CAPITULO 9

Ese día la preparatoria estaba más ruidosa de lo normal. Desde que entré al patio, escuché grupos hablando en voz baja pero emocionada. Pensé que sería algún anuncio importante… hasta que un nombre empezó a repetirse:

—…Dante, el nuevo profesor.

—Dicen que llegó temprano.

—Parece joven, pero súper exigente.

Me detuve un momento.

Nuevo profesor.

Eso sí era interesante.

Cerca de las mesas, dos compañeras conversaban con tono conspirativo.

—Mi hermano dijo que Dante viene de una institución súper estricta —comentó una.

—Sí, y que lo trajeron porque aquí necesitaban a alguien fuerte para cálculo integral —respondió la otra—. Dicen que es bien serio.

No dije nada, pero escuché todo sin querer.

Cuando llegué a mi casillero, más comentarios volaron desde otros grupos:

—…lo vio entrando a dirección.

—…que tiene un montón de estudios.

—…que no deja pasar ni una.

Elena apareció entonces, casi saltando de emoción.

—¡Mabel! ¿Ya escuchaste? Tenemos profesor nuevo en cálculo integral.

—Ya noté —respondí, guardando mis cuadernos—. Todo el colegio solo habla de Dante.

En ese momento llegó también una compañera, repitiendo otro rumor.

—Y no es cualquier profesor —añadió Elena luego, con ojos brillantes—. Dicen que es joven pero súper preparado. El director lo presentó personalmente.

—¿En serio tanto? —pregunté.

—Eso dicen —respondió Elena encogiéndose de hombros—. Aunque ya sabes cómo exagera la gente. Hasta escuché que cambió el temario en su primera reunión.

Solté un suspiro.

—Ojalá no sea de esos que dejan tarea eterna desde el primer día.

Elena rió.

—Como te vaya, nos va a ir a todas. Tú siempre terminas en medio de los cambios.

—Esta vez quiero tranquilidad, gracias —dije, cerrando mi casillero.

Pero mientras caminábamos al aula, una idea me cruzó la mente:

Un profesor nuevo siempre mueve todo. A ver qué tal es este Dante…

Y aunque lo pensé en silencio, sentí un leve cosquilleo de expectativa: no por él como persona, sino por cómo cambiaría la dinámica de la clase.

El aula está llena del murmullo típico de antes de empezar la clase. Elena revisa sus apuntes, tranquila como siempre, mientras yo miro de reojo la puerta. Desde temprano se rumoraba que hoy llegaba el nuevo profesor… y que era diferente a los demás. Nadie decía exactamente por qué.

La puerta se abre.

Dante entra.

No es como los profesores que estamos acostumbrados a ver: su postura es segura, su mirada seria pero no intimidante. Trae una carpeta bajo el brazo y un reloj sencillo en la muñeca. El salón se queda en silencio, como si todos hubieran inhalado al mismo tiempo.

Dante deja sus cosas sobre el escritorio y observa al grupo. No sonríe exageradamente, pero su expresión es amable.

—Buenos días —dice con voz tranquila pero firme—. Soy Dante Montenegro, su nuevo profesor de Cálculo Integral.

Algunos estudiantes se acomodan mejor en sus asientos. Yo siento que Elena me da un leve codazo, como diciendo "¿ves? te dije que hoy sería interesante".

Dante continúa:

—Sé que el curso puede sonar difícil, pero mi objetivo es que lo entiendan de verdad. No quiero que memoricen pasos, quiero que comprendan el porqué de cada idea.

Camina unos pasos frente al pizarrón mientras habla.

—Vamos a trabajar con conceptos clave como la interpretación geométrica de la integral, áreas bajo la curva, y más adelante, técnicas de integración. Pero iremos paso a paso. —Hace una pausa—. Y cualquier duda que tengan, me la preguntan. En esta clase nadie se queda atrás.

Varios murmuran un “bien” o “ok”. A mí me sorprende que su forma de hablar es clara, sin sonar aburrida. Tiene esa calma que hace que quieras poner atención.

Elena levanta la ceja, divertida.

—Creo que este curso sí lo vamos a entender —susurra.

Yo solo miro a Dante mientras escribe en el pizarrón el primer título del día:

Unidad 1: La integral como límite de sumas.

Y aunque no lo digo en voz alta, pienso:

"Definitivamente… este profesor no va a pasar desapercibido en la preparatoria