Belleza Peligrosa

CAPITULO 23

—¿Qué pasa? —pregunté, viéndolo tan extraño—. Esa cara no es normal en ti, Gabriel.

Apenas levantó la mirada, sentí un nudo cerrarse en mi estómago, duro, incómodo, como si algo dentro de mí se encogiera. Habia algo distinto en sus ojos, una sombra nueva… una duda que no reconocía.
Y si Gabriel dudaba, era por influencia de alguien más. Nunca por él mismo.

—Estaba pensando… —murmuró, con esa voz baja que me erizaba— sobre nuestro futuro. Lo que haremos después de graduarnos.

Sonreí. Una sonrisa automática, entrenada, segura. Porque yo sabía cuáles eran nuestros pasos.
Porque yo había construido ese camino como un arquitecto de precisión.

—Claro que sí —dije suave—. Dijimos que cuando termines la carrera, empezarás con el doctor Juárez. Ese será el primer paso de nuestra vida juntos.

Pero él negó. Negó.

Ese simple movimiento fue como sentir el suelo hundirse un poco, apenas, pero lo suficiente para alarmar a alguien como yo que sabía reconocer fisuras antes de que se volvieran grietas.

—Mabel… no voy a trabajar con el doctor Juárez. Voy a empezar con la fundación. El proyecto con niños con cáncer…

Mi sonrisa murió. Así. Muerta al instante. Un golpe seco dentro del pecho.
Luego otro. Un latido desacompasado, helado y caliente al mismo tiempo.

¿Quién te llenó la cabeza? ¿Quién se atrevió?

Pero respiré. Control. Primero control.

—Gabriel… —lo miré fijo, sin pestañear— dime que estás bromeando.

Él se quedó callado.

Ese silencio valía más que cualquier palabra.
Ese silencio decía: Alguien lo envenenó.
Lo sabía. Lo sentí. Me reí.
Una risa vacía, rota, incrédula.

—¿En serio quieres dejar un trabajo estable? ¿Una oportunidad real? ¿Una salida de esta vida… para lanzarte a algo que ni siquiera sabes si funcionará?
¿Vas a destruir todo lo que hemos construido por un impulso?

Él se tensó.

—No es un impulso… solo quiero intentarlo…

Me acerqué.
Lento, calculado, hasta quedar tan cerca que pude sentir su respiración chocar con mis labios.

—No vas a cambiar el mundo si sigues pobre —susurré, suave pero cortante—. No vas a ayudar a nadie si ni siquiera puedes ayudarte a ti.

Él tragó saliva. Ahí estaba. La rendición escondida. La grieta que yo sabía presionar.

—Quiero ayudar a esos niños…

—¿Y quién dice que no podrás? —deslicé mi mano por su pecho, suave, lenta, segura—. Pero primero necesitas estabilidad. Poder. ¿Quieres ver a tu mamá cosiendo hasta que se quiebren sus manos?
¿Quieres ver a tu papá llegando a casa destruido? ¿Eso quieres?

Gabriel apretó los ojos, dolido.

Lo rodeé por el cuello, acercándolo aún más, sintiendo su respiración acelerar.

—Mírame —ordené.

Él obedeció. Siempre lo hacía. Porque sabía cómo sostenerlo, cómo quebrarlo, cómo armarlo de nuevo.

—Tus padres te dijeron que no había problema… pero tú y yo sabemos que ellos siempre van a decir lo que te tranquilice. La realidad es otra. Tú eres su esperanza, Gabriel. No puedes fallarles.

Sus labios temblaron apenas. Ahí se quebró. Y entonces sucedió. Gabriel me buscó. Pero esta vez no fue un beso tímido ni desesperado desde el miedo. Fue un beso que prácticamente me devoró.

Me tomó por la cintura con más fuerza que nunca, como si tuviera miedo de que yo me apartara, como si quisiera anclarme a él. Su boca chocó con la mía con un hambre que no le conocía, un impulso crudo que salió de todas las emociones que había estado reprimiendo toda la discusión.

Yo respondí igual. Porque mi cuerpo reaccionaba antes que mi mente cuando se trataba de él. Lo tomé de la camisa, apretando la tela entre mis dedos, tirándolo hacia mí, sintiendo cómo su pecho vibraba contra el mío.
Los latidos eran frenéticos, desordenados.El calor subía desde su cuello hasta mis manos, hasta mi respiración.

Él besaba como si estuviera soltando todo:
la duda, el miedo, la frustración, y también la dependencia. La necesidad.Esa necesidad tan peligrosa que él tenía de mí. El beso se volvió más profundo, más ansioso, casi torpe por la emoción. Yo sentía su respiración entrecortada, su mano subiendo por mi espalda, aferrándome, acercándome más, como si quisiera fundirme a él. Y yo lo dejé. Lo dejé porque ese beso era poder.Era control. Era él volviendo a mí, como siempre.

Cuando se separó apenas unos centímetros, ambos estábamos respirando rápido, como si el aire se hubiera vuelto demasiado espeso. Sus labios rozaron los míos una vez más, temblando. Y luego apoyó su frente contra la mía. Sentí su respiración caliente, irregular. Sentí su cuerpo aún temblando ligeramente.

Te tengo de vuelta, pensé.
Pero quiero saber quién te intentó quitar de mí.

—No sé qué haría sin ti —susurró él, casi roto.

Le acaricié el cabello, suave, lenta, como si lo calmara…pero mi mente estaba fría, afilada, lista para atacar.

—Lo sé, amor… lo sé.

Esperé. Dejé que el silencio lo envolviera. Que sintiera mi seguridad. Que respirara en mi ritmo. Que regresara a mi órbita. Y entonces, con voz pequeña, delicada, casi un susurro de almohada:

—Gabriel… ¿por qué cambiaste de idea?

Él tardó. Miró al suelo. Se mordió el labio. Lo vi luchar consigo mismo. Lo vi temer. Hasta que al fin lo dijo.

—Fue… Elena.

Mi cuerpo se tensó por dentro, pero no se notó por fuera. No parpadeé. No respiré más rápido. No cambié el tono. Lo dejé hablar.

—Ella… hoy me dijo que… si pongo esfuerzo, dedicación… yo podría lograrlo. Que vale la pena intentar. Que tengo esperanza.

Un veneno caliente me recorrió. Un fuego frío. Elena. Su nombre dentro de mi historia. Dentro de mi Gabriel. La abracé más fuerte, fingiendo suavidad.

—Entiendo —murmuré.

Él se relajó entre mis brazos, sin saber que estaba abrazando a una tormenta.Porque mientras lo sostenía…mientras le acariciaba la espalda…mientras él confiaba en mí…yo ya estaba pensando en Elena. En lo que dijo. En cómo se atrevió. Elena había cruzado una línea. Y yo no perdonaba eso. Voy a averiguar cómo empezó todo. Voy a descubrir qué más le dijo. Voy a enfrentarla. Y cuando lo haga…va a desear nunca haber pronunciado su nombre frente a él. Y volvio besarme.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.