Bello Amor

Batalla de Poetas

Me senté en la plaza del colegio, ya había egresado de él un año atrás, pero igual lo sentía como mi hogar aún. Era de noche, o bueno en realidad eran casi las 7 p.m. pero era invierno así que parecía más tarde por la obscura y fría noche que se alzaba ante mis ojos. El camino para llegar ahí había sido largo o al menos así lo sentía, venía del centro de la ciudad bañada en mis lágrimas y silencios ya que no podía gritar de pena en el bus.

Estaba vacía la plaza, la obscuridad y la soledad podrían haberse constituido en un peligro, pero no me importó, ya nada me importaba. Estaba muerta por dentro, se sentía pesadez en el aire y una ansiedad en el pecho que daba la impresión de que no podía respirar. Tenía que poner mi mano encima para verificar que le entrara aire a mis pulmones, así sabría que no estaba loca, que no estaba muerta, sólo era la pena.

A pesar de que era un dolor que yo ya bien conocía. Ese es precio que debemos pagar los escritores, los actores, los poetas... los artistas: el que seamos los románticos enamorados del amor, pues nuestro esposo o esposa no es la actividad que amamos hacer, en realidad estamos casados con el amor, con ese amor idealizado, utópico y perfecto que nos inspira cada día como maná caído del cielo. Ese amor que sentimos por nuestra pasión, es lo que en verdad nos esclaviza, ¡y vaya que nos encanta ser esclavos!

Por eso cuando encontramos una persona de carne y hueso para amar, lo idealizamos, es la fantasía del artista el encontrar en esa persona el amor ideal, tal vez por eso muchos nos enamoramos en cada esquina y terminamos con el corazón hecho pedazos.

¡Maldito sea el amor! que nos hiere, y sin embargo lo anhelamos, es la adicción del artista, es su instrumento principal. Como lo es el estetoscopio del doctor, el dinero para el contador, el balón para el futbolista, la voz del cantante, el pincel del pintor y las palabras del poeta.

En todo esto pensaba yo cuando una figura que al principio parecía transparentosa se presentó ante mí. Retrocedí instintivamente, poco a poco la figura se hacia mas clara, era un hombre de unos 30 años, musculoso, vestido con una playera y pantalones rojos, en su mano se encontraba un arco y en su espalda un juego de flechas ambos de una madera café, oscura y fina. Y en su cabeza, imponente se alzaba una corona de rey.

 

— Tanto oigo tus pensares en el pensar mío, que hastiado ya me tienes, ¡para todo este lío!, y dime pues ¿qué es todo tu delirio? — me dijo con su voz masculina y gruesa.

El sujeto me infundía mucho terror, su piel morena, sus cabellos negros y cortos y sus ojos que tenían corneas de lava ardiente.

— ¿quién eres? — pregunté.

— Yo soy quien no deja en paz hoy tu mente, el que en tu corazón siempre está presente cuando ves el rostro de tu amado con mirada ferviente. Los humanos me llaman: Amor y según tengo entendido tienes mucho que decirme, así que dilo por favor. Mas dilo con estilo y sinceridad, de lo contrario me harás irme a trabajar, enamorando personas sin piedad. He oído que eres tan buena con las palabras como un marinero en alta mar ¿es eso verdad?

Yo me encogí de hombros, aún no procesaba todo lo que el sujeto me decía.

 

— Entonces, Un trato yo te propongo, dime todo lo que tengas que decirme, y si considero que me has vencido con labia firme, con todo el honor he de irme, y mi título de rey de las palabras las gracias a ti van a rendirte.

— ¡Pero...has de quedarte sin tus títulos ostentosos!

— No, aún conservo todos los otros. — dijo metiéndose las manos en los bolsillos con bastante humildad. — ¿aceptas? ¿algo tienes que decirme no? 

 — Si, tengo mucho que decirte, solo después de que termine podrás irte. Y si quieres una protesta con estilo para no aburrirte, a la persona correcta has escogido para ante sus palabras redimirte.  

Realmente tuve que armarme de mucho valor para decir la última frase. 

 

— Nunca me han retado a tal desafío, las rimas nunca fueron lo mío- dije.

— Lo haces muy bien, ¡comienza! suelta la palabra que tanto ronda en tu cabeza

— La palabra que exiges, elegante no es, pero poco importa eso si tiene honestidad y sencillez. La palabra que buscas es: — me acerqué a él con mirada desafiante 

"PÚDRETE"

El Amor sonrió, nunca sabré si se burlaba o era una risa de asombro. Si el Amor tenía que hablar, debía hacerlo en versos ¿no? ¿de qué mejor manera hablaría? sépanlo pues, el idioma del amor es la poesía. Aunque mas bien considero que no es un poema lo que hice, sino un intento de rimar argumentando en su contra.




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