4 de Octubre de 2019.
Abigail.
Gracias a Diosito que es el último día de clases.
Bueno en realidad es que ya no me la había estado pasando tan mal por aquí, claro que si omitimos a mi asqueroso grupo, todo en la escuela es de maravilla. De hecho el próximo semestre tomaré clases adelantadas ya que me llevo mejor con chicos de otros semestres que con los idiotas estos.
He aprendido a adaptarme a la carrera, tal vez no la amo pero al menos ya le tengo respeto y al menos todas las materias las pasé y con buenas calificaciones.
Sigo sin entender cómo es que en la preparatoria me esforzaba muchísimo y aún así salía en un promedio bajo y ahora, que se supone que la universidad es más difícil, siento que no tengo que esforzarme y salgo bien.
O es muy fácil esto de la universidad o soy súper dotada.
Me iré por la segunda opción ya que a lo largo del semestre he ido observando como Lia, Mateo y Daniel sufren con tareas y exámenes, así que sí, soy muy inteligente para mi edad.
De hecho la única materia que me preocupa ahora es inglés. Sé que es irónico porque viví muchos años en el extranjero y hablaba ese idioma todo el tiempo, pero gracias al proyecto "Armari"—qué es como le digo a la caricatura de Armando y Miriam—descuidé un poco de los trabajos y, oh sorpresa, los trabajos en esta materia valen más que el examen. Pero espero pasar de panzazo*.
—Abigail Ruíz—el profesor me llamó.
Mi querido profesor de inglés es lo que se le conoce como el típico profesor playboy recién egresado. En un pasado Abigail se habría vuelto loca por un profesor así porque sí, estoy enamorada pero no ciega, ese tipo es guapo. Pero la Abigail de ahora ya no se interesa en eso, pero al parecer él sí.
Me paré frente a su escritorio y esperé mi calificación.
—Casi no salva la materia pero gracias a su examen perfecto logró alcanzar el siete—me sonrió.
—Gracias.
Siempre recordar que estoy enamorada, es una genial forma de lidiar con los ojos coquetos.
—Será una lástima no tenerla por aquí señorita Ruíz—me rozó la mano discretamente cuando me entregó mis calificaciones para firmarlas—. Es la única inteligente de aquí—me susurró cuando me agache para firmar.
Estoy enamorada, sip, muy enamorada.
—Resulta que me quedaré aquí para terminar la carrera—le sonreí amablemente.
No quiero que ahora este estúpido grupo me considere una aprovechada, porque sí, todos están aquí y observando todo. Además de que no es un secreto que todos los profesores odian a mi grupo, claro que yo me he acercado a algunos para que se note que no soy como ellos.
Pero mi querido profesor de inglés lo notó solito.
Le entregué mi calificación firmada y me fui casi corriendo a mi lugar porque sé que me está mirando el trasero y eso ya me da miedo.
Terminó la hora de la clase y el profesor salió apresurado del salón, lo cual es algo grandioso ya que no quería quedarme solo con ese loco. Mis compañeros igual se fueron rápido así que solo estaba yo, o bueno eso creía.
—¿Es cierto que no te irás?—la voz de Iliana me asustó por un momento.
—Pues sí, le acabo de decir al profesor—recogí mis cosas y me levanté de mi lugar.
No puedo creer que a pesar de que ahora la ignoro y a su grupo de amigas ella siga con el afán de molestar.
—¿Por qué?—me preguntó cuando estuve a punto de salir del salón.
—¿Por qué no?—me encogí de hombros—. Soy feliz aquí así que eso debería de ser motivo suficiente.
—Te tenías que ir—frunció el ceño.
Ya estoy harta de su rencor sin explicación, merezco saber el por qué alguien me hace la vida imposible si según yo no hice nada.
—No entiendo porque me odias tanto.
—Y yo no entiendo cómo es que le puedes agradar a alguien—rodó los ojos—. Tú tenías que irte y aún puedes hacerlo.
—No me iré y menos solo por darte gusto. Y les agrado a muchas personas porque soy una persona agradable y eso lo sabrías si te hubieras dado el tiempo de conocerme.
Eso va para ella y mis otros treinta y dos compañeros.
—Te conozco muy bien, créeme—intentó salir del salón pero le bloqueé el camino.
No me conoce de nada, no puede decir que lo hace, de hecho soy una persona muy diferente fuera de la escuela. Así que ahora no me iré hasta que admita porque me detesta.
—Crees hacerlo pero no es así.
—Jesús, eres muy irritante—creo que la estoy desesperando.
Ya mucha gente me ha dicho que soy irritante, pero siempre dicen que en el buen sentido porque los hago reír, tal vez esta ocasión es en el mal sentido.
—¿Entonces es eso? ¿Por eso no me toleras?
—¿Cómo diablos es que tienes novio?
¿Y eso a qué va? O sea, a mí también me parecía sorprendente pero vamos, ¿cómo es posible que estuviera dos años soltera? ¡Soy asombrosa!