Me levanto temprano y me dirijo a la cocina, aún medio adormilada, mientras preparo mi mochila.El aroma del café me despierta un poco, y mi mirada se cruza con la de mi papá, que está sentado en la mesa con la mirada un poco cansada.
—Buenos días, papá —digo, con una sonrisa suave
—. ¿Cómo estás hoy?Él me mira y asiente, intentando sonreír.
—Bien, hija… un poco cansado, pero bien. ¿Y tú?
—También bien —respondo, aunque sé que hoy tengo que pedirle algo importante
—. Oye… necesito tu ayuda con algo
.Él arquea una ceja, curioso
.—¿Con qué necesitas ayuda?
—Con el certificado de estudios para la universidad —explico, tratando de sonar tranquila pero segura—. Tengo que sacarlo hoy, pero necesito un poco de dinero para los trámites.
Mi papá me observa por un momento, evaluando la situación, y luego asiente con una sonrisa tranquila.
—Está bien, Mabel. Te doy el dinero, pero asegúrate de usarlo solo para eso, ¿sí?
—Sí, papá, gracias —respondo, aliviada
—. Prometo que será solo para eso.Tomo el dinero y lo guardo cuidadosamente en mi mochila, sintiendo que cada paso que doy hoy me acerca un poco más a mis metas.
Mientras me pongo la chaqueta y reviso que no se me olvide nada, pienso en lo importante que es planear bien mis pasos: la preparatoria, los estudios universitarios… todo depende de cómo me organice}
.—Bueno, papá —digo, dándole un beso en la mejilla antes de salir—. Voy a la prepa.
—Que te vaya bien, hija —responde él, con esa mezcla de cariño y preocupación que siempre tiene.
Salgo de la casa con la mochila lista y el corazón un poco más ligero, lista para enfrentar el día y todos los trámites que tengo pendientes, recordando que cada esfuerzo me acerca a lo que quiero lograr.
Salgo de mi casa con la mochila bien ajustada y el dinero para el certificado de estudios guardado en el bolsillo interior.El aire fresco de la mañana me despierta, y estoy concentrada en no olvidarme de nada: trámites, prepa, todo lo que debo organizar hoy.
Llego a la prepa con paso firme, la mochila bien ajustada y el dinero del trámite seguro en mi bolsillo.Doblo una esquina y lo veo apoyado contra la pared de un edificio cercano.
—¡Mario! —exclamo, un poco sorprendida.
—¡Mabel! —responde él con su típica sonrisa confiada—. Qué sorpresa verte tan temprano.
Mi corazón da un pequeño salto, y por un instante dejo que la sonrisa aparezca en mi rostro.
—Hola, Mario… sí, voy rumbo a la prepa —digo, con cierta naturalidad.
Él da un paso hacia mí, y esa cercanía me hace sentir un cosquilleo extraño.
—¿Y después de clases? —pregunta, con esa sonrisa traviesa—. Podríamos pasar un rato juntos.
No niego que su atención me gusta, y sonrío ligeramente, dejándole un poco de misterio.
—Mmm… quizá más tarde, si tengo tiempo —respondo, jugando un poco con mi tono, sin comprometerme del todo
—. Hoy tengo que sacar mi certificado de estudios para la universidad.
Él levanta las manos, fingiendo resignación, pero aún con la chispa de su sonrisa
:—Ah, entonces es un día de trabajo importante… entiendo. Pero, si cambias de opinión, sabes dónde encontrarme.
Asiento con un pequeño gesto, dejándole espacio para marcharse, y lo observo alejarse.Mientras camino de nuevo hacia la prepa, un pensamiento cruza mi mente, firme y calculador:"Lástima que tú a mí no me interesas… solo me sirves para mis propósitos."
Estoy en el pasillo, guardando mis cuadernos en la mochila, cuando siento que alguien se detiene frente a mí.Levanto la vista y veo a Juliana, cruzada de brazos, con esa mirada que combina desafío y desdén.
—Mabel —dice con voz firme—. Mira que te estoy avisando… no te acerques a Mario.
Respiro hondo, conteniendo la molestia que siento al escucharla.
—Juliana —respondo, intentando mantener la calma—. No tienes por qué preocuparte.
Ella arquea una ceja, claramente sin creerme.
—No me importa si me crees o no. Solo te lo advierto: mantente alejada.Siento una mezcla de indignación y diversión.
Es típico de Juliana: cree que puede controlar lo que hago
.—¿Ah, sí? —digo con un toque de ironía, dejando que mi voz suene segura —. Tranquila, mientras no me molestes, no me acercaré más de lo necesario.
—Ahh..Juliana —digo, levantando ligeramente la voz mientras camino hacia mi casillero—. Te lo repito, no me acercaré a Mario… si eso te hace dormir tranquila.
Ella me lanza una mirada fulminante, pero yo sigo caminando sin mirar atrás, disfrutando un poco de cómo se frustra.
—De verdad… es gracioso cómo te molestas por todo —añado con un tono burlón, suave pero cargado de ironía—. Te hace ver horrible cuando te pones celosa. ¿Y sabes qué es lo peor? —suelto una risa suave— Que a Mario ni siquiera le interesas.
Siento cómo su expresión cambia, mezcla de rabia e impotencia, y por dentro me regocijo un instante.
—Tú qué sabes, maldita —responde con burla—. Ubícate, ¿qué podría ver Mario en una muerta de hambre como tú?
Yo solo sigo sonriendo.
—No sé, eso deberías preguntárselo a él —añado para molestarla—. La verdad es que Mario es todo un caballero y no está nada mal.
Solo me di la vuelta y la dejé ahí con su rabia, pero pude escuchar cómo gritaba y a mí solo me dio satisfacción.Me ajusto la mochila y camino hacia la salida del pasillo con la cabeza erguida, segura de mí misma. Juliana puede intentar intimidarme, pero yo sé exactamente quién manda en mi camino y hacia dónde voy.
Salgo del salón y veo a Mario apoyado junto a su casillero, con esa sonrisa confiada que siempre sabe cómo llamar la atención.
—¡Mabel! —me saluda, y yo sonrío con calma
—. ¿Quieres tomar un café rápido? Por un instante lo miro, pensando en cómo Juliana siempre está al acecho, tratando de encontrar cada oportunidad para molestarme.
—Claro —respondo con naturalidad, dejando que mi sonrisa sea ligera y despreocupada —. ¿Por qué no?