlo, sonrío y le devuelvo el saludo. Comienzo a caminar un poco rápido para poder llegar hasta a él. Esperó mucho por mi. 

Al llegar al vehículo, él quita el seguro de la puerta y es cuando entro. Me quito la mochila y la paso a la parte trasera. Él está esperándome con una sonrisa sentado frente al volante, emocionado de verme. Cuando termino de pasar mis cosas a los asientos de atrás, Connor me saluda con un beso en la mejilla, su auto huele bien, se impregnó el perfume que utiliza todos los días. 

—¿Cómo estás? — Pregunta él para después encender el auto. Coloco mi cinturón de seguridad y miro que él no lo tiene. Él es el tipo de persona que estando cerca de él te transmite tranquilidad, sus palabras te reconfortan y siempre puede acoplarse a la situación, sea cual sea.

—Pues bien, algo... — Hice un gesto de desilusión.

—¿Y eso? ¿Pasó algo malo? — Él está mirando por los espejos para salir del estacionamiento, mientras también me pone atención.

—No, no fue algo malo. Creo yo. Siento que es en algo en lo que debo de mejorar para mí misma ¿Me entiendes? —Lo miro cuando al fin sale al camino.

—No. — Suspiro. —Quiero hacerlo, por favor. Explícame. — Me mira y después vuelve la mirada al frente.

—¿Recuerdas al Dr. Bustos? —

—Sí, el profesional con el que vas ¿cierto? — Habla mientras me da pequeñas miradas de vez en cuando.

—Puedes decirlo cómo lo que es, un psicólogo. — Mi voz suena directa y seca. Miro por la ventanilla los árboles que nos rodean, ambos vivíamos arriba de una montaña, no se podría decir que mal, porque tenemos una bonita casa, cable y todo lo necesario para vivir. A excepción de un hospital, tenemos que ir hasta la ciudad para ir a un hospital y pues a pagar los recibos de cable, agua, etc.

El motivo de vivir hasta arriba de una montaña en un pueblito, en medio del bosque y árboles, es porque nuestros padres aman la naturaleza y todo lo relacionado a ella. Así que desde niños que nos conocemos, tomamos largos viajes en auto para ir a la escuela y al trabajo, o cuando sus padres le prestan el auto que fue hace algunos meses que cumplió la mayoría de edad para poder conducir, pero es más rápido. Con el tiempo se hace una costumbre.

—Si, el psicólogo ¿qué pasa con él? —

—Ahora estamos haciendo un ejercicio que él lo llama "libérate" trata sobre estar frente a tu reflejo y comenzar a hablar y hablar, desahogarte y siendo lo más transparente contigo mismo. Pero, hoy fue mi primera practica...— Hago una pequeña pausa. Estamos comenzando a subir para ir a casa.




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